lunes, 17 de noviembre de 2025

TRES TECLAS A PARTIR DE DO (3)


IX


(sí, ya sé, el ritmo con la mano izquierda
pero miren este concepto jazzístico:
si el tema se toca dos veces
serán tres versiones distintas
como una pelota de béisbol que tiembla
y no se puede hacer nada con ella)

¿la bala sin precisión
en el zigzag interno de cada pared
o cierto tipo de mampostería
hecha de ripios?
se oye un ruido de llaves
pero ni las pruebas de la gravedad
caen
toda nube
es lo celeste pasando
donde nada se junta
y aunque cada hoja de papel
defienda su ombú
la lluvia no es una opinión personal
y cada gota suya no es más subjetiva que la otra
para que el conjunto tenga estabilidad
adrede los huecos entre ripio y ripio
no se rellenan
(hasta lo roto,
no hay relación
entre el vidrio
y la tuerca)
 sólo es un movimiento de tenis:
existimos a la poesía
no al revés
(por más que el Do
vuelva cada una octava)
aquella palabra parecida
separada apenas por una coma
junto a la otra, juntas
hacen un silencio que
no se cura solo
una herida abierta adrede
por donde la música
vuelve a entrar
pero de adentro hacia afuera
y no al revés
y a veces
cubierta de pelo la verdad
se acerca demasiado a su caballete
de amar la ola anterior
ejemplo:
ese poeta tiene algo que decir-dicen
(y este es el límite de Boedo con Boedo)
¡no y no y no (el si bemol se relame)!
tiene algo “cómo” decir-replica Marcos
mientras los gatos se enredan en sus piernas
(digo Marcos pero pude haber dicho yo)
las pinzas del cangrejo no tajan nada
el aire ya estaba hecho de cicatriz
y como esa horma muda se deja probar
al sillón vacío se le da la palabra
toda marea es un desdén
(dentro del mar nada grita
barco hundido a la vista)
trae envoltura, son nadas
cada una a su manera
de cajoncitos blancos,
cose con puntos suspensivos
varios unos encuadernados
(llamar a las cosas por sus cosas)
antes que el lenguaje se haga de noche
o un cuello tatuado para que lea
el estrangulador.



XII

(el piano le da la espalda al público
(la biblioteca lo tapa todo)
y el pianista no hace
la consabida reverencia)

la rajadura tiene forma de jazz
cosa que no le cuesta trabajo
(aclaración:
ya se hizo la denuncia en la
Defensoría de Animales)
el poema leído
incapaz de hacerle ¡ole!
al toro que por ahora quieto
intuye un color
que le resulta conocido
y que si tuviera él
una única estocada
se daría media vuelta
en su búsqueda de la verdad
¿tragaluces cubiertos de cemento
el frío caliente del veo veo
(lo que a dos octavas de diferencia
puede ser arte asá en vez de así)
su qué tipo de toro queremos?
¿la mesa rinconera
confusa en el centro
del lenguaje?
 ¿la mano le pasamos
por el lomo al tema del momento?
¿o esos raros casos de tomates
donde sus mismas semillas
desde el mismo tomate
crecen dentro?
el fuego no reclama sus cenizas
pero de todo lo que asfixia
la soga se hace responsable
aunque el caballo del comisario
hace que aminora la marcha
y en ese hace
la poesía dominante
nunca da la espalda a cámara
se parece al sol previsto
la espuma del recién
acueductos secos de metáforas
pero bordeados de césped
¡oh, adeptos de la ganadería correcta
larga vida al poema largo
larga vida a sus largos remos
en el desierto!
aquel edificio en la estepa
no se puede comprender
en tiempo presente
sólo se puede interpretar
aquello que ya es demasiado tarde
lo que se ama sin hacer ruido
una ley general huyendo de su madre
y de cada “mi” particular
un yo literal apretado contra la reja
tu pie imaginario borrando escalones en el aire
desentendido ya del párrafo dos y tres
uniendo oraciones con el “y” o con el “o”
como si hubiese una montaña a la que no ir
o hilachas todavía verdes
capaces de darle caballos a lo real
toros reales a lo real
tus pájaros atrapados
cambian rápidamente de tema
(¡oh, policías de la métrica!:
verifiquen si la cinta de medir
continúa midiendo)
cincuenta huevos se comió Paul Newman
un profesor de Letras quiso imitarlo
y terminó muerto
nadie pudo imitar al Manolete
que no le hacía asco
al toreo de frente ni al cite de perfil
ni al toro que lo mató
por el bien de la metáfora
(ya que el número de metáforas
iba en aumento)
¡oh, gato sin cola
que sin embargo
movías algo
en ese sin algo
como volviendo
hacia atrás
un río sí mismo
para corregirse no río!
el pensamiento único
se reclina en su asiento
y narrada desde la cosa
la última gota de sangre
entra en conversación
una actriz de espalda
que aparenta ser un tipo de poema
pero que de repente se da vuelta
como el toro en cuestión
e improvisa el orden de la escena
y ni el puente colgante se mueve
solapada en ese giro a cámara
la poesía nunca pasa
de la palabra a la acción
nunca se llega a la sombrilla clavada
en la oreja del toro
se quiere la oreja con su porque sí
(tachen el verso donde el matador
se llevaba el toro ya doméstico
a su casa)
escolleras que a buen precio
cortan una escena
de la escena siguiente
como un diálogo interrumpido
para no llegar a mayores
y la banda sonora
con premeditación
introduce el suspenso
donde no va
la sombra a demasiados metros
de la sombrilla
(¡ah, este silencio final
picaba más lento
en polvo de ladrillo!)
¿y el toro? ¡bien gracias!
tasando el lenguaje
siente la llave del poema
en el estómago
los huevos estaban mal cocidos
no fue por la cantidad. 

(Del libro: "Tres teclas a partir
de Do". Ed. del autor, 2025)

Javier A. Saleh (Boedo, Buenos Aires, 1976)


Pueden leer más poemas y biografía en entradas anteriores del autor.



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