Evoco
la templanza de mis tías emparejando el mantel del desayuno. Mis tías aferradas
a cepillos y esponjas. Mis tías decididas a alimentar sin pausa. Y la cantata
aguda de un responso por los santos difuntos. ¿Era la pesadez lo que espantaba?
¿O la muerte aludida que llegaba de lejos? Con cierta lucidez yo advertía el
futuro, el claro porvenir expresado en la mosca encima del mantel y la manteca.
ALABANZA
Pretendo
escribir una alabanza, loas al sembrador de la lechuga, hacedor de tomates y
cebollas. También
al perejil con su tímido verde, el perejil que sazona milanesas, lampreados. El agua
de la tierra que brotó en las macetas de los patios baldíos. Pretendo
escribir una alabanza al cocinero que calienta mi tumba.
LA
POESÍA ACTUAL
A
los poetas de la Incertidumbre He visto la destrucción de los
naranjos y en el incendio una triste magnolia compungida. (¿Quién se robó el color de los cerezos? ¿Quién arrasó los pastos del
poema?) Alguien dijo que matan estas plantas con vapor rancio de poesía
actual, esa impotencia que eructa contra el rugido del tigre trampas de lodazal atrapa
quejas. Así se vio de lejos: Un poeta lloviendo en las cenizas para que la magnolia se
transforme en naranjo. TANGO Nubes apretando la garganta, cuchara vaciando las cuencas, piedra apuntando la frente. El huracán desatado. El arenal levantado. El granizo sobre un campo de
algodón. Y qué ganas en esta tarde gris. Qué garúa, qué sauce, qué
olvido. El horizonte es el límite del
llanto. El horizonte es el llanto. El llanto es el límite de la
cosecha. Y la acequia callada rumbo al
río. Y el río callado rumbo al mar. Y el mar embravecido antes de la
calma. En esta tarde gris desorbitado, decapitado, desorientado. En esta tarde gris qué ganas, qué garúa, qué sauce, qué olvido.
LO QUE SE PUEDE VER A
Manucho Esa caricia sobre el piano es una señal de serenidad: ya no hay abandono ni inquietud sino la certidumbre de estar en
casa. Lo que se puede ver va más allá de la mirada. Quizá sea la mano la que mira, y si la opción está entre la mirada y el ladrido un perro bien llevado no se permitirá más que un
pestañeo en señal de gratitud. Quizá por la caricia, quizá por
el piano. Quizá por la certeza de haber
llegado, por fin, para quedarse, saliendo del silencio que
aturdía. KANDINSKY La cuestión aquí es la
despedida: un pañuelito que se agita
despacio y una acequia por las mejillas. Toda despedida es un pequeño
luto, como el negro de tu falda o aquella tarde de domingo a la
luz de la lluvia. Algo de nostalgia también hay: no por el pasado, sino por el
futuro, camino perdido entre malezas, profecía que nunca ha de
cumplirse. Luego está la canción, sea grillo, vals o chacarera, candombe, acordeón o pajarito: ruido impertinente que suena en
el cerebro sin que nadie lo llame, justo cuando el pañuelo se agita y las acequias desbordan la lluvia, tu falda y el
domingo. La canción: línea de fuga a lo Kandinsky que pretende elaborar sus
teorías trazando una espiral: punto en expansión por donde
escapa el tiempo.
(Del libro homónimo,
Ed. Valparaíso,España,2013)
Carlos J. Aldazábal (Salta,
Argentina, 1974) Pueden LEER la biografía y más
poemas en entradas anteriores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario