Las estrellas hostiles suben.
Eternamente extrañas, eternamente lejanas
os sonreís, traicionadas por la buena fe del hombre.
Todas tienen una mirada gélida.
Todas son altivas, únicas en su propia fuerza
y no creen en su propio fulgor.
Todas las estrellas quieren convencernos de que son únicas.
Todas las estrellas son beatas como nada en este mundo.
Todas las estrellas quieren incendiar el mundo con sus
flecos llameantes. Todas las estrellas avanzan como luces rojas surgiendo de
la lejanía para destruir, devorar, consumir, ejercer su fuerza.
Edith Södergran (San Petersburgo, 1892 -Vivió en Finlandia-; Raivola, 1923)
(Traducción de Jesús Pardo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario