El
color de los cuerpos
que caen juntos
en una misma cama
como
si la trampa
hubiese estado dispuesta
hace años
en esos
granitos de arena
en los ojos de los ojos
en una playa en el
sol
en unas rocas en la luna
o las nubes de una galaxia
girando
a todo calor
debajo de la piel.
Esta
piel.
El
color de los cuerpos
que se desean
bajo una misma noche
en
un secreto
que de tan secreto
es una nueva luz
pero a la
vez
una nueva oscuridad
entre otras piernas
que caminan
hacia acá
entre las sombras
de una ciudad en ti.
Esta
ciudad
Ése
es el secreto.
Ése
es el límite
de tu aproximación
y mi caída.
Es
la pregunta
de si mañana
amaneceremos juntos
en un mundo
sin mañana.
II
Te
observas en el mar
como si fueras a lo lejos
el horizonte
chiquito
de tus ojos
que rehúyen su propio reflejo
su
propia luz
su propio anochecer.
los
barcos dices amar
y esos barcos eres tú
siguiendo la línea
que
dejan las estrellas
sobre su desaparición.
Cada
nuevo detalle del cosmos
lo haces tuyo
y lo ofreces sin
palabras
a un dios
que también es mi dios
pero del cual
desconocemos
sus colores
su saliva
su luz profunda y su
pena.
Un
dios sin amanecer
como esta brisa
que rasguña mis labios
con
la sal
en que se han convertido
los muertos
de este deseo.
Las
olas rompen en ti
como los años en mi cabeza
como las noches
que pasan
entre nosotros
y no nos ven
en el vértigo de
verte durmiendo
en el fondo de los corales
que no me dejan
respirar
la vergüenza.
Sangro
de a poco
sobre este cuaderno
me enfrío de blanco las manos.
Las
estrellas allá
huelen a piel y sal.
Todo
lo que es polvo
acabará esta noche
en mí.
III
Alejas
cada rincón
cada meteoro
entre tu cielo y el mío
huyes del
monstruo
y del fondo del mar
que ves en mí
cuando te ves al
espejo.
Nos
reflejamos
y no sabemos qué hacer.
Deseo
y miedo
es un mismo dios.
Una
misma caverna
y una misma isla.
Uno
que muere cada día
cada noche
en cada naufragio.
La
renuncia es otro placer
uno para desconocerse
en medio
de
las ráfagas de muerte
que la historia trae consigo
sobre la
geografía.
IV
Desbordas
luz y no te das cuenta
quieres enterrar tu corazón
en el fondo
del bosque
donde vives tú
entre los árboles
que le roban
el terciopelo
a las constelaciones.
Te
asesinas cada noche
y tus ojos aparecen detrás
de esas
montañas al amanecer.
No
son montañas
es el porvenir
de tus manos.
Estás
dentro de mi nombre
y eres yo mismo en el futuro.
El
amor sólo es posible
entre cadáveres.
Lo
sabemos.
Pocos
metros quedan
para que pasemos juntos
una eternidad
una
eternidad
hasta la estrella de la mañana.
V
(epílogo)
Amaneció
y
la noche cósmica
ya no es más.
Ciertamente
un cadáver
se despide de mí
el mismo que se frotó en mis
ojos
cuando en un momento pensé
que el mundo entero era un
momento.
El
nuestro.
Ya
no es más.
Todo
ha desaparecido
con el óxido de un mar de acero.
Todo
ha desaparecido
y alguien sonríe en otro país.
Ése
era el secreto.
Todos
los sabían menos yo.
Héctor
Hernández Montecinos
Héctor
Hernández Montecinos (Santiago, Chile, 25 de noviembre 1979. Es uno de los poetas chilenos más reconocidos de la
última década. Licenciado en Literatura y Doctor en Filosofía en
la especialidad de teoría del arte. De
su proyecto Arquitectura
de la Mentalidad,
que consiste en tres trilogías se han publicado hasta el momento La
Divina Revelación y Debajo
de la Lengua. En
paralelo a su labor poética, Héctor Hernández Montecinos se ha
desenvuelto como gestor cultural y editor.
Recopilando antologías importantes como 4M3R1C4:
Novísima poesía latinoamericana, o Halo:
19 poetas chilenos nacidos en los 90. Además
ha realizado ensayos y recopilaciones de escritores como El
imperio de los sentimientos, Obra reunida de Antonio Silva (2015)
y Verás,
Muestra de poesía, prosa y material inédito de Raúl Zurita (2017). El
año 2009 Héctor Hernández Montecinos fue galardonado con el Premio
Pablo Neruda de chile: en
razón de su profusa obra poética experimental y vanguardista, su
aporte a la poesía y teoría chilena, y a la escritura nacional.
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