miércoles, 21 de noviembre de 2018

SEGÚN SUS DESEOS


























Antes de morir papá anunció
que sus cenizas debían ser esparcidas en el mar.
Era uno de esos hombres
que no quieren su nombre tallado en granito.
El cinturón lo había colgado sobre una mantequera vieja
y si no nos portábamos bien
lo agarraba y nos daba en la espalda.
Más tarde, borracho,
a la mantequera la hizo pedazos de una patada
y el cinturón se cayó al piso. Allí descansaba
como una serpiente enroscada floja
con una lengua de latón.
Hacían falta todos los hijos
y la madre para arrastrarlo a la cama
y ni el pantalón pudo llevarse,
quedó tirado en la puerta como una piel que se mudó.
Era uno de esos hombres
que no quieren su nombre tallado en granito.
Nos lo marcó en la espalda con mandíbulas de latón.
Fuimos a buscar sus cenizas al crematorio
y guardamos la urna dentro de un morral Marimekko negro.
Y nos hicimos a la mar.
Mi hermano remaba y mi hermana indicaba el camino.
Los remos graznaban un salmo y el viento se levantaba en ráfagas
sacándole virutas al sol.
Encontramos en alta mar un lugar adecuado
y mi hermano desenroscó la tapa de la urna.
Acordamos que cada uno esparciría una parte de las cenizas.
Lo acordamos con total beneplácito.
Yo vacié mi parte de la urna en el agua.
Las cenizas se esparcían en las ondas
y formaban una figura gris.
Parecía que papá buscaba su forma debajo del agua
y el más allá se nos develaba por un instante.
Cerca pero inalcanzable.
Cuando mi hermana empezaba a esparcir las cenizas, el bote giró
y mi hermano y yo quedamos a merced del viento.
Una ráfaga alcanzó las cenizas
y nos la echó encima.
Mi hermano intentó girar el bote pero no llegó a tiempo.
Las cenizas nos penetraron los ojos, la boca, los pliegues de la ropa
y el pelo erizado por el viento.
“Mierda”, dijo mi hermano. Eso fue todo.
Intentamos combinar el dolor y la risa.
En la orilla, con las cenizas aún crujiendo en los dientes,
dije, en un muñón del habla,
que papá nos fajó por última vez.
Era uno
de esos hombres
que no quieren su nombre tallado en granito.
Nos lo grabó en el interior.



Tomi Kontio


(Traducción: Cristian De Nápoli)




Tomi Kontio. Poeta finlandés. Nació en 1966 en Helsinki, donde vive. Según Cristian Di Napoli es reconocido como el poeta más sólido de los surgidos en los últimos quince años en Finlandia. Figuran entre sus libros: Bajo un cielo de salón bailable (1993), Disco del Opilo (1996), En la copa del cielo (1998) y A un palmo del cielo (2004). También relatos y una novela para niños. Ha obtenido numerosas distinciones por su obra, compuesta de una antología de novelas cortas, dos novelas y dos libros de fantasía para jóvenes. Sus poemas han sido traducidos a ocho idiomas. Fue invitado a la Feria del Libro 2006, oportunidad en que la Editorial Black & Vermelho, publicó su primera antología de poemas en castellano: "Anobium Pertinax", traducidos por Lumi Eronen. 





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