miércoles, 1 de octubre de 2025

ACABO DE DEJAR ESE CEMENTERIO

 


Acabo de dejar ese cementerio

Acabo de dejar ese
cementerio en Entre Ríos.
Lápidas centenarias, piedras
negras y grises, con nombres
judíos enfrentando al mediodía.
Me alejo de él. Camino hacia
un campo poblado de parvas
de heno. El sol las hace brillar.
Simulan pequeñas casas.
Pero cuando más me aproximo,
es sólo heno, hierbas,
que el viento, tal vez
hará rebotar en el camino rural.
No lejos de allí vive
mi pariente. Recluido
en una casa de madera.
Refugiado hace muchos años.
Resistiendo todo entono social.
Con sus libros y su taller
de carpintería. Pulir sillas
o mesas, dice que le
encuentra sentido.
El cielo de pronto se
vuelve gris. Me apresuro
a entrar en la casa.
La lluvia comienza a caer.



Los objetos

Mi pariente es como
las lápidas del cementerio.
Inexpresivo a veces,
y otras muy elocuente.
Balbucea, o su voz
irrumpe como un graznido,
para revisar su vida,
para olvidarla.
Va zigzagueando entre
el sentido de hablar,
y de no hablar. Entre
mirar fijo a la cafetera
o su cocina de hierro
rural.
No lo quiero incomodar,
pero le pregunto, ¿qué
espera? Poca cosa,
me dice. Pero los objetos
me hablan. Con su lenguaje.
No son impasibles.
Nos condicionan. 



Caminos rurales

Estos caminos rurales,
poblados de guijarros,
sólo nos dejan inquietud.
Abundan ciertos pájaros,
abundan árboles retorcidos,
inesperadamente, aparece
una cafetera herrumbrada,
una foto vieja, color sepia,
cortada.
Mi pequeño portafolio
alberga una novela,
un periódico, tarjetas
con direcciones. Pero
estos caminos, cuando
uno los transita, dejan
una pregunta por el sentido.
Porque aquí no hay sentido.
Sólo suma de indicios
y objetos. Y algo que
alcanzo a entender
que se muestra satisfactorio:
el devenir, porque él sabe
que no tiene límites.



La caja

Antes de irme,
esta Isabel, abre
la caja. Dentro de
ella hay una piedra
pequeña con vetas
negras y rojas.
No la mira, la deja
en la caja. Mi pariente
sólo sabe su significado.
Es una piedra irregular,
en forma de asteroide,
tal vez rescatada de
un camino rural,
tal vez extraída de
un molinero harinero,
o tal vez escondida
cerca de una parva de heno.
Quizá lo que ella anuncia
es que tuvo en un tiempo
un diálogo inconcluso con
los pájaros negros del
camino, con los postes
de luz que se ofrecen
en el paisaje, o con
la cafetera oxidada.
Tuvo mucho más diálogo
que la gente con la que
me crucé en ambas
ciudades.
O un habla más sustentable
que en todos los negocios
que anuncian los letreros
electrónicos. Tal vez
las lápidas, los muros
que rodean cada cementerio, superen
este lenguaje anémico,
esclerosado, que flota
en el periódico de mi
portafolio, en el
noticiero, en el
auspicio de un nuevo
producto.
Porque el lenguaje, tomó
una deriva, como las
Isabel, mirando cada una
una ventana, donde
no hay luz, ninguna
excitación, sólo una voz
que apenas comprende
lo que dice.


(Del libro homónimo,
Ed. La carta de Oliver,
2025,Envío de Juan Carlos
Moisés)

Fernando Kofman







Fernando Kofman. Poeta y ensayista, nacido en Posadas, Misiones, en 1947. Vive en Buenos Aires desde fines de los ‘60. Fue co-fundador en 1980 de la revista Satura. Publicó los siguientes libros de poesía: Diez poemas y un aporte (1979), Tiempo de convulsión (1982), Caída de la Catedral (1987), Zarza remueve (1992)- traducido al inglés,en 2008;  De Bell a Campana (1995), El dúo de música de cámara (2001), Tres óperas políticas (2006) y Mi primer ratón (Ed.La Carta de Oliver, 2012). Con características particulares, publicó varios ensayos sobre temas que van de la literatura a la arquitectura, de la filosofía a la política, entre los que se cuentan: Poesía entre dos épocas (1985), Años de ceniza y escombros (1988), Polifonía en el páramo (1990), La cultura depende del lenguaje (1997), Poesía para la arquitectura (2000), La insolación (2004), La poesía opaca (2008) y La idea de absoluto y sus fundamentalismos (2009). Tiene dos obras de teatro en verso inéditas: La tempestad en Florida y El ferry. Dirige con Santiago Espel la revista FrankBaires, orientada hacia el pensamiento crítico.




2 comentarios:

Cristina Briante dijo...

En 1era persona, voz poética que alienta a ser testigo del viaje, el terrúneo, recuerdos, melancolía, encuentros y desencuentros. El lenguaje y los silencios. Bello

Cristina Briante dijo...

La voz poética en 1era persona alienta a compartir el viaje; el terrúneo, melancolía, encuentros y desencuentros, soledad.
Lenguajes-silencios. Bello , con palabras justas