Son chinas las tres chicas, pintadas por el fino pincel de un copista oriental. Ojos como rendijas miran la escena de la madre, lavando el kimono en el piletón del patio. Las miradas finitas rayan las ojeras de la madre, imitación de la sombra de un árbol exótico. Le dibujan persianas cerradas para protegerla de un sol de siesta, insoportable.
El alma china de la familia se llena como una palangana porteña al compás de los dichos maternales del agua. Y las tres chicas recuerdan, al unísono, los agujeros dejados por las balas. Los agujeros del recuerdo, multiplicados por tres, ensucian con la sangre del padre el kimono que la madre lava, infinitamente, adentro del piletón de sus propias ojeras.
Recordar, abrir el ojal de una herida llamada ojo, provoca un dolor de sol, insoportable, entre ceja y ceja. Por eso, a la sombra de un árbol exótico, las tres chicas pintan el alma de un dragón subiendo al cielo, con el fino pincel de sus pestañas.
Cuando las tres chicas se acercan, el padre cierra el abanico de sus sentimientos, de golpe. Tiene miedo el padre chino de que el calor de sus hijas desplanche las rayitas de su alma, plisadas con suma paciencia por sus antepasados.
El miedo le hace pitar de una boquilla elongada hasta el límite. Chupa del pico el hombre, y de su boca evaporada por el humo se desprenden pensamientos finitos como el perfil de un pez raya.
Es el opio de los pueblos con que carga su boquilla el que lo hace descifrar sus pensamientos en voz alta. "Esas tintoreras --dice de sus hijas-- calientan la pava y después yo salgo hecho una planicie. Qué saben ellas, tan chiquitas, del trabajo que costó a mis antepasados imitar el oscuro abanico de las olas, escama por escama, durante milenios, hasta hacer de mi alma este biombo musical que sólo los hombres chinos saben desplegar con dignidad."
Al escucharlo, la más china de las tres chicas desenrolla el caracol de su rodete en señal de rebelión. Cae ondulado el bandoneón de su pelo, y el padre recuerda el golpe, seco, de una sombrilla al cerrarse.
(De: La familia china,
Ed. Tierra Firme, 1999)
María del Carmen Colombo
María del Carmen Colombo. Poeta argentina (Buenos Aires, 1950). Estudió Letras y Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Integró el grupo de poesía El Ladrillo. Ha publicado La edad necesaria (Ediciones Buenos Aires Sur,1979); Blues del amasijo (Ediciones El Tintero,1985); Blues del amasijo y otros poemas (Ediciones Mar Blanco,1992, reeditado por Alicia Gallegos Editora en 1998); La muda encarnación (Último Reino, 1993), La familia china (Tierra Firme, 1999). Y en 2016, publicó su primera nouvelle:El cuaderno de música (Cienvolando). Integra antologías de poetas argentinos publicadas en el país y en el extranjero; colabora en diarios y revistas. Desde 1980 coordina talleres literarios, entre otros, los talleres de la Casa de la Poesía de la Ciudad de Buenos Aires (1999-2000) y los talleres de la Casa Nacional de la Poesía (Secretaría de Cultura de la Nación). Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés, al italiano, al inglés y al portugués.
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