No es que leamos mal los signos.
Es que las cosas no son signos.
Andan solas, tan sueltas
que pueden deshacerse.
No bailar la última pieza
sino la anteúltima
y la última escucharla
llevando el ritmo con los dedos
en la mesa de vidrio
no es falso amor.
Erramos si alguna vez
creímos en esto.
(sólo una teoría)
...cambiar de tren en Pisa
donde se han mezclado los andenes, los
carteles
a mano
traen indicaciones erróneas,
tachaduras...
cruzar dos veces el mismo
pasaje
subterráneo
para
salir al mismo andén, donde llegará o
no
llegará el tren,
enfocando
sin anteojos las señales...
...estar
en el mundo como en un tejido
que se
sostiene en estaciones y aeropuertos
-y en
cada punto titilante hay un amor:
que el
mundo esté lleno de amor
tan al
alcance de la mano
y sin
embargo uno vaya cambiando
de
tren, cansado, silencioso,
eligiendo
sin mucho pensar un hotel,
un bar,
un baño,
una
ventanilla a favor o en contra de la marcha.
Así
junto con el viento marino y la luz
que
cesa ante un túnel para luego
reaparecer,
el amor puede también acariciar
entrando
por la ventanilla
sin
necesidad de separarse de los otros elementos.
AUNQUE LA OBSERVEMOS DURANTE HORAS
No conocemos a Janet más que por su retrato.
Sin embargo pensamos en ella
en su costumbre
de elegir distintos duraznos de la frutera
para cortar de cada uno la mejor parte.
A veces pasa
que todo lo que podemos saber
de alguien en el mundo
es esto: se sienta junto a la ventana,
toma café, mastica, busca
con el cuchillo el punto tierno
de la fruta.
Trompa de Falopo, 1996.
Laura Wittner (Buenos Aires, 1967)
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