Alberto Girri por Hermenegildo Sábat, c.1998 Archivo de Jorge Aulicino. Su imagen es la del reformador severo de la poesía argentina.
GIRRI BASICO
BUENOS AIRES, 1919-1991,
Poeta y traductor, fue colaborador de la revista Sur y de La Nación. En los años 40, rompió con la corriente tradicionalista dominante. En 1946 publicó “Playa sola" y luego una larga serie de libros de poesía y reflexión sobre la poesía, junto con versiones de poemas de T.S. Eliot, Wallace Stevens, William Carlos Williams.
Por JORGE AULICINO
Fuente: Revista Ñ -2010
Entre fines de los 70 y comienzos de los 80 del siglo pásado, Manuel Pampín publicó en Corregidor en cuatro tomos la Obra Poética de Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991). Fue esto un punto culminante de la valoración de Girri en círculos lejanos al manípulo de Victoria Ocampo y del antiguo suplemento de La Nación. Sus relaciones habían ubicado a Girri en el campo de lo que, en las turbulentas décadas de los sesenta y setenta, se llamaba “cultura oficial”. Movimientos tendientes a ubicar con mayor equidad y justicia al autor fueron el reportaje que en 1976, en el último número de la revista de izquierda Crisis, publicó Santiago Kovadloff. En 1983, Pablo Ananias entrevistó a Girri para el diario Tiempo Argentino, cuyo suplemento cultural tuvo prestigio en los primeros ochenta. En 1985, quien escribe estas líneas le hizo un reportaje para Clarín Cultura y Nación. Un año antes de la muerte de Girri, junto con Daniel Freidemberg, lo entrevistó para el Diario de Poesía. Esto significa que en 25 años Girri pudo ser rescatado del limbo reaccionario al que se lo había condenado.
Girri, uno de los más altos exponentes de una línea reflexiva y especulativa en la poesía argentina, y el más alto, si se considera América Latina, siguió publicando después de la aparición de aquellos cuatro tomos de Corregidor. Esos libros, no reeditados, contienen un último ajuste de cuentas sobre su poesía, que fue cambiando, libro a libro, en sus más de treinta, aunque siempre ubicada en la misma perspectiva. Especialmente Monodias y Existenciales, publicados a mediados de los 80, son dos libros que parecen clave en toda su amplia producción.
Desde su muerte en 1991, Girri no había sido reeditado. Corregidor entrega ahora una antología, realizada y prologada por Jorge Monteleone, y esto constituye un acontecimiento. Pero, ¡qué pobre resulta aún la consideración de este autor formidable, por parte de los críticos y de los editores! En casi veinte años no se ha reunido su obra completa. Tampoco se reeditaron los libros que publicó después de los cuatro tomos de Corregidor. Sudamericana, sello con el que aparecieron algunos de esos textos, no lo hizo. Pampín acaso no tiene presupuesto para hacer más que lo que hace, y que está muy bien. Ignoro cujál es la situación de los derechos de Girri. No será insoluble.
Monteleone es garantía de una buena lectura cuando se trata de poesía, y de un buen criterio selectivo. Junto con Daniel Freidemberg y Javier Adúriz, está entre los mejores críticos de poesía actual (lamentablemente no es mucho decir en un campo en el que los críticos se cuentan con los dedos de una mano). La selección que ha hecho puede dejar más o menos satisfechos a unos, más a otros, pero es representativa y sirve para exponer el peso específico -que es mucho- de Girri en la poesía argentina. El libro, por lo pronto, abarca hasta su trabajo postumo, Juegos alegóricos, editado en 1993, y cuyo título contrasta con el del último libro que publicó en vida, el escueto 1989-1990.
En el prólogo, Monteleone presenta la figura histórica de Girri, siguiendo aquel derrotero desde el desdén del progresismo hasta la reconsideración entre las generaciones últimas: tanto los neobarrocos, los objetivistas y los neoclásicos, como una parte de la generación de los noventa que sintió su influencia.
Quitarle a Girri el sambenito de sus “relaciones con la embajada (estadounidense)” no era nada, comparado con tratar de que se entendiera su apuesta. Girri tenía fama de severo aristócrata, aunque el bronceado permanente de la piel apergaminada de este hijo de pobres inmigrantes vénetos se debía al sol de la plaza San Martín. Pero además tenía fama de arduo e incomprensible. Era un poeta extremo, para quien toda efusión sentimental constituía un “ornamento”. En los 40, bombardeó la fortaleza formal del tradicionalismo imperante dando rienda suelta al verso blanco. Tradujo la poesía norteamericana e inglesa modernas a verso blanco y verso líbre. Y usó la percepción reflexiva de la tradición anglosajona para postular otro tipo de vanguardia. Toda su obra, o gran parte, está atravesada, además, por el budismo y el taoismo. Su objeto, a la par del de demostrar que vivimos en una realidad aparente (el maya brahmánico), era el de provocar un estado de atención sobre el texto: “Sigue el texto” era su consigna. Pero resulta que texto y objeto querían ser la misma cosa. La ambición tantálica de Girri era que fueran uno lo observado y el observador. Lo que pudo haber sido mera abstracción, nunca se alejó sin embargo del marco concreto de una realidad cotidiana, incluyendo en ella los textos ajenos en los que se inspiraba o a los que comentaba, prologaba, traducía o interrogaba, como a otros tantos objetos. Lo cotidiano era, en Girri, lo común, lo habitual, de lo cual partía. Su propósito, realizar una obra que pudiera ser leída sin referencias temporales externas, sin notas y aun sin firma.
Tal rigor hace por cierto difícil la lectura, sobre todo cuando sus libros comienzan a estructurarse a partir de emisiones de voz que se apoyan en infinitivos, en pronombres, en la segunda persona del singular. Con todo, esta poesía calificada de intelectual es asombrosamente vital. Si aspira al satori que absorbe lo contemplado y al contemplador, no olvida el peso corporal de seres y cosas: vejez, hollemos, pelusa, puertas, pisos, malestares físicos: la celda del monje recorrida por insectos y crepúsculos. Esa espiritualidad fuertemente material de los libros de Girri, enamorado de sus “variaciones en la rutina” que son otros tantos intentos de abordaje de la misma meta, provocan el saludo del sacerdote trapense, poeta y crítico estadounidense Thomas Merton: "La imagen cotidiana del hombre es su enemiga. Debe ser destruida con palabras directas y paradojas. Tal es tu obra religiosa, mérito y sacrificio. ¡Golpea fuerte, Girri, con gracia metafisica!”.
Estos Poemas selectos abren de nuevo la puerta de ese mundo austero y deslumbrante. Un cosmos, diría Whitman. Claro está: no el de Whitman, sino su otra faz. La multitud cambiante whitmaniana en la que uno se fundía era, para Girri, el absoluto en el que ya no se es un hombre de la calle o un hombre en su cocina, sino más bien nadie y todo.
CONTEXTO
Se trata de la primera antología de poemas de Girri publicada después de su muerte. Jorge Monteleone estuvo a cargo de la selección y el prólogo. Incluye también textos sobre poesía y traducciones de poemas de Montale y Eliot.
FRAGMENTO
perseverar / en contradicciones, juntar / lo incompatible, / ÿ con porciones / de cantos banales, referencias/a vaivenes afectivos, guías turísticas, / flores sobre una mesa, pormenores de chistes, / hacer que la consecuencia sean poemas: / lo diurno /y público asociándose a lo secreto, / arduo de soportar... (Lo propio, lo de todos, 1980)
QUE SE DIJO
“Y de igual manera que Donne, Girri buscó no la poesía de la dulzura que todos buscaban en su tiempo, sino esa otra poesía, no menos admirable y ardua, de lo áspero”.
(Jorge Luis Borges, 1965.
Nota del Administrador: En 2010 se publicó otra antología en España de Girri: "En selva de inquietudes" (Antología poética); Selección, edición y prólogo de José Muñoz Milanes, Colección La Cruz del Sur- Editorial Pre-textos.