sábado, 3 de septiembre de 2022

PARAJE


 












COLOR QUE NO PUEDE DECIRSE


El que tiró la flecha (Thokwfwaj)

En mis ojos escupió la palabra, y así se abrieron para ver.
Fue cuando las flechas cayeron de las nubes
y el agua vivía en el yuchán, padre de los peces.
Era el árbol una promesa.
Pero el dueño de las flechas, impaciente,
acertó en el yuchán al pez dorado
y el agua se derramó haciendo la promesa realidad.
Todo lo supe cuando la palabra escupió en mis ojos,
y fue entonces cuando vi al que lanzó la flecha
imponiendo su filo para dejarme ver,
y así contemplé el río, y la cabellera del arquero
ondeando en sus remansos, agua derramada del yuchán
en la emboscada de flechas impacientes.
Ahora que veo invoco al dueño de las flechas,
su osadía impertinente y torpe, pero generosa al fin.
Invoco al arquero padre del río
ahora que el río susurra bajo el sol
el misterio de su vida de laguna,
cuando sus peces estancados desafiaban el filo,
y la flecha apuntaba con sagaz pericia al corazón del yuchán.
Dador de vida vuelto agua,
dueño de las flechas al que puedo ver
ahora que la palabra escupió en mis ojos:
que tus dardos de agua no enfurezcan al río,
que tus dardos de agua apacienten la tierra
y florezca el yuchán y brote el monte.



Carancho (Ahutsaj)

¿Era yo ese cadáver que te alimentaba
en el camino polvoriento?
Recuerdo el juego de esconder el corazón,
el juego de correr hasta perdernos en el monte.
¿Éramos nosotros bajo las garras del carancho?
Quise asustar la soledad apostando mi nombre,
y mi nombre secreto apareció en tu boca
y tu nombre me fue dicho en esa niebla
hasta que te revelaste, cazadora furtiva en este juego.
Ahora, desde un árbol somos observados
y nuestros cuerpos yacen bajo la sombra del incienso,
ofrendas en el monte para el pico y las garras,
para los ojos que miran y que ven
el perfecto equilibrio de la vida y la muerte.



Tierra (Honath)

Aquí vivía el anta, y vivía la avispa,
vivía el árbol grande y el arbusto pequeño,
vivían los quirquinchos, el jaguar y los pájaros.
Y vivía la gente.
Aquí corrió la miel, corrió el agua y la sangre,
aquí brotaba el pasto, el chaguar y otros verdes,
aquí cantó el silencio, el crespín, la torcaza.
Y cantaba la gente.
Vivían y cantaban. Andaban y reían.
Era poca la pena y eran buenos los días.
Soñaban y nacían, comían, caminaban,
juntaban muchos frutos, pescaban muchos peces,
sabían que las vueltas que tienen los caminos
son huellas del futuro que marcan lo que ha sido,
lo que es, como siempre, lo que nace y que muere,
las formas de la tierra, las formas de la gente.
Esta tierra era hermosa.

(Del libro "Paraje",
El Suri Porfiado, 2021)


Carlos J. Aldazábal



Carlos Juárez Aldazábal (Salta, 1974) es un poeta y escritor argentino. Además es Doctor en Ciencias Sociales,Magister en Comunicación y Cultura​ y Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires, en donde se desempeña como docente.
Publicó los poemarios La soberbia del monje (1996), Por qué queremos ser Quevedo (1999), Nadie enduela su voz como plegaria(2003), El caserío(2007), Heredarás la tierra (2007), El banco está cerrado (2010), Hain. El mundo selk´nam en poesía e historieta (2012, con ilustraciones de Eleonora Kortsarz), Piedra al pecho (2013), Las visitas de siempre (2014), Camerata carioca (2016) y Mauritania es un país con nieve (2019).Con Paraje ganó Premio Olga Orozco 2021, del Fondo Nacional de las Artes.
Como ensayista, obtuvo el primer premio del Fondo Nacional de las Artes por el libro El aire estaba quieto. Cultura popular y música folclórica (2009).



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