Aquí están los diez mil
ojos que el pintor ha ocultado.
Los fue sacando de
la paleta pero las damas coqueteaban en la terraza.
Sólo yo fui muerto de
tanto brillo
y no podré salvarme
porque no existe el pecado.
El pintor pintaba su
tela y se metía la luz en el puño
y el pueblo se
prosternaba a sus pies pidiendo las cámaras del placer.
Diez veces en la misma
noche hubo doncella penetrada:
una vez por cada uno de
los dedos del pintor.
Al día día siguiente
pintó al hombre que dormía la siesta
pero la luz fuése
retirando del durmiente:
por eso tuvo que añadir
a la figura las tinieblas.
Otra vez esa noche
funcionaron las cámaras.
¿Cómo podían caber tantos
cuerpos y tántas cámaras en el puño del pintor?
Por la mañana abrió la
mano y las doncellas parlotearon.
Contaban cosas
horribles con una gracia africana
y todas se conjuraron
para no ser canonizadas.
El día que no suceda
nada el pintor será devorado.
Era el color que
faltaba. Tenga piedad de nosotros la nada.
Él invitó a sus amigos,
a ver la tela que representa el parto de las doncellas
(en
la terraza:
cada doncella
amamantaba cada dedo del pintor.
Ahora tiene el pintor
diez hijos pero no podrá cerrar el puño.
En este trance terrible
los amigos se orinaron.
Las doncellas sonreían con una sonrisa
acuática
y la seriedad del pintor parecía una
botella abandonada;
entonces fue abriendo su boca hasta la
divisoria de las aguas
y las doncellas con sus hijos se fueron
entrando en la nada.
En el puño la luz puede ahora comenzar sus
trabajos.
Esta es la vida del pintor que tenía una
paleta y la nada.
(“Poesía y prosa”, 1944)
(Del Libro “Poesía”, Editorial
Verbum, Madrid, 2018)Gema Areta Marigó (ED.)Virgilio Piñera (Cárdenas, Cuba, 1912- La Habana, 1979)
IMAGEN: "El nido", pintura de la artista cubana Zaida del Río.
(Del Libro “Poesía”,
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