lunes, 22 de octubre de 2018

VIAJE EN TAXI CON PADELETTI




















Aquella luz quieta que deben conocer el caracol
o la tortuga —cualquier animal de esos
que se esconden dentro de sí mismos— iluminaba el auto.
Íbamos así, como se viaja ahora, dijo el poeta
y recordó su ciudad natal. Nombré a Móntale, por hablar de algo
mientras el taxi intentaba abrirse paso a través del tránsito
admití no haber leído a Pasolini
porque estaba segura
de que la conversación nos llevaría
de un momento a otro, a mi falta.
Pero el poeta insistía con una cucharita
encontrada días atrás en el fondo de un bolso.
Ah, si tuviéramos la velocidad de las cosas
para abandonar su espacio habitual.
Avanzábamos. Pero lo hacíamos en un pasado remoto,
hipotético y remoto. Era la única manera de estar
él: una mano sobre la otra
la cartera de cuero, la bufanda, la espiga de la columna
sosteniendo lo que queda después del abandono.
Atravesar la ciudad en taxi con una desconocida
o recuperar el amor perdido, ¿en qué pensaba?
Hace meses que tengo mi casa en venta, dijo
pero en lugar de preguntarnos por el destino
de las plantas, del jazmín, de los papeles
ahora que había llegado el momento de cambiar de aire
hicimos alguna referencia al mercado inmobiliario
para después fijar los ojos
en las luces de la calle
como si el futuro pudiera adivinarse ahí
en la noche entumecida por lo irreversible
del amor que ya no vuelve.
Lejos de cualquier disertación
—yo hubiese querido una clase de poesía-
nos quedamos callados
escuchando las direcciones que emitía la radio
atentos al conductor
a su sistema de tomar viajes al vuelo
cómo la mente puede transformarse en una grilla
que piensa distancias, tiempos de espera.



(del libro: Versiones del Paraíso
Ed. del Dock, 2016)
Carolina Esses (Buenos Aires, 1974)




IMAGEN: Hugo Padeletti.




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