miércoles, 17 de diciembre de 2025

PIEDRA AL PECHO


PREMONICION


Evoco la templanza de mis tías emparejando el mantel del desayuno. Mis tías aferradas a cepillos y esponjas. Mis tías decididas a alimentar sin pausa. Y la cantata aguda de un responso por los santos difuntos. ¿Era la pesadez lo que espantaba? ¿O la muerte aludida que llegaba de lejos? Con cierta lucidez yo advertía el futuro, el claro porvenir expresado en la mosca encima del mantel y la manteca.
 
 

ALABANZA

Pretendo escribir una alabanza, loas al sembrador de la lechuga, hacedor de tomates y cebollas.
También al perejil con su tímido verde, el perejil que sazona milanesas, lampreados.
El agua de la tierra que brotó en las macetas de los patios baldíos.
Pretendo escribir una alabanza al cocinero que calienta mi tumba.
 

LA POESÍA ACTUAL

A los poetas de la Incertidumbre
 
He visto la destrucción de los naranjos
y en el incendio
una triste magnolia compungida.
(¿Quién se robó el color de los cerezos?
¿Quién arrasó los pastos del poema?)
 
Alguien dijo
que matan estas plantas
con vapor rancio de poesía actual,
esa impotencia que eructa
contra el rugido del tigre
trampas de lodazal atrapa quejas.
 
Así se vio de lejos:
 
Un poeta lloviendo en las cenizas
para que la magnolia se transforme en naranjo.
 
 
TANGO
 
Nubes apretando la garganta,
cuchara vaciando las cuencas,
piedra apuntando la frente.
 
El huracán desatado.
 
El arenal levantado.
 
El granizo sobre un campo de algodón.
 
Y qué ganas en esta tarde gris.
Qué garúa, qué sauce, qué olvido.
 
El horizonte es el límite del llanto.
El horizonte es el llanto.
El llanto es el límite de la cosecha.
 
Y la acequia callada rumbo al río.
Y el río callado rumbo al mar.
Y el mar embravecido antes de la calma.
 
En esta tarde gris
desorbitado,
decapitado,
desorientado.
 
En esta tarde gris
qué ganas,
qué garúa,
qué sauce,
qué olvido.
 
 

LO QUE SE PUEDE VER
                                              A Manucho
 
Esa caricia sobre el piano
es una señal de serenidad:
ya no hay abandono ni inquietud
sino la certidumbre de estar en casa.
 
Lo que se puede ver
va más allá de la mirada.
Quizá sea la mano la que mira,
y si la opción está
entre la mirada y el ladrido
un perro bien llevado
no se permitirá más que un pestañeo
         en señal de gratitud.
 
Quizá por la caricia, quizá por el piano.
 
Quizá por la certeza de haber llegado,
por fin, para quedarse,
saliendo del silencio que aturdía.
 
 
 
KANDINSKY
 
La cuestión aquí es la despedida:
un pañuelito que se agita despacio
y una acequia por las mejillas.
 
Toda despedida es un pequeño luto,
como el negro de tu falda
o aquella tarde de domingo a la luz de la lluvia.
 
Algo de nostalgia también hay:
no por el pasado, sino por el futuro,
camino perdido entre malezas,
profecía que nunca ha de cumplirse.
 
Luego está la canción,
sea grillo, vals o chacarera,
candombe, acordeón o pajarito:
 
ruido impertinente que suena en el cerebro
sin que nadie lo llame,
justo cuando el pañuelo se agita
y las acequias desbordan
la lluvia, tu falda y el domingo.
 
La canción:
 
línea de fuga a lo Kandinsky
que pretende elaborar sus teorías
trazando una espiral:
 
punto en expansión por donde escapa el tiempo.
 
 
(Del libro homónimo,
Ed. Valparaíso,España,2013)
 Carlos J. Aldazábal (Salta, Argentina, 1974)
 
Pueden LEER la biografía y más poemas en entradas anteriores.
 
 

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