jueves, 21 de junio de 2018

EL SALVAVIDAS (para Christian Jorge Larsen)


























Yo no podía decirte que no, ese “no...o”,
porque te me había apegado: así,
cuando me bajaste la malla con musculosa mano,
sin saber lo que ocurriría pensé:
ahora tendré otra alma en mi alma
grabada, y otro cuerpo henchido en mi cuerpo,
hasta diría: en mi corazón.
Fue más poderoso el amor que el dolor de la penetración.
Eras bañero. Yo me enorgullecía:
¡Cuántos se habrán ahogado mientras vos te dedicabas a montarme!
Y con los años: ¡cuántos me habrán montado
mientras, viejo, vos perdías el acceso
al mar
al Atlántico
que es feroz y perfecta
perfectamente traicionero!
Y no te comparaba con los dioses griegos
(me abstengo de semejantes boludeces).
Me parecías más bien la rapiña del ave,
los excrementos se adherían a un miembro
¡nada sutil!
cuya premisa mayor era la de no pertenecerme.
(impronunciable, de todos modos, aquel “no...o”)
Es seguro que todavía lo tenés colgando,
so ganso, aunque ahora te condenaron
por una serie, raid, de estúpidos asaltos
—la verdad: nunca fuiste una lumbrera—
Y bien,
y ahora, las locas carcelarias se harán la fiesta.
¡Que no es la misma!


***

Se empieza en la esquizofrenia
digo yo
y se termina en la femineidad
luego de un breve tránsito
por el amor
digo yo
por lo que yo


¡pero cómo me gustaba su cuerpo!



Osvaldo Lamborghini (Buenos Aires, Argentina, 1940- Barcelona, España, 1985) 





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