(a las 11)
Qué mar
o río
es éste o ése de
rozamientos en un fluir
que a la vez se extasía
y que en una nada de ribera nos
suspende en su mismo
éxtasis, de cuyo enigma,
al
parecer, apenas si la hora emerge en unos grumos con ramillas
en filigrana
todavía?
Mas se trata de algo
así
como la trama gracias a la
cual por momentos oímos
al propio tiempo cruzando su tejido
en
ese éter en que pronto, pero con intermitencias, habrá de ser urdido
el imposible
perdurando
de unos tonos de rocío
aunque
a través de las profundidades que alzará, expectativamente, el día
y
aunque con figuras
para, se dijera, oportunamente, inscribir
el vértigo que dibujan
algunas de las hebras en tren de
desprenderse, o poco menos, de sí...
y medidas
también, para,
presumiblemente, cadenciarles sus latidos
al
propio anhelo casi trasvelándose, o fuera, si se quiere, de eso que hasta ritma
el despliegue de los confines...
(a las 17)
La duración ya no susurra o lo
hace, quizás, sólo para sí,
aunque
el anhelo de su discurrir
debe de
darse, ahora, en aquel estupor al que muy apenas flava
y al que apenas simultáneamente irisa
la iluminación del
abismo...
Oh
setiembre que subes azoradamente, a la vez, y de qué aquí?...
de qué memoria u olvido
del cielo
o de aquella
ilusión que con éste respiraba cuando así
lo empezabas a abrir
a unas almas de
fresias, todavía
en
ascenso de los limbos... :
aquélla
que aún hoy, hoy, vuelve contigo a ese oro que suspira
en
cambiantes desde las simas
del infinito...
(Inéditos, escritos hacia fines de los 60’
y los años 70’, publicados, en la edición de la:
"Obra Completa", Universidad
del Litoral,
Santa Fe, 2015)
Juan L. Ortiz
Juan
Laurentino Ortiz , (Entre Ríos, Puerto Ruiz, Gualeguay, 1896 -Id., Paraná, 1978). Poeta argentino. Al poco tiempo de su
nacimiento, la familia se traslada a las selvas de Montiel. La naturaleza de su
provincia marcó al niño que años más tarde la convertirá en un elemento esencial
de su poesía. Se
lo considera un poeta mayor de la lengua española y figura fundamental de su
país, en el mismo plano singular y secreto en el que se ubica la influencia de
Macedonio Fernández. Eso fue mientras vivió; después ya se convirtió en un
mito. Vivió su infancia en el medio rural de la provincia de Entre Ríos. Estudia en la Escuela Normal Mixta de Maestros
de Gualeguay. Temprano adhiere al ideario socialista; hace vigorosos discursos
y comienza a escribir en la prensa gráfica. Realizó estudios de Filosofía y vivió un corto
tiempo en Buenos Aires. Allí participó de la bohemia literaria de los años 20 y
se vinculó a los ambientes políticos e intelectuales del anarquismo. A
instancias de Salvadora Medina Onrubia, durante su estadía en Buenos Aires
empezó a colaborar en La Protesta y Crítica; de regreso a Gualeguay, escribió
para medios del Litoral. Su primer libro, El agua y la noche, de 1932, vio la
luz gracias a la ayuda de Carlos Mastronardi, César Tiempo, Cayetano Córdova
Iturburu y Ulyses Petit de Murat. Aunque integró movimientos políticos ―entre
otros un comité de solidaridad con la República española durante la guerra
civil que dividió a España entre 1936 y 1939, vivió aislado del ambiente
cultural de la capital argentina. Volvió pronto a su provincia. Celebró la
revolución rusa del año 17 y la liberación de París; denunció el asesinato de
García Lorca y los horrores del nazismo; padeció la cárcel durante el golpe del
55; y en 1957 fue invitado a visitar China y la ex Unión Soviética encabezando
una delegación de intelectuales argentinos. Sus libros también fueron
alcanzados por la barbarie de la última dictadura teniendo como destino trágico
la hoguera. En Gualeguay, trabajó como empleado público y llevó una vida
retirada que no le impidió ejercer una notable influencia estilística sobre las
jóvenes generaciones. Se inició bajo la influencia de la poesía intimista
posterior al modernismo para después evolucionar hacia acentos más personales,
entre los que destaca un sentimiento cósmico del paisaje y un humanitarismo
solidario. Juan L. Ortiz había leído muy bien a los simbolistas belgas, a Maurice
Maeterlinck; a Rainer Maria Rilke, a Juan
Ramón Jiménez, a Mallarmé, a T.S. Eliot, entre otros, de su frondosa biblioteca.
Sus atmósferas son siempre delicadas; el paisaje es sutil, etéreo, leve. La
vida pasa por los versos como una pluma: la verdad parece ocultarse siempre más
allá del poema, en una zona donde las palabras son sólo un indicio del “resplandor”, aun en la "miseria", aun en las "injusticias" y su compromiso social. Su estética puede ser considerada “impresionista” (en el sentido que el mundo llega al artista en forma de percepciones), con influencias de la poesía
china y japonesa; y asimismo de Ezra Pound, a quien tradujo. Apartado de los
círculos literarios, su obra tuvo escasa difusión y se publicó de manera
dispersa en varios poemarios (El agua y la noche, El alba sube, El ángel
inclinado, La rama hacia el Este, El álamo y el viento, El aire conmovido, La
mano infinita , La brisa profunda) que en 1971 se reunieron en tres volúmenes
bajo el título En el aura del sauce, junto con otros dos libros no publicados hasta
entonces: El Gualeguay y La orilla que se abisma. Desarrolló una activa labor con la poesía
extranjera traduciendo a Paul Éluard, los poetas chinos, Guisseppe Ungaretti y
Ezra Pound. La revolución fue una idea permanente en Ortiz, un motivo que
organiza y da sentido, pero no por ello puso en lugar secundario sus
inquietudes filosóficas y estéticas magistralmente transformadas en uno de los
cuerpos líricos más auténticos de las letras latinoamericanas. En 1942 se
radicó en Paraná hasta donde llegaban, a manera de una peregrinación laica,
amigos entrañables, estudiosos de su poética y poetas de todas las edades pero,
y sobre todo, lo visitaban los jóvenes atraídos no sólo por la calidad de su
poesía sino por la transparencia de su conducta. En Juan L. Ortiz, poesía y
vida son por completo inseparables. Tanto que de su ética surge su estética y
su estética profundizará su ética. Juanele, como comenzó a llamárselo en los
círculos literarios de la capital (cosa que a él le causaba gracia: todos sus
amigos le decían “Juan”), fumaba en largas boquillas de caña y publicaba sus
poemas, de versos extensos, en libros de tipografía minúscula, cuidando hasta
el extremo todos los aspectos de la edición. Su obra adquirió mayor visibilidad, cuando la
Universidad Nacional del Litoral publicó su Obra completa, enriquecida con
poemas no incluidos en ‘En el aura del sauce’ y con artículos y comentarios,
aparecidos en diarios, revistas, y cartas. Original, la obra de Juan L. Ortiz,
sigue fluyendo en el cauce del tiempo. Su literatura se volvió un símbolo de la
libertad y consistencia que un proyecto estético puede asumir, incluso en
condiciones de austeridad y distancia de los centros culturales. Faro y emblema
de un grupo de creadores que incluía a Juan José Saer, Marilyn Contardi, Alfredo
Veiravé, Hugo Gola y Mario Medina; el poeta gualeyo celebraba la
amistad y el río, en sus poemas. Juan Laurentino Ortiz falleció el 2 de
septiembre de 1978, en Paraná.
IMAGEN: Juan Ortiz frente al río Gualeguay, fotografía de Esteban Pablo Churtalón, extraida del Tomo 3 de En el aura del Sauce, Ed. Biblioteca Popular Constancio C.C. Vigil, Rosario,1970.
(El escaneo de la Foto tiene los mismos defectos que tiene la impresión original).
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