Cuando tiendes la ropa en el alambre
esperas algo más que un lavado
perfecto.
Sientes deseos que tu camisa blanca
se purifique algo en el tendedero,
que el sol se recueste en el suéter
comprado en San Pablo
y lo vuelva más naranja
y apague la borrasca del día
y la falta de confianza.
Cuando veo mis medias sacudidas
por el viento
espero no sentir el cansancio
de esa danza
cuando me las ponga para ir al trabajo.
Hay cierto alivio
y suspiras como en un spot
donde publicitan jabones
y hasta crees que algo ha sucedido
con tu ropa
cuando la descuelgas
para ordenarla en el ropero.
El olor a ropa limpia
tiene la belleza de tus ojos
mirando en un cielo atardecido,
y algo de la escandalosa impureza
del agua enjabonada.
Instantes de hotel
Cuelgo las medias
en el calefactor del cuarto
y así aún humeantes
dan un poco de pánico.
A la mañana ya estarán secas
y saldré con ellas
por calles de La Boca
y con ellas me sentaré
a escuchar a los mejores
poetas del continente
que prestigian este
workshop de invierno.
La poesía –no hay dudas-
mejora mucho con los pies
calientes.
El caballo de mi padre
El caballo mastica el sol entre los pastos,
la luz azulada
que asordina las horas del verano en la pradera.
El caballo de mi padre come en los brotes
de alfalfa, flores de macachín (rosadas),
las pobrecitas flores del tero
que asoman en la hierba.
Espanta los jejenes con su cola
y a los tábanos.
Pone en duda el bostezo del mediodía
cayéndose sobre su propia sombra.
El caballo de mi padre ramillea entre ortigales,
elige en el jugo de la gramilla,
tras las retamas que explotan, entre carquejas.
El caballo de mi padre
se alimenta de poesía.
Cuatro sugerencias para llevar minifalda
Una señorita que quiera llevar minifalda
y pretenda moverse con naturalidad
-tanto en la calle como en el pool debe
tener en cuenta cuatro cosas:
a.- Como primer paso, observar detenidamente si
es apta para llevarla. Recordar que Coco
Chanel
decía: la elegancia consiste en adaptar la
moda a cada caso en particular.
b.- Tener claro que la falda corta –inevitablemente obliga
a mostrar las piernas con toda
generosidad:
la depilación debe ser siempre impecable.
c.- Cuidar expresamente el bronceado. No hay
nada más
antiestético -anti poético, se diría que
unas piernas absolutamente blancas.
d.- Y sobre todo tener en cuenta que una tarde,
frente a ti,
puede sentarse un poeta, quien, ginebra en
mano,
palabra fácil,
intentará algún desborde de corte naturalista
y entonces medio país sabrá de tu anatomía
incluyendo, claro está, a los semióticos, los
académicos
y a toda la crítica especializada.
De alta costura / Mercados
Entras a una boutique
a elegir un pulóver como el que
llevabas en pasados inviernos,
mientras sobrevuelan el aire:
mensajes
dardos envenenados.
Como una Afrodita inalcanzable
vas hacia el fondo
(al probador)
donde germina una pobre luz al sesgo,
un remedo de claridad que se diluye
en el borde de tus pasos.
Los vidrios del escaparate te devuelven
la intacta sobriedad,
la certeza de próximas
victorias.
Alta la barbilla,
el pelo echado hacia atrás,
regresas,
dispuesta a demostrarme
que toda literatura tiene su precio.
Elder Silva
Elder Silva. Poeta uruguayo, nació en Salto, en 1955. Publicó: Línea de fuego, 1982;Cuadernos agrarios, 1985; Un viejo asunto con el sol (1987), Fotonovela- Canción de perdedores; La cajera de Oxford y otros poemas de amor (1999); Mal de ausencias (2002); La frontera será como un tenue campo de manzanillas (2003) y Agua enjabonada, poesía reunida (1983-2012). Su poesía ha sido recogida en diversas publicaciones del exterior del país. Ejerce la actividad periodística en varios medios de comunicación. Fue editor del suplemento La hora cultural, en Montevideo. Es maestro de escuela y gestor cultural. Silva es uno de los poetas más populares y reconocidos de la "generación de la resistencia" uruguaya (Décadas del 70' y 80').
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