DIARIO
1
Necesidad del día. Incidencia de las horas en el único rayo.
La ansiedad de lo que se espera es fugaz. Lechosa y rosada
luz de los amaneceres húmedos —todo parece ahora
distante.
2
El sol de enero impregna el aire con ardor árido.
Quiero recomenzar. Es un ejercicio de abstención -el
desarrollo de la sensibilidad del aire.
«la canción de los pinos» —nombra Darío.
3
Días en que el sol abre un manto grave, denso. Y la lluvia
imaginada es como una lámina de hojalata.
Todavía, francotirador de los domingos, me lanzo al chillido
de los pájaros.
Hierba rala.
Me embriago con la luna, con los nombres de las quejas.
Cae el silencio: mi montaña, mi torre.
4
Es la tarde la que es eterna, la que deposita la melancolía
sobre los párpados, la que me hunde en esta marea de
espacios.
El punto relativo es el velo del dolor. No puedo caminar
más que entre árboles.
¿Eres nueva en el puente invisible? —dicen.
Transfórmame, amado mío, haz que crezca en lo
perecedero, en la muerte de mi infancia.
10
El verano complace una parte del deseo del cuerpo —pero
ese deseo no estaría sin la luz de ojos en la edificación
de los objetos.
Objetos lacustres, tapiz terreno, espejos. No puedo unir
partes ni átomos, ni brazos. Atolladero carnal —con el peso
de los días suplantar la fuerza de los montes, la atrofia
de la dicha.
Salvaje caducidad, inmóvil.
11
Me duermo sobre esta tierra acre.
Quejas —un túmulo de ruinas de las que surge la «boca de
la esfinge».
Sombras en el borde del mar, mientras me duermo.
Imposibilidad de soportar la debilidad de las puertas.
13
No puedo adaptarme al comienzo —y eso, en realidad, solo
al comienzo. El futuro es como un hueco, al que se tiene la
ilusión de llenar. ¿Pero qué es, sino el descenso hacia el fin
de nuestros días, el hundimiento en ese espacio difuso, en
ese tiempo difuso, en que no seremos?
La palabra de la finitud es un alimento de gestos aparentes,
de sueños frágiles. La experiencia de la finitud nos libera de
la posesión, de la distancia, de la idea de la continuidad, de
los alcances del dolor.
No puedo adaptarme al comienzo. Y vuelvo a comenzar. Y
vuelvo a comenzar. ¿Qué ha cambiado en el transcurso de
estas horas, de estos días, de estos años? Pierdo lo vago del
olvido y bebo en la ansiedad.
El sol de raíces verticales, la fatalidad de cristales de imán.
18
¿Qué es lo que recomienzo? —la escritura, la escritura que
pretende ser una lectura, tamizar con los signos la espesura
del mundo. Y el mundo siempre se configura para sus fines,
y la contemplación solo se desarrolla en analogías.
La escritura como analogía —y no como expresión:
construir otra naturaleza sin moral, sin biomas. Entonces
eso: una experiencia de abstención y una construcción
poética que exhiba su desarrollo como su símbolo, a la vez
vacío de referente, vacío de explicaciones, aislado de ideas.
19
Extravío. Vuelvo sobre el bosque y sobre la idea del bosque.
Voy errando, con un sueño que se corta al amanecer, y en la
noche se repite, como una tela celeste o astral —indivisa en
sí, sin espesura.
******
Boomerang Naturae *
Ahora que el desierto avanza,
la sequía avanza,
empezaste a recordar el lugar
en que el hilo ovillado
tiene la punta
-la sed impetuosa confía en su fin.
En los escombros de los terrones desgranados
lo exuberante es un sueño de afrenta:
talada está la selva para que crezca
necesidad de opulencia
y los otros sean otros
siempre tenaces para atravesar
el destino con sus dientes.
* Publicado en Germán Weissi y Laura Mazzini (eds.), Poesía manuscrita, vol. 2, Buenos Aires, s. ed., 2009.
(Del libro: Boomerang naturae,
poesía reunida (1976-2022),
emecé,2025.)
Liliana Ponce
Liliana Ponce nació en Buenos Aires en 1950. Egresó de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires. Desde muy joven frecuentó círculos de poetas e intelectuales. Primero se la vinculó con los grupos en torno a las revistas Último reino y La Danza del Ratón; más tarde, con quienes colaboraron en la redacción de la revista tsé-tsé. Realizó lecturas en numerosos ciclos de poesía y participó de encuentros poéticos en Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica y Uruguay. Es estudiosa de la escritura, la literatura y las religiones de Japón, cultura con la que tomó y mantiene contacto desde sus años universitarios. Publicó los libros de poesía Trama continua (1976; Primer Premio Fondo Nacional de las Artes), Composición (1984), Teoría de la voz y el sueño (2001), Fudekara (2008), Paseante y huésped (2016), y las plaquetas Atención /Intención (2011) y Poiesis para unir discursos partidos (2019). Una antología de su obra, Mi jardín salvaje, fue publicada en 2020 en Colombia. Se desempeñó como docente y fue correctora y redactora en distintas editoriales. Vive y trabaja en el barrio de Flores.
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