Pienso en poesía y en poemas y mentalmente
construyo oraciones dentro de alguna elucubración
teórica del momento que enseguida se desarticula
y desaparece mutando en otra agitación diferente...
como
“crúzalo al mar al bies” es un prurito barroco
en una piel de observación común y descriptiva.
Mi pobre gran cactus de la entrada trata
de echar raíces en el escalón de mármol...
búsqueda del haiku de eso...
el cactus
busca entrarle
al mármol
Hacerle cosquillas ahí en las carnecitas de la entrada
con la lengua en puntín y poniendo en esa lanza la energía
del toque
unas cosquillas apenas de ultrasuave contacto y deslizantes
que hacia el vagar eléctrico impulsen alaridos vivoreos
zigzagueantes entre neuronas y tejidos y partes
rincones de hueso blanco y resbaloso.
La industria debe tender a producir objetos duraderos!
Es muy fácil producir un calzado eterno para una persona...
bueno...lo que es un zapato a medida
hechos por un experto.
A mis zapatos ortopédicos de niño deforme
los hizo un viejito de Colón,
hasta su casa viajamos para que me tome las medidas,
desde ahí usé zapatos ortopédicos pesados irrompibles,
de los 11 a los 16 y así me salvé de que me operaran los pies...
Unos golazos terroríficos, le daba con todo
de puntín con los zapatos
contra el arco pintado en la pared
del Ateneo Infantil de Concordia
reventaban los pelotazos contra el muro
de mis patadas ortopédicas,
mojábamos la pelota en la canilla
para que se vea bien dónde había pegado,
era divino dejar cimbrando
la columna de hierro del tablero de básquet.
Primero prohibieron patear de punta,
igual se las metía todas porque estaban asustados,
después prohibieron jugar con zapatos
y ahí sí quedé afuera...
Mi mamá fue a hablar con la directora del Ateneo,
a decirle que yo solo podía ponerme los zapatos ortopédicos
porque tenía los pies sin arco casi para operar...
Volví a la canchita y nadie me marcaba
los ortopédicos eran de hierro y quebraban
les quitaba la pelota y la estrellaba
adentro del arco pintado
sobre el paredón trasero de la iglesia capuchina.
Los otros chicos dejaron de ir al Ateneo
y yo nunca aprendí a jugar muy bien al fútbol.
(De: Cabeza de buey,
Lomo, 2017)
Daniel Durand
Daniel Durand. Poeta argentino. Nació en Concordia, Entre Ríos, en 1964, vivió en Buenos Aires, hasta 2015, año en el que se fue a a vivir a Filipinas, donde reside actualmente. Fundó la revista 18 whiskys, y las editoriales, Ediciones del Diego y Colección chapita, está última sólo dedicada a los poetas jóvenes y a las traducciones de poetas extranjeros. En Ediciones del Diego, que codirigía con los poetas José Villa y Melissa Bendersky, publicaron la mayoría de los poetas de los 90', e incluso algunos que recién se iniciaban y después se hicieron muy conocidos. Libros publicados: Vieja del agua y El terrible Krech (Ediciones del Diego); La maleza que le crece, Segovia (Selecciones de Amadeo Mandarino), El cielo de Boedo y Ruta de la inversión (Gog y Magog) y El estado y él se amaron (Mansalva), entre otros. Tradujo a Tu Fu, John Berryman, Craig Raine,Peter Ackroyd y Delmore Schwartz, entre otros. Es, junto a Fabián Casas, el crack de los poetas de los noventa; también uno de los más visibles de eso que la crítica ha dado en llamar "generación de los 90'".
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