...más hacia vosotras, bellas,
mi pensamiento no cambia.
...Níobe y Leto eran amigas que mucho se amaban.
...yo te buscaba y llegaste
y has refrescado mi alma que ardía de ausencia.
Llegaste, lo hiciste y yo te deseé ardientemente
y helaste mi corazón, encendido en deseo.
...y sobre un blando colchón
tenderé yo mis miembros.
...y cuando te miro de frente creo
que jamás Hermíona fue tan bella
y que no está mal que a la rubia Helena
yo te compare.
...me ha agitado el Amor los sentidos
como el monte se arroja los pinos al viento.
Qué puedo hacer? no lo sé: mis deseos son dobles.
***
De verdad que morir yo quiero
pues ella llorando se fue de mí.
Y al irse me decía: Ay, Safo,
qué terrible dolor el nuestro
que sin yo desearlo me voy de ti.
Pero yo contestaba entonces:
No me olvides y ve alegre
sabes bien el amor que por ti sentí,
y, si no, recordarte quiero,
por si acaso a olvidar llegas,
lo hermoso que fue
y lo felices que fuimos:
las coronas de rosas tantas
y violetas también que tú
junto a mí te ponías después allí,
las guirnaldas que tú trenzabas
y que en torno a tu tierno cuello
enredabas haciendo con flores mil,
perfumando tu cuerpo luego
con aceite de nardo todo
y con leche y aceite de jazmín.
Recostada en el blando lecho,
delicada muchacha en flor,
al deseo dejabas tú ya salir.
Y ni fiesta jamás ni danza,
ni tampoco sagrado bosque había
al que tú no quisieras conmigo ir.
Safo (Lesbos, actual Grecia, s. VII a.C.-id., s. VI a.C.)
(Traducción: Juan Manuel Rodríguez Tobal)
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