La piedra es la criatura
perfecta
igual a sí misma
vigilante de sus fronteras
exactamente repleta
de pétreo sentido
con un aroma que a nada recuerda
a nadie espanta no despierta codicia
su ardor y frío
son justos y están llenos de dignidad
siento su duro reproche
cuando la apreso en mi mano
y su noble cuerpo
absorbe el falso calor
-Las piedras no se dejan domesticar
hasta el final nos mirarán
con su mirada tranquila clarísima
UN PAÍS
En la misma esquina de este viejo mapa hay un país que añoro.
Es la patria de las manzanas, las colinas, los ríos perezosos, del vino
agrio y el amor.
Por desgracia una gran araña tejió sobre él su tela
y con su viscosa saliva cerró las puertas del sueño.
Y es siempre así: el ángel con la espada de fuego, la araña
y la conciencia.
Zbigniew Herbert (Lvov, Ucrania, 1924 - Varsovia, 1998)
(Traducción: Xaviero Ballester)
-Edición no bilingüe-.
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