martes, 7 de marzo de 2023

"EL ARTE TRANSFORMA EL DOLOR EN ALEGRÍA"


Fotografía del autor: Eduardo Tropia.

Tras más de treinta años de ausencia, el gran poeta brasileño regresó a Buenos Aires, donde vivió sus años de exilio y escribió uno de sus poemas más celebrados. En esta entrevista recuerda aquella época, habla de su infancia y, aunque se declara optimista, señala la intolerancia que hay en el mundo.

POR HÉCTOR M. GUYOT
De la Redacción de La Nación-ADN, 2008

Era un cónclave de brasileños en Buenos Aires. Corría el año 1975, y muchos presentes se habían exiliado de su país, gobernado por los militares de la Alianza Renovadora Nacional. Entre ellos, el dueño de casa, Augusto Boal, dramaturgo y director que impulsaba por entonces el Teatro del Oprimido, y un poeta de 45 años a quien Vinicius de Moraes conminó a recitar, para las diez personas allí reunidas, un largo y afiebrado poema recién escrito que aún nadie conocía. Esa lectura conmovió tanto a Vinicius que insistió en hacer una grabación, y así se llevó el poema y la voz del poeta a Río de Janeiro. Allí corrieron las copias clandestinas que se compartieron en reuniones similares, hasta que un valiente decidió editar el poema y un año después, gracias a su repercusión en la opinión pública, el poeta decidió volver a Brasil, donde fue detenido y sometido a un interrogatorio de tres días. Movilización de intelectuales y amigos mediante, finalmente recuperó la libertad.

El poeta es Ferreira Gullar, nacido como José Ribamar Ferreira en Sâo Luís, capital de Maranhão, en 1930. La llave que lo devolvió a su tierra, Poema sucio (el intento de rescatar su infancia y de dar testimonio de su paso por el mundo resultó la obra más celebrada de quien es hoy el mayor poeta vivo de Brasil, y sin duda uno de sus escritores más respetados y queridos.

“Llegué a Buenos Aires desde Chile, después de la muerte de Allende, justo el día en que Perón murió y asumía Isabel en el gobierno. Había un clima muy raro. Yo estaba en la clandestinidad y no podía irme a Uruguay, Paraguay o Bolivia, porque eran todas dictaduras. Se sabía que la policía secreta brasileña actuaba también aquí y empecé a escribir Poema sucio convencido de que era la última cosa que hacía en la vida. Quise poner allí todo lo que tenía para decir”, cuenta a adn cuLTURA Ferreira Gullar, un hombre flaco y largo de lacia melena blanca que a los 78 años ríe como un niño y que pasó de visita por Buenos Aires para presentar la primera edición argentina de este poema-río escrito entre mayo y octubre de 1975, en un departamento de la avenida Honorio Pueyrredón.

Publicado por Corregidor en edición bilingüe al cuidado de Paloma Vidal y Mario Cámara, con textos críticos de Davi Arrigucci Jr. y Vinicius de Moraes, Poema sucio fue traducido por Alfredo Fressia, que volcó en un lenguaje rioplatense el portugués nordestino de
Gullar, en el que laten el sol, los ríos y la vida de São Luís de Maranhão. También la traducción es el final de una larga historia: incansable, Vinicius, después de llevar el poema a Brasil, volvió a Buenos Aires para hacer una traducción a muchas manos de la que, además de él mismo y otros amigos, participaron Eduardo Galeano y Santiago Kovadloff. Aquella versión iba a ser publicada por Ediciones De la Flor, pero la iniciativa naufragó cuando el editor Daniel Divinsky partió hacia el exilio.

Gullar está encantado con el libro, que incluye además los poemas de En el vértigo del día, otro libro suyo, en versión de Vidal y Cámara. Pero más lo entusiasma, parece, el hecho de poder caminar de nuevo por las calles de esta ciudad a la que nunca regresó desde 1977, y volver a encontrarse con amigos a los que lleva décadas sin ver. Entre ellos, el pintor Luis Felipe Noé y su mujer, a quienes solía frecuentar en esos días en los que sobrevivía, lejos de su familia, gracias a las clases de portugués que daba, y en los que se vio envuelto en un éxtasis creativo que nunca más lo visitó con la misma intensidad. “No tenía mucho que bacer, salvo cocinarme, y en los meses en que escribí Poema sucio pasaba las horas en un estado de levitación, en un viaje, como bajo los efectos de una droga. Escribía casi sin pensar. Jamás volví a sentir ese estado de inspiración tan profunda. Cuando me preguntan si soy el poeta Ferreira Gullar, respondo que sólo a veces. El estado poético surge inesperadamente y no dura todo el tiempo.”


¿Por qué ese nombre para el poema?

-Sentí que ése debía ser el nombre. Sólo mucho después descubrí que lo había elegido porque quería hacer un poema que no tuviera ningún compromiso con estilos o normas que yo había adoptado antes. Era estilísticamente sucio. Por otro lado, quería hablar de todo, sin restricciones, desde mi experiencia sexual hasta la miseria y el sufrimiento del pueblo brasileño. Como si hubiera sido el rey Midas, confiaba en que todo lo que tocara se convertiría en oro.

-¿Cómo era su vida en Buenos Aires en aquellos años?

-Empecé a crear hábitos. Veía a amigos, argentinos y brasileños. Caminaba por Corrientes y frecuentaba sus librerías y sus bares. Recuerdo una vez, era domingo de Carnaval, y yo, que en Río solía visitar las escolas do samba, caminaba por la calle Florida con una tristeza sin fin. Me senté en un bar, al sol. Era difícil saber que en tu ciudad todo el mundo estaba de fiesta mientras aquí se vivía la tristeza de un domingo cualquiera. Pero durante la escritura de Poema sucio estuve concentrado en una tarea que me daba alegría. Cuando el poeta escribe sobre las cosas más dolorosas, transforma el sufrimiento en alegría. El arte tiene esa magia.

-El poema mismo vacila entre el dolor y la alegría. Pero prevalece la afirmación de la vida. Lo mismo se manifiesta en la cultura y en la música de su país.

-Es verdad. En las escolas do samba, por ejemplo, la mayoría no tiene dinero o vive con dificultad, pero a la hora de celebrar ponen todo lo que tienen y hacen la fiesta. Esa idea de que el pueblo es triste es falsa. Que la injusticia no debe ser tolerada, sí, pero la idea de que las personas pobres están desesperadas y tristes porque son pobres es una ilusión. Ellos quieren vivir y viven como pueden. Ésa es una lección de vida y de confianza en la vida. Es curioso: el diario O Globo publicó la semana pasada una foto mía de 1975, tomada
por un amigo que vino a visitarme a Buenos Aires yo me estoy riendo. Mi cara expresa alegría. Yo mismo me sorprendí de verme así.

-Poema sucio es un rescate salvaje de la infancia. ¿Siempre la llevamos encima?

-Allí comienza todo. Yo soy hijo de São Luís, una ciudad azul, de luz densa, que extrañé cuando llegué a Río. Era una ciudad chica, donde en la avenida se oía el ruido del viento entre los árboles. Ese ruido, esa música, aquella luz, los bajos adonde iba a pescar cangrejos, constituyen la materia de lo que soy. Vengo de una familia pobre y vivía mucho en la calle, vagabundeaba mucho. Mi padre tenía un pequeño almacén donde vendía fruta, arroz y cereales. Aún llevo conmigo todas esas imágenes. Las personas que matan al niño que llevan dentro quedan empobrecidas, porque es el niño el que sueña, el que no tiene límites en su afecto, ni juicios o preconceptos.

Interrumpimos la charla en el hotel Wilton y junto con la hija del poeta, Luciana, nos subimos a un taxi rumbo a San Telmo. Gullar va a reencontrarse con Luis Felipe Noé. En el camino hablamos de Caetano Veloso y de Maria Bethânia, que hasta hace poco abría uno de sus últimos shows, Brasileirinho, con la imagen filmada de Ferreira Gullar leyendo “O Descobrimento”, un poema de Mário de Andrade. Todos coincidimos en que Bethânia ha alcanzado una madurez artística extraordinaria. Y Gullar recuerda que él y su mujer, la actriz Thereza Aragão, integraban el grupo de artistas e intelectuales que dirigía el Teatro Opinião cuando, en febrero de 1965, una Maria Bethânia de 18 años reemplazó a Nara Leão y le dio un comienzo mítico a su carrera. “Cuando Thereza la vió, pensó que no podría reemplazar a Nara -cuenta Gullar-. Pero cambió de opinión apenas la escuchó cantar.” Maria Bethânia ha dicho que Thereza y Gullar (uno de los autores de aquel espectáculo) están entre las personas “más lindas” que ha conocido en su vida.

En la casa de Noé, Gullar se abraza con el pintor y su mujer. Sentados a la mesa, tras un brindis, rodeados de las obras del artista que cubren las paredes, empiezan a aflorar los recuerdos. Las cámaras de Televisión América Latina (TAL), productora de contenidos para la región que está filmando un documental sobre el poeta, capturan fragmentos de la conversación. Los Noé evocan el día que invitaron a Gullar a una casa que habían alquilado en una isla del Delta. El poeta llegó antes que ellos, que venían retrasados. Desde la lancha colectiva lo vieron sentado en el muelle, las piernas largas colgando sobre el río y la mirada absorta en las aguas. ¿Estaría buscando allí el río Anil, de São Luís? ¿Estaría viajando por su poema?

Gullar, que ha sido comunista con viaje a la Unión Soviética incluido, aún cree en alguna forma de utopía. “Yo soy un optimista profesional -dice-, aunque la situación del mundo es preocupante. Con el fin del socialismo, se pensó que llegaría un tiempo más pacífico, sin amenaza de guerra nuclear, pero es sorprendente la división que hay en el mundo. El fanatismo, el terrorismo, hombres-bomba que se matan para matar a otros... ¿Qué se puede hacer contra una persona que no da importancia a su propia vida? Otro asunto grave es la droga, que se infiltra en la juventud y es un negocio muy complicado. Pero hay cosas positivas, como la ciencia y la tecnología. Voy a decir una locura: tal vez la tecnología resuelva los problemas del mundo.”

-¿De qué manera?

-El capitalismo, que nació del proceso histórico y es salvaje e injusto como la naturaleza, pero también creativo como la naturaleza, resulta prácticamente invencible. Lo que se puede hacer es modificarlo para que sea menos injusto. La tecnología nos llevará a un punto en que las máquinas producirán solas a escala gigantesca. Las personas quedarán desempleadas. No hay trabajo, no hay salario, no hay dinero, no hay quien compre. Van a tener que entregar la producción -se ríe por la ocurrencia-. Pero no sé, yo acostumbro a decir que la sociedad es cuántica y no newtoniana.

-¿En qué sentido?

-La física cuántica se rige por el principio de la incertidumbre, ésa es su ley básica: la partícula puede estar aquí o allá, o puede estar y no estar al mismo tiempo. En la física en cambio, las cosas
ocupan un lugar determinado. Yo creo que la sociedad tiene una complejidad que excede a la razón. En todo caso, el hombre tiene que luchar contra el azar. Es Dios o el azar. Y el azar es una bala perdida que te puede llegar en cuaquier momento.

-¿Usted en qué cree?

-Creo que este mundo no tiene explicación. Yo por lo menos no puedo explicármelo -dice y levanta los hombros-. Seguramente Dios no existe. El hombre inventó a Dios para que Dios lo crease.
Gullar ríe otra vez: un chico que ha cometido una nueva travesura.


Ferreira Gullar (São Luís, Maranhão; 1930-Río de Janeiro, 2016)


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