Así que pasen quince años
TODAS las chicas, peque, son apenas
volutas, y el deseo
vuelve a nombrarte, vuelve a delirarte
en once y siete sílabas
para cerrar la noche, como cuando
reúno los peones
y los alfiles, luego de jugar
con la mirada en una
mesa de bar, nocturno, veraniego,
para volver a vos,
muro habitual de esporas que despido.
Así alejo palabras
que ni te rozan, ciego, pusilánime,
y que se van a nada
que no sea dar lástima a los otros,
que leen y se espantan,
preso yo de una noria sin palenque
y poeta sin piel.
Lo que más temo, peque, es que a la postre,
patético, te llame
—ya te lo he dicho—, que reclame, necio,
idiota de tu huella,
tu compañía. Prosa, ésta, que nunca
responderás, temita
caduco y enterrado, pobre voz
que se somete y finge
que todavía puede su dialecto
ser de vos comprendido,
ser de vos admirado o contestado
ni siquiera en silencio.
Aún no
NADA decir. Sudar. La nochecita
respira, se exaspera.
La caótica música que escucho
no guarda relación
con la chicharra que me continúa
como un cable amarillo
que de pronto muriera. Casa/foco,
mi conciencia ha borrado
toda palabra: quieta. (Sin embargo
aún quiero escribir,
aún hay algo hambriento que se opone
a que las cosas sean
apenas esta idiota certidumbre
que respira, que suda.)
Pablo Seguí
Pablo Seguí. Nació en Córdoba (Argentina) en 1973. Desde los ocho y hasta los diecisiete tocó violín, música clásica. Luego abandonó.la música y se dedicó a la escritura. Publicó los libros: "Los nombres de la amada" (1999), "Claves y armaduras"(2005) y Naturaleza muerta (2011) y también varias plaquetas. Administra los blogs La lección de piano (poemas), Anotaciones-Tamarit (prosas) y Traduciendo franchutes.
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