En invierno, en una pequeña habitación, un hombre y una mujer
Han hecho el amor durante horas. Exhaustos,
Ocupados en secarse el sudor el uno al otro,
Se cruzan de repente la mirada y se ríen.
"¿Qué pasa?", dice él. "No te entregas del todo",
Dice ella, una mujer a la que no le gusta caer
En tópicos. Le recorre el pecho con los dedos,
Tamborilea como si tanteara el efecto.
Él dice, "Tampoco a mí mismo". Y ella, que vuelve a
Sentirse ella misma, "¿Quieres decir que no estás satisfecho contigo mismo?"
"Eso quiero decir", le acaricia los brazos y le da un meneo,
"¿A qué crees que se debe?" Ella levanta la cabeza
Y lo mira fijamente. "¿De verdad quieres saberlo?"
"Sí", dice él. "Te aborreces a ti mismo", dice ella. "anhelando ser Dios".
La besa de nuevo. "No es que sea eso", se encoge de hombros,
"Sino que viene de ahí". Le besa la boca amoratada
Por segunda vez, y una tercera. Años después, en otra ciudad
Están cenando en un restaurante tranquilo cerca de un parque.
Otoño. Aquel día temprano mucha lluvia: hojas color brasa
Y carmesí, volando por todas partes. Veinte años mayor,
Sigue siendo muy hermosa. Una persona austera. Se ha convertido,
Le dice, en una jardinera obsesiva, las hijas se hicieron mayores.
Él intenta que no la pueda el amor o el dolor
Porque ve que ella no tiene manos. Supone
Que las habrá regalado. Imagina,
Con total claridad, cómo se despierta algunas mañanas
(tiene un recuerdo muy vivo de su juventud, estirándose
Al despertar, enrojecida, abriendo los ojos)
COn un ataque de pánico porque no puede recordar
Lo que hizo con ellas, por qué han desaparecido,
Y entonces se acuerda, y se tranquiliza, luego el día
Vuelve a tomar su rumbo cotidiano.
Ella le pregunta si piensa en ella. "Pocas veces",
Le dice, sonriendo. "¿Y tú?" "No demasiado", le dice ella,
"Puede que sea porque nunca formamos parte del tiempo".
Observa sus largos dedos, sus manos de pianista,
O de jardinera, fuertes, trabajadas, cuando ella juega
Con su copa de vino y él comprende, vagamente,
Que deben ser sus propias manos las que han desaparecido. Luego
Le cuenta que ha estado todo el día
Con alguien que ambos habían percibido, hace muchos años,
COmo superior. "Ya conoces la expresión:
Un perfecto idiota" le había dicho ella y a él le gustó mucho aquel tono
De voz. Ella empieza a contarle la historia de una empresa
En Maine que le sirve semillas, empieza con una refugiada
Polaca que se casó con un separatista franco-canadiense del Québec.
Es una historia que pega unos giros muy sorprendentes y con una extraña
Flor de lis de chocolate al final. Él la escucha,
Observa su rostro, concentrado todavía en lo que le cuenta.
Concluye que ella piensa de una forma más abstracta
Que él y que parece ser lo que la ha salvado
De todo su pesimismo, de cierto tipo de dolor.
Ella se sorprende pensando en lo literal que es él,
Se da cuenta, como si lo fuera recordando, por el placer
Que le causa el menú, la cocina, la arquitectura de la sala.
Eso la conmueve -del modo en que esa grave limitación
Pueda conmover-, se siente enternecida por lo que le atrae,
También por lo que fue para ella. Ella ve su propia avidez
Por vivir entonces, o por no haber vivido sería más exacto,
Desde una distancia, igual que un conductor puede ver desde la carretera
Un ciervo sobresaltado cruzando un campo abierto bajo la luvia.
Algo efímero. Aquí y nada. La muerte lo hizo intenso,
Si no la muerte exactamente, piensa en
criaturas aigtándose en una pila de abono, luego, el tiempo.
Robert Hass
(Traducción: Jaime Priede)
THEN TIME
In winter, in a small room, a man and a woman
Have been making love for hours. Exhausted,
Very busy wringing out each other's bodies,
They look at one another suddenly and laugh.
"What is this?" he says. "I can't get enough of you,"
She says, a woman who thinks of herself as not given
To cliché. She runs her fingers across his chest,
Tentative touches, as if she were testing her wonder.
He says, "Me too." And she, beginning to be herself
Again, "You mean you can't get enough of you either?"
"I mean," he takes her arms in his hands and shakes them,
"Where does this come from?" She cocks her head
And looks into his face. "Do you really want to know?"
"Yes," he says. "Self-hatred," she says. "Longing for God."
Kisses him again. "It's not what it is," a wry shrug,
"It's where it comes from." Kisses his bruised mouth
A second time, a third. Years later, in another city,
They're having dinner in a quiet restaurant near a park.
Fall. Earlier that day, hard rain: leaves, brass-colored
And smoky-crimson, flying everywhere. Twenty years older,
She is very beautiful. An astringent person. She'd become,
She said, an obsessive gardener, her daughters grown.
He's trying not to be overwhelmed by love or pity
Because he sees she has no hands. He thinks
She must have given them away. He imagines,
Very clearly, how she wakes some mornings,
(He has a vivid memory of her younger self, stirred
From sleep, flushed, just opening her eyes)
To momentary horror because she can't remember
What she did with them, why they were gone,
And then remembers, calms herself, so that the day
Takes on its customary sequence again.
She asks him if he thinks about her. "Occasionally,"
He says, smiling. "And you?" "Not much," she says,
"I think it's because we never existed inside time."
He studies her long fingers, a pianist's hands,
Or a gardener's, strong, much-used, as she fiddles
With her wineglass and he understands, vaguely,
That it must be his hands that are gone. Then
He's describing a meeting that he'd sat in all day,
Chaired by someone they'd felt, many years before,
Mutually superior to. "You know the expression
'A perfect fool,'" she'd said, and he has liked her tone
of voice so much. She begins a story of the company
In Maine she orders bulbs from, begun by a Polish refugee
Married to a French-Canadian separatist from Quebec.
It's a story with many surprising turns and a rare
Chocolate-black lily at the end. He's listening,
Studying her face, still turning over her remark.
He decides that she thinks more symbolically
Than he does and that it seemed to have saved her,
For all her fatalism, from certain kinds of pain.
She finds herself thinking what a literal man he is,
Notices, as if she were recalling it, his pleasure
In the menu, and the cooking, and the architecture of the room.
It moves her - in the way that earnest limitation
Can be moving, and she is moved by her attraction to him.
Also by what he was to her. She sees her own avidity
To live then, or not to not have lived might be more accurate,
From a distance, the way a driver might see from the road
A startled deer running across an open field in the rain.
Wild thing. Here and gone. Death made it poignant, or,
If not death exactly, which she'd come to think of
As creatures seething in a compost heap, then time.
Robert Hass. Poeta estadounidense nacido en San Francisco, en 1941. Traductor y crítico. Muy conocido en Estados Unidos tanto por la temática de sus obras como por la actitud que prevalece en sus poemarios. El alcoholismo de su madre es uno de los temas más relevantes de su poemario de 1996 Sun Under Wood. Durante la década de 1950 se aproximó a las figuras de Gary Snyder y Allen Ginsberg, hecho que motivó su cercanía a la estética beatnik. Tras licenciarse por la Escuela Católica de Marina, en 1958 comenzó a interesarse por el orientalismo y a prestar, en consecuencia, atención a manifestaciones literarias como el haiku. Está casado con la poetisa y activista contra la guerra Brenda Hillman. En estos momentos ostenta el cargo de canciller de la Academia Americana de Poetas, es uno de los administradores del Premio de Poesía Griffin, y centra sus esfuerzos en campañas en defensa de la alfabetización y el medio ambiente.Fue Poeta Laureado de Estados Unidos de 1995 a 1997 y ganador del Premio Pulitzer, en 2008 por Time and Materials, entre otras distinciones. Algunos de sus libros de poemas: Field Guide, 1973, Human Wishes, 1989 y Sun Under Wood, new poems, 1996.
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