Ese niño juega con un camioncito de madera: un buen
momento para verlo.
Es el centro del mundo, según la madre, la tía, el abuelo y
el perro adiestrado;
pero alguien en la escuela, en una plaza, a cualquier hora,
le hará saber que no es cierto:
en un instante quedará destruida la tarea de la madre, de la
abuela, del perro adiestrado
y hasta es posible que el niño no agradezca el esfuerzo familiar.
Jonathan Swift opinó que un niño al horno no sólo es rico:
también es nutritivo;
y Wordsworth corrigió “el niño es el padre del hombre”:
dos exageraciones peligrosas como un silogismo: a los dos
se les podría contestar en prosa inglesa “cálmese, señor,
y termine su té que se le enfría”.
Lo que sí hay es abuso reproductivo: por eso
no piense en la estadística cuando mire a ese niño: se
librará del terror demográfico, de las conclusiones sobre
el hambre en el mundo, de la masa humana siempre
próxima al crimen:
usted sólo quiere una tarde en paz con su familia.
Para ese niño, usted será a lo sumo un buen recuerdo,
y si realmente quiere serlo, déjele una anécdota:
usted
para el niño, triste es decirlo, ya está en vías de
desaparición: es
una rápida historia que ha empezado a morir: este niño,
su precioso pariente,
es la prueba más visible: después vendrán los hechos a
confirmarlo.
(de: "El que vuelve a ver",
2016)
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