jueves, 23 de noviembre de 2017

LAS FIESTAS INFANTILES SON LUGARES DE MEDITACIÓN


















Ese niño juega con un camioncito de madera: un buen 
momento para verlo.

Es el centro del mundo, según la madre, la tía, el abuelo y 
     el perro adiestrado;
pero alguien en la escuela, en una plaza, a cualquier hora, 
     le hará saber que no es cierto:
en un instante quedará destruida la tarea de la madre, de la 
abuela, del perro adiestrado
y hasta es posible que el niño no agradezca el esfuerzo familiar.

Jonathan Swift opinó que un niño al horno no sólo es rico: 
     también es nutritivo;
y Wordsworth corrigió “el niño es el padre del hombre”:
dos exageraciones peligrosas como un silogismo: a los dos 
     se les podría contestar en prosa inglesa “cálmese, señor, 
     y termine su té que se le enfría”.


Lo que sí hay es abuso reproductivo: por eso
no piense en la estadística cuando mire a ese niño: se 
    librará del terror demográfico, de las conclusiones sobre 
    el hambre en el mundo, de la masa humana siempre 
    próxima al crimen:
usted sólo quiere una tarde en paz con su familia.

Para ese niño, usted será a lo sumo un buen recuerdo, 
y si realmente quiere serlo, déjele una anécdota:
                                                 usted
para el niño, triste es decirlo, ya está en vías de 
     desaparición: es
una rápida historia que ha empezado a morir: este niño, 
su precioso pariente,
es la prueba más visible: después vendrán los hechos a 
confirmarlo.


(de: "El que vuelve a ver",
2016)

Santiago Sylvester (Salta, Argentina, 1942)



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