lunes, 30 de agosto de 2021

SIEMPRE ABIERTO TEATRO (1999)









Atrás, de pie, de lejos,
de paso, taxímetro en espera,
la miraba, sus cabellos miraba,
¿y qué veía? Teatro mío obstinado,
rechazo del telón, siempre abierto teatro,
mejor marcharse con la función ya comenzada.
 
 
Inmóvil en el centro de las cosas
sin jerarquía en la materia,
toda materia dulce en varias formas
y cada una fuerte noble y absoluta,
dúctil me entrego a la naturaleza
sin propiedad alguna, otra vez suya.
 

En una pequeña cocina
sobre un modesto mármol abro
mi envoltura con un sándwich. Vino,
sin embargo, glorioso. ¿Padre? Sí, padre.
Pero a veces también madre.

 
Nacen hermosos pensamientos en los puentes
y siempre en ellos se hace un alto
para apresar el átomo de gracia
que pende en equilibrio
entre aplomo de orillas y ciego fluir de agua.
Te daré cita en un puente,
en esa tierra casi ajena a todos.
 

Aquello que perdí se me ha devuelto,
aquello que está lejos hoy me queda cerca.
Si tú estás, dónde estás, hoy no me importa,
hoy me estrecha la cúpula tan dulce
que mezcla y humedece la madeja que surge
de los ruidos. Yo estoy adentro
y se me mete adentro lo de afuera.
 
 
(Del libro: “Yo casi siempre duermo”
Antología poética; El Puente, México.
2008)
 
 Patrizia Cavalli (Todi, Italia, 1947 )
 
(Traducción de Fabio Marábito)


SEMPRE APERTO TEATRO
(1999)
 
Indietro, in piedi, da lontano,
di passaggio, tassametro in attesa
la guardavo, i capelli guardavo,
e che vedevo? Mio teatro ostinato,
rifiuto del sipario, sempre aperto teatro,
meglio andarsene a spettacolo iniziato.
 
 
Immobile nel centro delle cose
senza gerarchia nella materia
tutta materia dolce in varie forme
ognuna forte nobile e assoluta
cedevolmente appaio alla natura,
io senza proprietà, di nuovo sua.
 
In piccola cucina
sopra modesto marmo apro
il mio cartoccio col panino. Vino
però glorioso. Padre? Sí, padre.
Ma a volte pure madre.
 
 
Nascono i bei pensieri sopra i ponti
e sempre ci si ferma sopra i ponti
per contenere quell’atomo di grazia
sospesa in equilibrio
tra gravità di sponde e cieca corsa d’acqua.
Ti darò appuntamento sopra un ponte,
in questa mezza terra di nessuno.
 
 

IMAGEN: Puente de Rialto -Italia




 

sábado, 28 de agosto de 2021

EL YO SINGULAR PROPIAMENTE MÍO (1992)


 












Si ahora tú tocaras a mi puerta
y te quitaras los lentes
y yo me quitara los míos que son iguales
y luego entraras dentro de mi boca
sin miedo a besos desiguales
y dijeras: “Pero amor mío,
¿cuál es cuál?”, sería una pieza
de teatro sin igual.

 
Ciertos días, cuando el cielo está más bajo
y voy, pongamos, de compras
al mercado, encuentro el círculo caliente
de la plaza, donde la luz no vuela
sino devota se agazapa en cada objeto
para exhibir su íntimo color.
Círculo amoroso que amalgama el tiempo
y la distancia, una melaza densa
tan parecida a la pasta de mi corazón
que ya no necesito entrar, ya estoy adentro.
 

Como a muchos de mis calcetines
al corazón no lo sujeta ya el elástico,
se afloja y me descubre y tengo frío.
 

Así se te van los años
entre falsos amores
para que no cambie nada,
transformando en pereza
cualquier pavor: en el punto inmóvil
sin distorsiones, entre dos inaccesibles
pasiones, que nada se acerque
de verdad, que nada se vaya.
 

Antes era fácil el pensamiento leve,
botón de clavel
que sólo aspiraba a abrirse vanidoso
y, si no lo hacía, se marchitaba.
Ahora este nuevo pensamiento duro
que no se abre ni decae,
esta mata espinosa siempreviva
que el frío no seca, que el sol
no enciende, que crece por lo bajo
retorciéndose en sí mismo siempre igual
y complicándose no sube, obligado,
tan sólo por haber nacido, a perdurar.
 
(Del libro: “Yo casi siempre duermo”
Antología poética; El Puente, México.
2008)
 
Patrizia Cavalli (Todi, Italia, 1947 )
 
 (Traducción de Fabio Marábito)


L’ IO SINGOLARE PROPRIO MIO
(1992)
 
Se ora tu bussassi alla mia porta
e ti togliessi gli occhiali
e io togliessi i miei che sono uguali
e poi tu entrassi dentro la mia bocca
senza temere baci disuguali
e mi dicessi: “Amore mio,
ma che è successo?”, sarebbe un pezzo
di teatro di successo.
 
Certi giorni quando il cielo s’abbassa
e esco magari per fare la spesa
al mercato io trovo il cerchio caldo
della piazza, dove la luce non vola
ma devota s’acquatta in ogni oggetto
per rivelarne l’intimo colore.
Cerchio amoroso che impasta insieme il tempo
e la distanza, una melassa densa
cosí simile alla pasta del mio cuore
che io neanche entro, sono già dentro.
 
Come alle tante mie calzette
non tiene piú l’elastico al mio cuore,
cede e mi scopre, ho freddo.
 
Cosí trasporti gli anni
tra falsi amori
perché nulla cambi,
riducendo in pigrizia
ogni terrore: nel punto fermo
senza distorsioni, tra due inaccessibili
passioni, che nulla si avvicini
veramente, che nulla se ne vada
 
 
Prima era facile il pensiero lieve
bocciolo di garofano
che ambiva solo a aprirsi vanitoso,
che se restava chiuso poi appassiva.
Ora questo nuovo pensiero duro
che non s’apre e non decade,
questo cespo spinoso sempreverde
che il gelo non secca, che il sole
non accende, che cresce basso basso
attorto su se stesso sempre uguale
e complicandosi non sale, costretto,
soltanto perché è nato, a perdurare.
 
IMAGEN: Fotografía de Andrei Turusov (1991).


jueves, 26 de agosto de 2021

EL CIELO (1981)












Te odio porque ya no te amo,
porque no puedo perdonarte
que ya no pueda amarte.


 
Después de tanto tiempo
en la misma posición, en la misma condición,
pálida y temblorosa pidiendo disculpas.
Pero si luego pienso de veras en tu muerte,
no sé en qué cama de hospital o casa u hotel,
no sé en qué calle, quizá en el aire
o en un túnel; en tus ojos que ceden
bajo la invasión; en la extrema, terrible mentira
con que querrás oponerte al ataque
o a la infiltración; en tu sangre que pulsa indecisa
y convulsa por la última, inmensa visión
de un insecto que pasa, del pliegue de una sábana,
de una piedra o de una rueda
que seguirán aquí cuando no estés,
dime tú cómo voy a dejar que te vayas.
 

Sin duda todo habría marchado bien,
un paseo, un café, de vez en cuando
al cine juntas, las cenas en casa
o en un restaurante; todo, en fin,
habría marchado sin problemas
si de improviso, quitándose los lentes,
no se hubiera sentado sonriendo
con un aire ligeramente temeroso
y el pelo un poco despeinado
que la hacía parecer recién salida
de un sueño o una carrera.


 
“La vida hermosa hay que cultivarla”.
Los prados casi unas praderas y tú tendida
al sol hasta que el sol se ponga. La casa
abandonada entre los árboles, los caballos
que comen sueltos o ensillados;
la lectura de un libro, los pantalones rasgados,
algún signo que se añade a los brazos, al rostro
y a tus manos —las oscuras contusiones de las puertas—,
que son las pruebas para ti de tu avanzar
  

La ola que se retira y se aleja
de la orilla
en donde al levantarse
y derrumbarse hizo su salida
sin saber nada de las otras
que le abrían camino y la seguían
y que eran su avanzar y su quedarse,
perdió la superficie y al entrar de vuelta
en las aguas profundas
se revolvió en su propio cuerpo
donde prepara en los milenios por venir
su próxima idéntica salida,
su próximo idéntico derrumbe.
(Del libro: “Yo casi siempre duermo”
Antología poética; El Puente, México.
2008)
 
 
Patrizia Cavalli
(Todi, Italia, 1947 )

(Traducción de Fabio Marábito)
 
IMAGEN: Terese Cappucilli-dancer- Fotografía de Annie Leibovitz 


 

miércoles, 25 de agosto de 2021

MIS POEMAS NO CAMBIARÁN AL MUNDO (1974)


 










También cuando se cree que el día

pasó como un ala de golondrina,
como un puñado de polvo
que arrojamos y que no es posible
recoger y la descripción
el relato no halla sustento
ni oídos, hay siempre una palabra,
una palabrita que decir
aunque sea para decir
que no hay nada que decir.
 
 
Que sea con ligereza
por favor que me lo cuentes todo,
incluso tu tristeza.
 
 


Cuántas tentaciones
en el trayecto
que va del cuarto a la cocina,
de la cocina al baño.
Una mancha en el muro,
un papel que hay que recoger
del suelo, un vaso de agua,
mirar por la ventana,
decir hola a la vecina,
acariciar al gato.
De esta manera olvido siempre
la idea principal, me pierdo
en el camino, me descompongo
día a día y es inútil
que intente regresar sobre mis pasos.
 
(Del libro: “Yo casi siempre duermo”
Antología poética; El Puente, México.
2008)
 
 
Patrizia Cavalli (Todi, Italia, 1947 )
  
(Traducción de Fabio Marábito)
 
LE MIE POESIE NON CAMBIERANNO IL MONDO
(1974)
 
Anche quando sembra che la giornata
sia passata come un’ala di rondine,
come una manciata di polvere
gettata e che non è possibile
raccogliere e la descrizione
il racconto non trovano necessità
né ascolto, c’è sempre una parola
una paroletta da dire
magari per dire
che non c’è niente da dire.
 
 
Ma per favore con leggerezza
raccontami ogni cosa
anche la tua tristeza
 
 
Quante tentazioni attraverso
nel percorso tra la camera
e la cucina, tra la cucina
e il cesso. Una macchia
sul muro, un pezzo di carta
caduto in terra, un bicchiere d’acqua,
un guardar dalla finestra,
ciao alla vicina,
una carezza alla gattina.
Cosí dimentico sempre
l’idea principale, mi perdo
per strada, mi scompongo
giorno per giorno ed è vano
tentare qualsiasi ritorno
 
 


IMAGEN: Fotografía de Bernard Plossu




martes, 24 de agosto de 2021

BABÍA

 










Selfie
 

Y seguís, impertérrita
ahí en la foto, casi
como si te auscultaras
a vos misma, extendida
sobre una cama que
no conozco. Qué puede
decir mi ex que no
sepa yo de hace rato.
Y es que esa foto da
pautas de tu misterio:
sola en la cama, absorta
en un silencio propio,
sos eso impredecible
de un ajeno desliz.

 
 
Si al menos me llamaras...
 

No hay noticia de vos
y las horas, inmensas
como ellas solas, roen
mi corazón. Algunas
me las paso callado,
otras duermo, y las otras
converso con amigos
sobre libros: no hay nadie,
a no ser yo, que diga
tu nombre. Y es inútil:
tu ausencia es una lanza
que sólo yo avizoro,
que sólo a mí me hiere,
diana de tu recuerdo.
 
 
Cosecharás tu siembra
 
 
El mandarino ha dado
nuevamente azahares
hará cosa de un mes.
 
Vos estabas aún
aquí, y te despertabas
cerca del mediodía.
 
Al árbol lo retienen
sus raíces. A vos
el mal amor te impuso
 
partir. Con amargura
comeré de esos frutos
que ya no probarás.
 


 
La sirvientita
 
 
El tiempo corre rápido
y se deshace. ¿Cómo
saber de vos, Babía,
si has muerto hace ya mucho
y muy pocos te nombran?
Me dijeron que fuiste
sirvientita, criada
cama adentro de muy
joven. Que yo recuerde,
reías con mis cosas
de malcriado. Si alguna
vuelta hubiéramos ido
al baile, como yo
quería, niño bien,
algo habría sabido
de tus primeros años.
Orígenes que el mundo
prefiere no tocar.
 
  
(de: Babía y otros poemas
(Barnacle, 2021)
Envío de Alberto Cisnero
 
 
Pablo Seguí
 
 
 
 
 
 
Pablo Seguí (Córdoba, Argentina,1973) .Entre los 8 y los 17 años estudió violín, para luego volcarse hacia la poesía.  Ha publicado los siguientes libros: Los nombres de la amada (Alción, 1999), Claves y armaduras (Foja/Cero, 2005), Naturaleza muerta (El Copista, 2011), Otro verano y éste (Barnacle, 2017), Animal de bien (Barnacle, 2018), Noción de ritmo (Barnacle, 2019), Lizard y otros poemas (Barnacle, 2020) y Babía y otros poemas (Barnacle, 2021).
 


 


lunes, 23 de agosto de 2021

No 1 Party Anthem.



ARTIC MONKEYS - No 1 Party Anthem (2013).

 

domingo, 22 de agosto de 2021

¿QUÉ ES LO CONTEMPORÁNEO?





















1.      La pregunta que desearía inscribir en el umbral de este seminario (1) es: "¿De quién y de qué somos contemporáneos?  Y sobre todo, ¿qué significa ser contemporáneos?". En el transcurso del seminario leeremos texto cuyos autores están a muchos siglos de nosotros y otros más recientes o recientísimos: pero, en todo caso, lo esencial es que tendremos que llegar a ser, de alguna manera, contemporáneos de esos textos. El "tiempo" de nuestro seminario es la contemporaneidad; esto exige que seamos contemporáneos de los textos y de los autores que analiza. Tanto su nivel como su resultado se medirán por su -por nuestra- capacidad de estar a la altura de esa exigencia. De Nietzsche nos llega una indicación primera, provisoria, para orientar nuestra búsqueda de una respuesta. En un apunte de sus cursos en el College de France, Roland Barthes la resume así: "Lo contemporáneo es lo intempestivo". En 1874, Friedrich Nietzsche, un joven filólogo que había trabajado hasta entonces en textos griegos y dos años antes había alcanzado una celebridad imprevista
1 El texto retoma la lección inaugural del curso de Filosofía Teórica 2006-
2007 en la Facoltà di Arti e Design del Istituto Universitario di Architetura
di Venezia.
 
con El nacimiento de la tragedia, publica Unzeitgemässe Betrachtungen, las Consideraciones intempestivas, con las cuales quiere ajustar cuentas con su tiempo, tomar posición respecto del presente. "Esta consideración es intempestiva -se lee al comienzo de la segunda "Consideración"- porque intenta entender como un mal, un inconveniente y un defecto, algo de lo cual la época, con justicia, se siente orgullosa, esto es, su cultura histórica, porque pienso que todos somos devorados por la fiebre de la historia y deberíamos, al menos, darnos cuenta de ello". Nietzsche sitúa, por lo tanto, su pretensión de "actualidad", su "contemporaneidad” respecto del presente, en una desconexión y un desfasaje. Pertenece en verdad a su tiempo, es en verdad contemporáneo, aquel que no coincide a la perfección con este ni se adecua a sus pretensiones, y entonces, en este sentido, es inactual; pero, justamente por esto, a partir de ese alejamiento y ese anacronismo, es más capaz que los otros de percibir y aferrar su tiempo.
     Esta no-coincidencia, esta discronía, no significa, como es natural, que sea contemporáneo aquel que vive en otro tiempo, un nostálgico que se siente más cómodo en la Atenas de Pericles o en la París de Robespierre y del Marqués de Sade que en la ciudad y en el tiempo que le tocó vivir. Un hombre inteligente puede odiar su tiempo, pero sabe de todos modos que le pertenece irrevocablemente, sabe que no puede huir de su tiempo.
     La contemporaneidad es, pues, una relación singular con el propio tiempo, que adhiere a este y, a la vez, toma su distancia; más exactamente, es esa relación con el tiempo que adhiere a este a través de un desfase y un anacronismo. Quienes coinciden de una manera demasiado plena con la época, quienes concuerdan perfectamente con ella, no son contemporáneos ya que, por esta precisa razón, no consiguen verla, no pueden mantener su mirada fija en ella.
 
2.     En 1923, Ósip Mandelshtam escribe un poema titulado " El siglo" (pero la palabra rusa viek significa también "época" ) . El poema contiene, no una reflexión sobre el siglo, sino sobre la relación entre el poeta y su tiempo, es decir, sobre la contemporaneidad. No el "siglo", sino,según las palabras que abren el primer verso, "mi siglo" (viek moi) :
 
Siglo mío, bestia mía, ¿quién podrá
mirar en tus ojos
y soldar con su sangre
las vértebras de dos siglos?
 
El poeta, que debió pagar su contemporaneidad con la vida, es aquel que debe mantener fija la mirada en los ojos de su siglo-bestia, soldar con su sangre la espalda quebrada del tiempo. Los dos siglos, los dos tiempos, no sólo son, como se ha sugerido, el siglo XIX y el XX, sino también y sobre todo el tiempo de la vida del individuo (recuerden que el saeculum latino significa en el origen el tiempo de la vida) y el tiempo histórico colectivo, que en este caso llamamos el siglo XX, cuya espalda -descubrimos en la última estrofa del poema- está quebrada. El poeta, en cuanto contemporáneo, es esa fractura, es lo que impide que el tiempo se componga y, al mismo tiempo, la sangre que debe suturar la rotura. El paralelismo entre el tiempo -y las vértebras- de la criatura y el tiempo -y las vértebras- del siglo constituye uno de los temas esenciales del poema:
 
Mientras viva la criatura
debe cargar sus propias vértebras,
las ondas juegan
con la invisible columna vertebral.
Cual tierno, infantil cartílago
en el siglo neonato de la tierra.
 
     El otro gran tema -también, como el anterior, una imagen de la contemporaneidad- es el de las vértebras quebradas del siglo y su soldadura, que es obra del individuo (en este caso, del poeta) :
 
Para liberar al siglo encadenado,
para dar inicio al nuevo mundo
con la flauta es necesario reunir
las rodillas nudosas de los días.
 
Que se trata de una tarea imposible de cumplir -o, en todo caso, paradójica- lo prueba la estrofa siguiente, que concluye el poema. No sólo la época-bestia tiene las vértebras quebradas, sino que viek, el siglo recién nacido, con un gesto imposible para quien tiene la espalda rota, quiere volverse atrás, contemplar sus propias huellas y, de ese modo, muestra su rostro demente:
Pero tienes quebrada la espalda,
mi magnífico, pobre siglo.
Con una sonrisa insensata,
como una bestia otrora ágil,
te vuelves hacia atrás, débil y cruel,
a contemplar tus huellas.
 
3.  El poeta -el contemporáneo- debe tener fija la mirada en su tiempo. Pero ¿qué ve quien ve en su tiempo la sonrisa demente de su siglo? Aquí me gustaría proponerles una segunda definición de la contemporaneidad: contemporáneo es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para percibir, no sus luces, sino su oscuridad. Todos los tiempos son, para quien experimenta su contemporaneidad, oscuros. Contemporáneo es, justamente, aquel que sabe ver esa oscuridad, aquel que está en condiciones de escribir humedeciendo la pluma en la tiniebla del presente. Pero ¿qué significa "ver una tiniebla", "percibir la oscuridad"?
     Una primera respuesta nos la sugiere la neurofisiología de la visión. ¿Qué sucede cuando nos encontramos en un ambiente sin luz o cuando cerramos los ojos? ¿Qué es la oscuridad que vemos en ese momento? Los neurofisiólogos nos dicen que la ausencia de luz desinhibe una serie de células periféricas de la retina llamadas, precisamente, off-cells, que entran en actividad y producen esa particular especie de visión que llamamos oscuridad. La oscuridad no es, por ello, un concepto privativo, la simple ausencia de luz, algo así como una no-visión, sino el resultado de la actividad de las off-cells, un producto de nuestra retina. Esto significa, si volvemos ahora a nuestra tesis sobre la oscuridad de la contemporaneidad, que percibir esa oscuridad no es una forma de inercia o de pasividad sino que implica una actividad y una habilidad particulares que, en nuestro caso, equivalen a neutralizar las luces provenientes de la época para descubrir su tiniebla, su especial oscuridad, que no es, sin embargo, separable de esas luces.
     Puede llamarse contemporáneo sólo aquel que no se deja cegar por las luces del siglo y es capaz de distinguir en ellas la parte de la sombra, su Íntima oscuridad. Con esto, sin embargo, aún no hemos respondido a nuestra pregunta. ¿Por qué debería interesarnos poder percibir las tinieblas que provienen de la época? ¿Acaso la oscuridad no es una experiencia anónima y por definición impenetrable, algo que no está dirigido a nosotros y no puede, por lo tanto, incumbimos? Por el contrario, contemporáneo es aquel que percibe la oscuridad de su tiempo como algo que le incumbe y no cesa de interpelarlo, algo que, más que cualquier luz, se dirige directa y singularmente a él. Contemporáneo es aquel que recibe en pleno rostro el haz de tiniebla que proviene de su tiempo.
 
4.      En el firmamento que miramos de noche, las estrellas resplandecen rodeadas de una espesa tiniebla. Puesto que en el universo hay un número infinito de galaxias y de cuerpos luminosos, la oscuridad que vemos en el cielo es algo que, según los científicos, requiere una explicación. Me gustaría ahora hablarles justamente de la explicación que la astrofísica contemporánea le da a esa oscuridad. En el universo en expansión las galaxias más remotas se alejan de nosotros a una velocidad tan alta que su luz no llega a alcanzarnos. Lo que percibimos como la oscuridad del cielo es esa luz que viaja velocísima hacia nosotros y que no obstante no puede alcanzarnos, porque las galaxias de las que proviene se alejan a una velocidad superior a la de la luz.
     Percibir en la oscuridad del presente esa luz que trata de alcanzarnos y no puede: eso significa ser contemporáneos. Por eso los contemporáneos son raros; y por eso ser contemporáneos es, ante todo, una cuestión de coraje: porque significa ser capaces, no sólo de mantener la mirada fija en la oscuridad de la época, sino también de percibir en esa oscuridad una luz que, dirigida hacia nosotros, se nos aleja infinitamente. Es decir, una vez más: ser puntuales en una cita a la que sólo es posible faltar.
      Por eso el presente que la contemporaneidad percibe tiene las vértebras rotas. Nuestro tiempo, el presente, no es sólo el más distante: no puede alcanzarnos de ninguna manera. Tiene la columna quebrada y nosotros nos hallamos exactamente en el punto de la fractura. Por eso somos, a pesar de todo, sus contemporáneos. Entiendan bien que la cita que está en cuestión en la contemporaneidad no tiene lugar simplemente en el tiempo cronológico: es, en el tiempo cronológico, algo que urge dentro de este y lo transforma. Esa urgencia es lo intempestivo, el anacronismo que nos permite aferrar nuestro tiempo en la forma de un "demasiado temprano" que es, también, un "demasiado tarde"; de un "ya" que es, también, un "no todavía". Y nos permite, además, reconocer en la tiniebla del presente la luz que, sin poder alcanzarnos jamás, está permanentemente en viaje hacia nosotros.
 
5.     Un buen ejemplo de esta especial experiencia del tiempo que llamamos la contemporaneidad es la moda. Lo que define a la moda es que introduce en el tiempo una peculiar discontinuidad, que lo divide según su actualidad o inactualidad, su estar y su no-estar-más-a-la-moda (a la moda y no simplemente de moda, que se refiere sólo a las cosas). Pese a ser sutil, esta cesura es evidente, en el sentido de que quienes deben percibirla la perciben infaliblemente y de esa precisa manera certifican su estar a la moda; pero si tratamos de objetivarla y fijarla en el tiempo cronológico, esta se revela inasible. Sobre todo el "ahora" de la moda, el instante en que comienza a ser, no es identificable a través de ningún cronómetro. ¿Ese "ahora" es acaso el momento en que el estilista concibe la línea, el matiz que definirá el nuevo modelo de la prenda? ¿O aquel en que la confía al diseñador y luego a la sastrería que confecciona el prototipo? ¿0, más bien, el momento del desfile, cuando la prenda es llevada por las únicas personas que están siempre y sólo a la moda, las mannequins, que, sin embargo, justamente por eso, nunca lo están realmente? porque, en última  instancia, el estar a la moda del "modelo" o del "aspecto" dependerá de que las personas en carne y hueso, distintas de las mannequins -esas víctimas sacrificiales de un dios sin rostro-, lo reconozcan como tal y lo conviertan en su propia vestimenta.
     El tiempo de la moda está, por ende, constitutivamente adelantado a sí mismo y, justamente por eso, también siempre retrasado, siempre tiene la forma de un umbral inasible entre un "no todavía" y un "ya no". Es probable que, como sugieren los teólogos, eso dependa de que la moda, al menos en nuestra cultura, es una signatura teológica del vestido, que deriva de la circunstancia de que la primera prenda de vestir fue confeccionada. por Adán y Eva después del pecado original, en la forma de un taparrabos compuesto de hojas de higuera (para mayor precisión, las prendas que llevamos hoy derivan, no de ese taparrabos vegetal, sino de las tunicae pelliceae, de los vestidos hechos con pieles de animales que Dios, según Gén 3, 2 1 , hace vestir, como símbolo tangible del pecado y de la muerte, a nuestros progenitores en el momento en que los expulsa del Paraíso). En cualquier caso, más allá de cuál sea la razón, el "ahora", el kairós de la moda, es inasible: la frase "en este instante estoy a la moda" es contradictoria, porque en el instante en que el sujeto la pronuncia, ya está fuera de moda. Por eso, el estar a la moda, como la contemporaneidad, comporta cierta "soltura", cierro desfase, en el que su actualidad incluye dentro de sí una pequeña parte de su afuera, un matiz de démodé. De una señora elegante se decía en París en el siglo XIX, en ese sentido: "Elle est contemporaine de tout le monde" [Ella es contemporánea a todos].
     Pero la temporalidad de la moda tiene otro carácter que la emparienta con la contemporaneidad. En el gesto mismo en que su presente divide el tiempo según un "ya no" y un "no todavía", esta instituye con esos "otros tiempos" -ciertamente con el pasado y, quizá, también con el futuro- una relación particular. Es decir, puede "citar" y, de esa manera, reactualizar cualquier momento del pasado (los años veinte, los años setenta, pero también la moda imperio o neoclásica) . Puede, por ello, poner en relación lo que dividió inexorablemente, remitir, reevocar y revitalizar lo que incluso había declarado muerto.
 
6.     Esta especial relación con el pasado tiene asimismo otro aspecto. La contemporaneidad se inscribe, en efecto, en el presente, signándolo sobre todo como arcaico, y sólo aquel que percibe en lo más moderno y reciente los índices y las signaturas de lo arcaico puede ser su contemporáneo. Arcaico significa: próximo a la arché, es decir, al origen. Pero el origen no se sitúa solamente en un pasado cronológico: es contemporáneo al devenir histórico y no cesa de operar en este, como el embrión continúa actuando en los tejidos del organismo maduro, y el niño, en la vida psíquica del adulto. La distancia y, a la vez, la cercanía que definen la contemporaneidad tienen su fundamento en esa proximidad con el origen, que en ningún punto late con tanta fuerza como en el presente. Quien ha visto por primera vez, al llegar por mar en la madrugada, los rascacielos de Nueva York, ha percibido de inmediato esa facies arcaica del presente, esa contigüidad con la ruina que las imágenes atemporales del 1 1 de septiembre hicieron evidente para todos.
     Los historiadores de la literatura y del arte saben que entre lo arcaico y lo moderno hay una cita secreta, y no tanto porque las formas más arcaicas parecen ejercer en el presente una fascinación particular, sino porque la clave de lo moderno está oculta en lo inmemorial y lo prehistórico. Así, el mundo antiguo en su final se vuelve, para reencontrarse, hacia los orígenes: la vanguardia, que se extravió en el tiempo, sigue a lo primitivo y lo arcaico. En ese sentido, justamente, puede decirse que la vía de acceso al presente necesariamente tiene la forma de una arqueología. Que no retrocede sin embargo a un pasado remoto, sino a lo que en el presente no podemos en ningún caso vivir y, al permanecer no vivido, es reabsorbido sin cesar hacia el origen, sin poder alcanzarlo jamás. Porque el presente no es más que la parte de lo no-vivido en todo lo vivido, y lo que impide el acceso al presente es precisamente la masa de lo que, por alguna razón (su carácter traumático, su cercanía excesiva), no hemos logrado vivir en él. La atención a ese no-vivido es la vida del contemporáneo. Y ser contemporáneos significa, en ese sentido, volver a un presente en el que nunca estuvimos.
 
7.      Quienes han tratado de pensar la contemporaneidad pudieron hacerlo sólo a costa de escindirla en varios tiempos, de introducir en el tiempo una des-homogeneidad esencial.  Aquel que puede decir "mi tiempo" divide el tiempo, inscribe en él una cesura y una discontinuidad; y, sin embargo, justamente a través de esa cesura, esa interpolación del presente en la homogeneidad inerte del tiempo lineal, el contemporáneo instala una relación especial entre los tiempos. Si, como hemos visto, es el contemporáneo el que quebró las vértebras de su tiempo (o en todo caso percibió su falla o su punto de ruptura), él hace de esa fractura el lugar de una cita y de un encuentro entre los tiempos y las generaciones. Nada más ejemplar, en este sentido, que el gesto de Pablo, en el punto en que experimenta y anuncia a sus hermanos esa contemporaneidad por excelencia que es el tiempo mesiánico, el ser contemporáneos del Mesías, que él llama justamente el "tiempo-de-ahora" (ho nyn kairós). Ese tiempo no sólo es cronológicamente indeterminado (la parusía, el retorno de Cristo que marca su fin, es cierta y cercana, pero incalculable), sino que tiene la singular capacidad de relacionar consigo mismo cada instante del pasado, de hacer de cada momento o episodio del relato bíblico una profecía o una prefiguración (týpos, "figura", es el término preferido por Pablo) del presente (así Adán, a través de quien la humanidad recibió la muerte y el pecado, es "tipo" o figura del Mesías, que trae a los hombres la redención y la vida).
     Esto significa que el contemporáneo no es sólo aquel que, percibiendo la oscuridad del presente, aferra su luz que no llega a destino; es también quien, dividiendo e interpolando el tiempo, está en condiciones de transformarlo y ponerlo en relación con los otros tiempos, de leer en él de manera inédita la historia, de "citarla" según una necesidad que no proviene en modo alguno de su arbitrio sino de una exigencia a la que él no puede dejar de responder. Es como si esa luz invisible que es la oscuridad del presente proyectase su sombra sobre el pasado y este, tocado por ese haz de sombra, adquiriese la capacidad de responder a las tinieblas del ahora. Algo similar debía de tener en mente Michel Foucault cuando escribía que sus indagaciones históricas sobre el pasado son sólo la sombra proyectada por su interrogación teórica del presente. Y Wa!ter Benjamín, cuando escribía que el índice histórico contenido en las imágenes del pasado muestra que estas alcanzarán la legibilidad sólo en un determinado momento de su historia. De nuestra capacidad de prestar oídos a esa exigencia y a esa sombra, de ser contemporáneos no sólo de nuestro siglo y del "ahora", sino también de sus figuras en los textos y en los documentos del pasado, dependerán el  éxito o el fracaso de nuestro seminario.
 
 
(Del libro "Desnudez",
Adriana Hidalgo Editora, 2011)
 
 
Giorgio Agamben (Roma,Italia, 1942)
 
Traducción de Cristina Sardoy
 
 
Pueden LEER la biografía en entrada anterior del autor
 



viernes, 20 de agosto de 2021

PARA LOS LECTORES


 












Allá está mi casa.Más allá es sol y el huerto
con colmenas.
Vosotros pasáis por el camino, miráis por entre
las rejas
y esperáis a que os hable. ¿Cómo empezar?
Creedme, creedme,
se podría hablar sobre cualquier cosa cuanto
se quisiera:
sobre el destino y sobre la serpiente del bien,
sobre los arcángeles que surcan con su arado
los jardines del hombre,
sobre el cielo hacia el cual crecemos,
sobre el odio y la caída, sobre tristezas
y crucificaciones
y más que nada sobre el gran correr.
Pero las palabras son las lágrimas
de los que quisieron llorar y no pudieron.
son tan amargas todas las palabras,
por esto, dejadme
pasear mudo entre vosotros,
salir a la calle con los ojos cerrados.



EVA

 
Cuando la serpiente tendió a Eva la manzana,
le habló con una voz que tintineaba
entre las hojas como una campanilla de plata.
Pero sucedió que después una voz más baja aún
le dijo algo al oído
muy bajo, muy bajo,
algo que no está en las Santas Escrituras.
Ni Dios mismo pudo oírlo
aunque escuchara.
Y Eva no quiso decirlo a nadie,
ni a Adán.
Desde entonces la mujer esconde bajo los párpados
un misterio,
y mueve sus pestañas como si dijera
que sabe algo
que nosotros no sabremos jamás,
lo que nadie sabe,
ni Dios mismo.


(UNAM, México, 2007)
Lucian Blaga

(Traducción: Darío Novâceanu)


 
Lucian Blaga, Rumania:-Lancrăm 1895; Cluj-Napoca, 1961. Poeta, ensayista, dramaturgo y filósofo rumano. Es considerado uno de los grandes poetas rumanos del siglo XX (identificándose como estilo con el expresionismo) y es el primer filósofo rumano que desarrolló un sistema. Aplicó sus teorías filosóficas en varias poesías, especialmente el "conocimiento luciferico" (opuesto al conocimiento racional, científico, que representa la luz, la claridad y que de esta manera destruye los misterios del universo). Fue elegido miembro de la Academia Rumana en 1936 y en 1956 fue nominado por la Academia Sueca para recibir el premio Nobel de Literatura.Algunos de su libros de poemas: "Los poemas de la luz" (1919); "Los pasos del profeta" (1921); "En la gran transición" (1924); "Elogio al sueño" (1929); "Al equilibrio de las aguas" (1933) y "Poesías" (1962).
 


jueves, 19 de agosto de 2021

LADY MACBETH


 












A fines de 1995

 
Lejos del sucio hotel de la ciudad,
como quien retornara al viejo hogar.
S
e trata de dos versos que escribí
en el mejor momento de mi vida,
remate de un soneto a Mastronardi.
“Prefiero el sucio hotel al viejo hogar”,
dijo ella sonriendo. Y yo, turbado,
no comprendí el desdén por la provincia,
no comprendí su apego a la bajeza,
al sucio antro del desnudo vicio.
Dejé pasar lo que era una advertencia
del porvenir, de la inminente ruina
de la felicidad con que escribí
ese homenaje al lírico anticuado.
 
 
 

 Réquiem


 Su rostro se alejaba, se borraba;
no volvía ni en sueños.
Ya era mito del sexo y del ardid:
una loba rupestre, nada más.
 
No obstante, algunas albas
la oía en el silencio respirar;
juraría que estaba junto a mí
respirando serena.
 
Puede que fuera el mar,
el mar y sus caricias desganadas;
o la brisa otoñal
al abrazar el roble suavemente.
 
Un hálito, otro hálito...
Oro viejo, hojas secas, mis colores
y este oblicuo reflejo de agua muerta
son mi escuálida ofrenda a su alma ajada.
 
 
(de: Lady Macbeth,
(Barnacle, 2021,
Envío de Alberto Cisnero)
  
Ricardo H. Herrera



 
Ricardo H. Herrera nació en 1949, en la ciudad de Buenos Aires. Poeta, ensayista, traductor y editor, dirigió durante casi dos décadas la revista-libro de aparición semestral Hablar de Poesía, de la cual se publicaron 35 números a partir del año 1999. En su lírica personal se destacan los poemarios de madurez titulados Estudios de la soledad (1995), Imágenes del silencio cotidiano (1999), El descenso (2002), Por la puerta entornada (2009) y Herrera el Viejo (2020). Pre-textos publicó en 2008 el volumen El espíritu del páramo. Antología poética 1977-2007 y en 2016 el poemario La última nostalgia. Paralelamente a su actividad como editor, Herrera ha trabajado con perseverancia el ensayo y la crítica literaria: La ilusión de las formas (1988), La hora epigonal (1991), Espera de la poesía (1996), Lo entrañable (2007) y Qué importa la poesía (2016) son los títulos que recogen parte de esa obra. En una zona intermedia entre la poesía y el ensayo se ubica su diario de poeta titulado De un día a otro (1997). Su afición a la traducción poética cristalizó en sucesivos volúmenes que incluyen versiones, ensayos y notas sobre poetas italianos relevantes: Copia, imitación, manera (1998), Instantes italianos (2008), Secreto del poeta (2010) y A la busca de la poesía perdida (2018).
 
 
 
 
 


miércoles, 18 de agosto de 2021

LA CASA













LA CASA
 
Neoclásica,
y algo racionalista.
Las molduras, severas y discretas.
Tiene el vigor del orden: reconozco
la firme voluntad de no exhibirse.
Constructor y arquitecto ya están muertos.
Los imagino, la obra ya avanzada,
juntos y contemplándola, quizá desde aquí mismo.
Un buen punto de vista.
Nunca sabrán que hoy mantuvimos a raya
a la muerte definitiva.
 
 
PLAZA PRÍNCIPE
 
Ni en la literatura ni en la música
tiene su origen mi romanticismo:
más bien en la humildad
de los buques correos y mercantes
que hacían el trayecto entre las islas.
Los recuerdo a la vez que aquella plaza
con el templete de los músicos
bajo el rumor de los laureles de Indias.
La vida ha ido tomando poco a poco esta forma
del flamear de un mástil sin bandera.
Mercantes y correos siempre navegarán
envueltos en olvido,
lo mismo que una noche en alta mar,
mecidos por las olas bruscas, cálidas,
hacia la Plaza Príncipe.
 
 
NOCHE DE VERANO
 
Lavábamos los platos uno al lado del otro,
aquí mismo, de cara a una ventana
que, sobre el fregadero, se abre al mar.
Lavábamos los platos los dos juntos.
Sobre un acantilado hay una casa:
aislada, a lo lejos,
no recuerdo haber visto sus luces encendidas.
Los lavo solo desde hace años.
Al acabar la cena lo hago ahora,
con la ventana abierta
a una cálida noche sin rastro de la luna.
Como si fuera el paso de los años,
escucho el oleaje: es la intranquilidad
que nos alcanza desde mar adentro.
Alzo los ojos hacia la tiniebla,
resto inmóvil, las manos en el agua:
se ha encendido una luz en el acantilado.
 



Joan Margarit


 
Joan Margarit nació en Sanaüja, Lleida, España en 1938 y murió en Sant Just Desvern, Barcelona. en 2021. La Guerra Civil obligó a la familia a refugiarse en casa de la abuela paterna. Acabada la guerra y hasta el año 1948, la familia cambió muchas veces de domicilio: Barcelona, Rubí, Figueres y Girona. De vuelta a Barcelona Joan Margarit cursó el bachillerato en el Instituto Ausiàs March. El año 1954 la familia se trasladó a las islas Canarias y, desde 1956, Margarit estudió arquitectura en Barcelona. En 1962 conoció a Mariona Ribalta, con la que se casó el año siguiente. La pareja tuvo cuatro hijos y fijaron su residencia en Sant Just Desvern, donde tenía también el estudio de arquitectura. Fue director del Laboratori del Institut Nacional de Control de Qualitat a l’Edificació a Barcelona, y miembro del Consell Científic i Tecnològic de la Generalitat de Catalunya y de la Comissió Tècnica de Tetracero, de Mallacero y d’INTEMAC. Desde 1968, Margarit es catédrático, jubilado actualmente, de Cálculo de estructuras de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Publicó su primer libro en castellano, la única lengua que le habían enseñado a escribir por la dictadura franquista, en 1963, tardó diez años en publicar la segunda. Des 1980 escribió su obra poética en catalán y él mismo la traducía al castellano. Publicó numerosos poemarios, entre los que destacan: Raquel: la fosca melangia de Robinson Crusoe (1983); L'ordre del temps (1985); Mar d'hivern (1986); Poema per a un fris (1987); Remolcadors entre la boira (1995); Estació de França (1999); Joana (2002); Els primers freds. Poesia 1975-1995 (2004); Càlcul d'estructures (2005); Casa de Misericòrdia (2007); Intemperie (2010); No era lluny ni difícil (2011) o Un hivern fascinant (2017), así como Animal de bosc (2021), a título póstumo.  Reconocido como uno de los mejores poetas en español y catalán de su generación,  su obra ha recibido numerosos premios, entre ellos los más importantes de ambas lenguas: Premi Nacional de Literatura de la Generalitat de Catalunya 2008, Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, Premio Poetas del Mundo Latino de México 2013, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2019 y Premio Cervantes 2019.