Sustancia pegada a los pies
la de las
huellas.
Raro enjambre de pétalos y estiércol
maleza.
Esplendor de votos calcinados
en tardes infantiles
cuando ya lo sabíamos todo.
Cavando
en el paisaje
se
encuentra fácilmente
una
estirpe.
Se clava
una memoria
una idea
un modo de
desaparición:
una leyenda.
Baila
bailarina para mi festival
para eso fueron
hechos tus pies
ven y baila
ahora
decía el
cura para recaudar fondos
y yo corría
por la plaza
de las
naranjas amargas a buscar
zapatillas
de punta y un vestido
de tul y
bailaba en la feria.
Tarde y
mareada, aún pequeña,
supe que el
pueblo entero me buscaba.
La hermana tenía
quince o dieciséis
soñaba
era hermosa y actriz
hacía de hada.
Asterisco, el grupo de artistas, salía de
gira.
Recuerdo Arenales, un pueblo,
un tablado,
yo bailé mi Danubio Azul.
Un viejo colectivo llevaba en la noche
a la troupe.
En la infancia como ahora
las tormentas: frágil
bajo el vuelo de tu falda.
Las madres no son muros
que el viento no pueda derribar.
Desde entonces siempre he temido,
el corazón en un puño.
Cuerpo y alma demorados
en su melancolía.
Río de resacas y viejo oro.
Cuentas de turquesa en mis collares
y de un verde más templado en tus ojos.
Tarde llegó la juventud,
la infancia hacía tiempo
había sido arrasada.
Eran los zapatos de mi padre
en sus manos.
Un sacerdote,
un templo blanco, espacioso,
un sueño.
Mi padre había muerto.
Desnudos sus pies,
vacíos sus zapatos
en manos de un sacerdote.
Luz en el templo
y en mi corazón,
pan de ángeles y celestes esferas.
No para mí.
Que nadie quiera hablarme de la muerte.
Algo, como quien cura
o hace que cura.
Aridas tierras ahogadas
siempre una vez más arrasando
con lo que queda y
aun así
a la espera un orden
para despedazar silenciando.
Enseguida recuerdo a la vieja bailarina:
"arcos, cintas y cordeles sólo con tu cuerpo".
Ella ahora piensa en su madre
piensa en ella niña
al final ahora
piensa en ella
que era que fue
chiquita entre sus manos
¿Cuándo empieza el final?
¿Fue en la piel
o primero la mirada?
Es ella hacia el final
que recuerda
y fue niña
ella hacia el final se vuelve
pierde compostura
¿Cómo ocurrió
si era hermosa?
luego madre y luego
ahora sin elegancia
el miedo.
(de: Hablar de lo que se ama, 1990)
Mónica Tracey
Mónica Tracey nació en Junín, provincia de Buenos Aires, en
1953. Estudió Periodismo y Letras. Fue una de las fundadoras del grupo de
poesía El Sonido y la Furia, formado en el taller de poesía del poeta Mario
Morales, y de la revista y la editorial Ultimo Reino, cuyo consejo de redacción
integró desde su inicio en 1979. Una beca del Centro de Estudios
Latinoamericanos Rómulo Gallegos de Caracas, Venezuela, le permitió participar
de sus Grupos de Creación Literaria (Poesía) 1979-1980. En Caracas también
concurrió al taller de poesía de Antonia Palacios. Sus poemas fueron incluidos
en varias antologías de poesía, las últimas de las cuales son: Poetas
Argentinas (1940-1960), selección y prólogo de Irene Gruss, Ediciones del Dock,
Buenos Aires, Argentina, 2006; Voix d´Argentine, selección y traducción al
francés de Chantal Enright, edición bilingüe francés-español de Cahiers Bleus,
París, Francia, 2006; 200 años de poesía Argentina. Selección y prólogo de
Jorge Monteleone, Editorial Alfaguara,
Buenos Aires, Argentina, 2010. Libros publicados: “A Pesar de los dioses”,
1981. “Celebración Errante”, 1987, “Hablar de lo que se ama”, 1990 (este libro
ganó una beca de la Fundación Antorchas) y “Hablo en Lenguas”, 1999, “Sobre la
espalda del cielo”, 2008 (ganó el tercer premio de Poesía del Fondo Nacional de
las Artes 2006), todos en editorial Ultimo Reino.
(Biografía tomada de Buenos Aires Poetry)
No hay comentarios:
Publicar un comentario