a Darío Jaramillo
Pasan los minutos, perezosos como leños de la chimenea,
sobre la alfombra de la cafetería del Hotel Plaza.
Pasan absurdos corno las conversaciones que me llegan lejanas,
conversaciones que mezclan tapicerías con recetas de cocina.
Pasan los minutos en el Hotel Plaza y tú no llegas,
tú que vas cruzando las aceras, volando por encima de las citas,
tú que te sientas en un sillón y te colocas la cara de espera,
cara perezosa y absurda con ojos que guiñan preguntas
y labios que no se atreven a pronunciar mi nombre...
... y así creo verte delante de mí, reina sobre un sillón rojo,
pero entonces tus ojos se confunden con otros ojos y los saludos
desfilan hasta convertirse en un tierno abrazo y en un beso.
Pero son otros los abrazos; son otros los besos.
Te imagino entrando por la puerta del Hotel Plaza.
Te imagino porque no te conozco, porque no te recuerdo.
Y tu risa convierte en cotidiano nuestro encuentro,
uno entre tantos, el único entre tantos.
Y pasan los minutos y la espera se disfraza de dudas,
Y las horas, el lugar y el día bailan en mi memoria
y el puzzle de las posibilidades teje una telaraña
que intento mojar en el cálido aliento de un whisky.
Pasan los minutos... intento leer los amores imposibles
que Darío Jaramillo me regala más allá de sus versos...
y entonces, la puerta se abre y el frío me recuerda tu nombre,
mi única señal, mi único dato cierto en esta cita a ciegas;
pero mi boca está sellada y paladeo tu nombre como un dulce
con la avaricia infantil de quien se sabe dueño de un secreto,
un secreto que se disuelve con el paso perezoso de los segundos,
con esa puerta que se abre y que se cierra... que no te reconoce,
[como yo,
como estos segundos que me separan de ti, de tu vivo recuerdo.
Ahora que estarnos más cerca que nunca,
ahora que solo unos metros nos separan (¡tan solo unos metros!),
ahora que el aire nos confunde en un nudo de olores,
solo tendría que salir a la calle para ponerle cara a tu sonrisa,
para ganar el pulso a los segundos perdidos de la distancia.
Solo un gesto y el tiempo de la espera sería un whisky
que se evapora junto a un plato vacío de aperitivos.
Solo un gesto.
Solo un gesto y las puertas de tu sonrisa se abrirían de par en par
como esta puerta dorada que traspasas con paso certero.
Pero solo tengo fuerzas para cerrar los ojos...
para seguir soñando en el Hotel Plaza con mi cita a ciegas,
para seguir acompañado tan solo del aliento de un vaso de whisky.
José Manuel Lucía Megías
José Manuel Lucía Megías (Ibiza, 1967), catedrático de Filología Románica de la Universidad Complutense de Madrid, publicó su primer libro de poesía en el año 2000: Libro de horas (Madrid, Calambur), al que le han seguido los siguientes títulos: Prometeo condenado (Madrid, Calambur, 2004), Acróstico, con prólogo de Rosa Navarro (Madrid, Sial, 2005), Canciones y otros vasos de whisky, con prólogo de Jaime Jaramillo (Madrid, Sial, 2006), Cuaderno de bitácora, con prólogo de Francisco Peña (Madrid, Sial, 2007), Tríptico, con prólogo de Fernando Gómez Redondo (Madrid, Sial, 2009), Trento (o el triunfo de la espera), en edición bilingüe español/ italiano, con traducción de Claudia Dernatté y prólogos de Luis Alberto de Cuenca y Pietro Taravacci (Bari, 2009), e Y se llamaban Mahmud y Ayaz (Madrid, Arnargord, 2012). Ha traducido, además, las poesías juveniles de Cesare Pavese y las Poesías de Mihai Eminescu, (Madrid, Cátedra, 2004), junto a Dana Giurca. Es director de la plataforma literaria Escritores complutenses 2.0 (biblioteca.ucrn.es/escritores) y de la Semana complutense de las Letras.