Quisiera morir antes que tú
porque, lo sabes, no soportaría
la idea de quedarme solo
para ocuparme de tus agaves
y por la noche poner la mesa
solo para mí.
Hagamos una competencia
de quien muere primero entonces.
Yo podría contar las ovejas
hasta el día
del sueño eterno,
o podría morir
en una tarde de lluvia
como esta
ahogándome en un charco,
o en los momentos difíciles
dentro de un vaso de agua.
Tú quizás
no tendrías paz,
me buscarías entre las sábanas
de nuestra cama sin tender,
o más allá de las cortinas
de ciudades remotas…
Entonces no,
continuemos aún
mirando el noticiero de las ocho,
para preguntarnos cuándo
llega el calor,
para mirarnos más allá de los vidrios
de los vasos
durante los aperitivos
e incluso en los días más tristes
démonos una cita.
Cuando fuiste al hospital,
empecé.
Estaba solo en casa
y de vez en cuando bebía,
bebía vino tinto,
me ayudaba a no pensar.
Pensaba solamente en el vino
que estaba en el refrigerador
y que podía arruinarse
si no lo bebía.
Regresaba del paseo de las siete
y bebía,
miraba la tele y bebía,
me hacía el tonto en Internet
y bebía.
Hasta cuando fuiste al quirófano,
yo estaba más agitado que tú
y seguí bebiendo.
Bacardi esta vez.
Mientras el cirujano te abría el pecho,
yo terminé todos los Bacardi
del supermercado.
Así ahora tú
tienes un corazón nuevo
mientras yo,
yo bebo solo Bacardi.
El domingo, si quieres, llévame el desayuno a la cama.
Y hazme ver que eres feliz,
que no necesitas nada más,
que no tienes que salir con amigos
ni que tienes que adelgazar, me gustas como eres.
No tienes que volverte más culta,
te amo incluso cuando haces chistes tontos.
Vivamos este amor como pasa,
sin torturar a las contestadoras,
sin dejar mensajes insistentes.
Me he preguntado muchas veces
si tus ojos están llenos de agua mineral,
si se pueden embotellar.
Quizás contienen poco sodio
y es un agua que también hace bien.
Entonces, sigue igual mirándome
con aquellos ojos azules, incluso cuando duermes,
y vigila mi sueño precario, mis sueños
en los que soy un campeón de tenis, un actor famoso,
o simplemente un hombre feliz,
porque duermes a mi lado.
Cuando tengo miedo, lo sé,
mi corazón, papel de lija,
se vuelve ligero, el ala de una alondra…
Tú síguele el juego,
cuéntale cuánta agua
ha pasado bajo los puentes.
Cuéntale cuánto azul
se abre después del alboroto de los inviernos.
Cálmalo, al igual que a una antorcha
cuando de noche danzan los fuegos fatuos.
Y sostén mi mano cada vez más apretada,
vístela con el guante de la tuya,
luego dime una palabra,
una sola, votiva, próspera,
que me fructifique adentro
como un cerezo al mediodía.
(del libro: "Como un cerezo al mediodía",
Barnacle, 2024, Envío de Alberto Cisnero)
Piergiorgio Viti
(Traducción de Antonio Nazzaro)
Piergiorgio Viti (Sulmona dell’ Aquilla, Italia, 1978). Es Profesor de Literatura, traductor, poeta y escritor de toda la vida. Es uno de los poetas italianos más traducidos en el extranjero (francés, español, rumano, chino, árabe, griego, inglés y sueco) y ganó más de cuarenta premios de poesía en su juventud. Como poeta, tiene en su haber seis publicaciones: “Accorgimenti” (2011, L’arcolaio), “Se le cose stanno così” (Itálica, 2015), “Aperto per inventario” (2019, Pequod), “Ritratti senza andare a capo” (2021, Terra d’ulivi), “Quando l’aria aveva paura di Nureyev” (2021, Terra d’ulivi) y “Dentro al petto mi si muove un canto” (2023, Arcipelago Itaca).
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