lunes, 27 de marzo de 2023

LA LEYENDA DE UN 'OREJANO' INDOMABLE



Por SILVANA AVELLANEDA
Fuente: Revista Ñ -2010- 

Al leer la obra de Luis Franco hay que ver ciertos detalles para captar la sutileza, el desborde y profundidad que trasunta, al mismo tiempo, la escritura del catamarqueño. También hay que saber que él mismo, más allá de quienes lo ven como panelista, aforístico, librepensador, es sobre todo un “orejano”. Adjetivo que sintetiza al hombre de temperamento indomable, libertario, carente de dogmas impuestos, que asfixian.

Ateo acérrimo, por paradojas del destino nació en 1898 en Belén, una de las más antiguas fundaciones de los conquistadores en el Norte. Pueblo al que eligió volver para trabajar de labriego pese a los reconocimientos que su obra consiguió en Buenos Aires.

Autor casi desconocido en su provincia por un silencio tal vez buscado o tal vez por su controversial figura, sus obras estuvieron agotadas y no se reeditaron por décadas. Hasta que a finales de 2004, la editorial local Sarquís (propiedad de Eduardo Sarquís) volvió a dar luz a obras de culto como La hembra humana, Cuentos orejanos, Pequeño manual de la desobediencia, también sus poemas,  y tantas otras obras que le valieron censuras y polémicas.

La escritora Celia Sarquís estuvo a cargo de la revisión y compilación de las ediciones de bajo costo para volverlos accesibles al gran público. “Es una tarea difícil querer abarcar con pocas palabras la amplia variedad temática y de géneros de Franco. Y además incluir detalles de su vida, tan importante como su obra, para comprender su naturaleza y destino”, señaló Sarquís.

Manejaba con igual destreza el hacha que la pluma. El propio Franco acotó de sí: “He dicho que no creo casi en nada. Tal vez en la frivolidad maravillosamente trágica del amor. Tal vez en cualquier ídolo, Goethe, por ejemplo, o Whitman. Y eso fue todo”.

Fue por su ateísmo y su carácter intransigente que se lo identificó con el comunismo y con el anarquismo, rasgo que le valió ese ostracismo buscado en el campo y apañado por sus contemporáneos. Franco desmitificaba cualquier adhesión a “ismos tanto en la política como en la literatura”; y se enorgullecía de ser un escritor que vivía del trabajo de sus manos.


Así también rechazó títulos honoris causa de dos universidades, y la invitación de Enrique Banchs para ser miembro de la Academia Argentina de Letras. “Yo, señor, rasgado de ojos y de corazón, limpio de conciencia y de ahorros, de suerte oscura y risa clara, nací y vivo en un lugar tan huido -betle-hemita soy- que amagando juntarse en él los rieles (¿las paralelas no se juntan en el infinito?) el tren no ha podido acercarse...”.
Franco prefirió huir del confort y la cultura de las ciudades donde
"los hombres impiden ver a los hombres”. “El campo me sobornó otra vez con los pájaros chismosos de cielo -confesó-; sus árboles llenos de meditación y de frescura. Oh, su viento, mi profesor de gimnasia y de filosofía.”

Igual, las paradojas de la vida lo llevaron a morir el 1 de junio de 1988 en un asilo de ancianos de Ciudadela (Buenos Aires), marcado por la soledad y la pobreza. Aunque, eso está claro, con la hoguera indómita del orejano intacta en sus ojos.


FRANCO BÁSICO

cATAMARCA, 1998-BUENOS AIRES, 1988. ESCRITOR

Nació en Belén, en su juventud se trasladó a Buenos Aires y allí frecuentó la bohemia porteña junto a Lugones, Horacio Quiroga, Martínez Estrada y Samuel Giusberg, su “hermandad”. Escribió poemas, cuentos y ensayos sobre animales (“Los hijos de Llastay", “Zoología de bolsillo”) e Idolos (“Walt Whitman", “Hudson a caballo”). Entre sus obras se destacan los “Cuentos orejanos”, de 1968.


ASÍ ESCRIBE

Sobre el amor y las pesadillas


“Pedro Carrasco acababa de despertar de una pesadilla sólo para entrar en otra. De veras el campo se iba pareciendo a un gran arrabal del infierno. La gran sequía era como un incendio , reciente, del que sólo quedaban la ceniza y el resquemor.Blancos de polvo hasta las pestañas, hombres y bestias tenían algo de amortajados. Los bofes debían estar ya arrugados como fuelles. Sed antediluviana de agua. Pisaban polvo, respiraban polvo, paladeaban polvo. Tal vez comenzaban a ser polvo ellos mismos.
Pedro Carrasco sentía su corazón cada vez más encogido y tembleque, como mula que baja por un despeñadero.”

(“En un principio fue el polvo", en Cuentos orejanos)

“El gozo del verdadero amor es quizás el modelo más perfecto y armonioso del gozo humano. El gozo compartido no sólo es fecundo en el sentido biológico, sino también en el moral y espiritual. Gozo doble como las alas: se goza por sí mismo y por el gozo que se ofrenda al ser amado. Aunque nosotros no tengamos conciencia de ello, alguien se alegra en nosotros de crear más vida”.

(“La hembra humana”, ensayo)



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