El día que mis ojos miraban de otra forma, desde la mesa de siempre
donde pasaba horas leyendo a los malditos
bebiendo como si mis días fuesen interminables
una revelación, un rayo en mi mente
me mostró que a veces la realidad
no es más que una ilusión, un engaño fabricado por vaya a saber
qué extraño mecanismo
dejé un momento a Rimbaud, en ese libro viejo
que exhalaba humedad
coloqué mi vaso a la izquierda de él
y mientras le pedí disculpas, me acerqué a la mesa
donde Lenin charlaba con Greta Garbo,
ella tomaba un martini y él su vodka de siempre
la mirada de Greta, absorta y claramente perdida
por el discurso revolucionario de Lenin
hacía que la escena, que veía en blanco y negro
resultara una puesta cinematográfica de los años 30
a esa altura, el bar ya no era el del barrio de Pompeya
sino un bistró que estaba a metros de la estación de subtes de Moscú
al que solía venir asiduamente en otra vida
para llegar a la casa de Esenin o Maiakowski
los ojos grises de la Garbo, fijos en el perfil de Vladimir
daban cuenta de otra cosa, muy lejana a la dialéctica de nuestro héroe
y más próxima a la bella idea de lo romántico
nada en ella parecía hablar de plusvalía o revoluciones
lo suyo era belleza y glamour en estado puro
la escena cambiaba del blanco y negro, a un abanico de ocres
o se mostraba congelada, simplemente, como una foto
de repente, los tres reíamos, sin saber muy bien porqué
pero ese trueno, que se anticipó al diluvio, puso las cosas en su lugar
Greta volvió a ser la melancólica camarera de ojos tristes y mirada cansada
Lenin volvió a ser el plomero que pasaba por su ginebra cotidiana
solitario y hosco como siempre
retorné a mi mesa
donde planificamos con Arthur dejar de escribir poesía
y escapar para siempre al África.
CRIMEN Y CASTIGO
El condenado a muerte escribe un poema conmovedor
el poema lega hasta un niño que decide hacerse escritor
a raíz de la lectura de aquel texto
el niño crece y el destino lo convierte en otra cosa
el día de la ejecución del criminal
el que le coloca la capucha es aquél chico que soñaba escribir
y el condenado soy yo
que te dejo esto, que parece un poema
pero sólo es una despedida.
Andrés Bohoslavsky
Andrés Bohoslavsky nació en Río Negro, República Argentina, Patagonia, en 1960. Colaborador del sitio de literatura beat, dirigido por Sergio Rigazio; colaborador permanente de Verulamium Press, St.Albans, Inglaterra, dirigida por Robert Gurney. Publicó "China ocho milímetros" (La luna Que, 2004); "El ghetto de Vincent" (texto adaptado para teatro/Holanda-Rusia); "Casi un asesino y otros poemas" (Vela al viento, Comodoro Rivadavia, 2007); "El río y otros poemas" (bilingüe, St.Albans/Inglaterra); "The river and other poems"(Verulamium Press, traducido por Rober Gurney, 2004) y La camarera que se creía Greta Garbo y el plomero que soñaba ser Lenin y Otros poemas (La Carta de Oliver, 2016)
1 comentario:
Poeta desconocido para mí, hasta ahora. Su poesía "rara, como encendida", me encantó.
Gracias, Marcelo.
Susana Tosso.
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