(el tiempo pasa en todas partes)
Palabras hermosas sobre la humanidad fueron dichas aquí
en el siglo XVIII: el barón d'Holbach, Voltaire, Diderot.
El filósofo era un reloj que se daba cuerda a sí mismo, y
Madame D’Épinay discutió con sus pares de la Academia
cuando las mujeres bordaban, criaban hijos
y esperaban un sobresalto erótico en su boudoir.
Hermoso destino el de esta ciudad
donde no hay abulia del conocimiento.
Por aquí también ha pasado el tiempo: hoy
nadie mira a nadie, y no es aires de importancia: se trata
de un estilo, un dilema de la gestualidad: fijar los ojos
crea un desorden instantáneo: modales extenuados por la cortesía.
Cruce usted una avenida, tome un café,
compre un libro, una baguette, viaje en Metro,
y la única mirada directa que recogerá, fiel
al viejo desenfado de mirar a la cara,
será la de esa chica del cartel que usted conoce: ça change tout,
sensation de ne rien porter*: un alarde difícil de pasar por alto.
De otra época llega este saludo.
*de un cartel publicitario para vender preservativos.
(la manía de cumplir años)
No es la cantidad, sino que llegan todos juntos: se hacen notar
por presencia y ausencia: las ocasiones perdidas, el malgasto,
también el beneficio de lo que ya ha pasado como un tren de
carga hacia el oeste.
Qué puedo decir ahora de la soledad: que he aprendido
a estar solo;
de los viajes, que he aprendido a viajar;
de lo conversado, que he aprendido a conversar;
y recuerda también que las palabras del amor
pocas veces son palabras de amor: más bien gestos,
sobrentendidos, bueno es comprenderlo para saber que
tampoco en esto
hubo desperdicio: lo que se ha ido
es porque debía irse, lo que ha quedado es el resumen: saberlo
para que el oído no se confunda y pueda oír,
para que el ojo no se confunda y pueda ver,
para que la memoria no se confunda y recuerde que nada está
terminado, que en todas partes hay desorden y es una
suerte: de otro modo no valdría la pena moverse,
negociar,
saludar al plazo que nos queda.
Hablar de los muchos años
puede terminar en celebración de uno mismo,
por eso me callo y sólo agrego que de los años
espero más años y además
que sea siempre de esta forma,
no de otra.
(dificultades de la convivencia)
No es necesario que estemos de acuerdo: lo extraño sería que lo estemos: el acuerdo inmejorable de los que no tienen opinión:
cómo buscar un asomo de verdad sin ser contradictorio: es posible
que yo tenga razón y que a la vez no tenga: hay un nudo no resuelto que no tiene solución: ejemplo, prometer felicidad
o lo contrario: casi nada se conjuga con el verbo ser: verbo
de uso aproximativo: ¿ser feliz? ¿no serlo?: lo más
probable
es estar en la confluencia: desalojado entre enraizados,
semilimpio y en el claroscuro.
Hay
un interés contradictorio en todo tiempo y en cualquier lugar:
cómo entonces tener razón
o no tenerla
si la transformación está en la base: moverse
es un premio
y ahí vamos enhebrando una idea tras otra
como el pescador ensarta sus pescados en la lercha.
Buenas noches entonces:
aquí termina el poema.
No hay cómo terminar con el litigio.
Santiago Sylvester (Salta, Argentina, 1942)
IMAGEN: Retrato de Madame D' Epinay (Francia, 1726-1783; escritora francesa y amante dll filósofo Jean Jacques Rousseau.
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