jueves, 22 de julio de 2021

UNA VACA VE A LOS HOMBRES (*)


 












No te mates


Carlos, calmate, el amor
es eso que estás viendo:
hoy besa, mañana no besa,
pasado mañana es domingo
y el lunes nadie sabe
qué va a pasar.
 
Inútil que te resistas
y lo mismo suicidarte.
No te mates, no te mates,
guardate todo para
el casamiento que nadie sabe
cuándo va a ser
si es que es.
 
El amor, Carlos telúrico,
pasó la noche en vos,
y las represiones, sublimándose,
hacían ahí adentro un barullo indecible,
rezos,
vitrolas,
santos persignándose,
anuncios del mejor jabón,
barullo que nadie sabe
de qué era, o para qué.
 

 
La vaca
 
La soledad de la vaca en el campo,
la soledad del hombre en la calle.
Entre autos, trenes, teléfonos,
entre gritos, el descampado profundo.
 
La soledad de la vaca en el campo,
los millones sufriendo sin plaga.
Si es de noche o hay sol, es indistinto.
La oscuridad despunta con el día.
 
La soledad de la vaca en el campo,
hombres retorciéndose callados.
La ciudad es inexplicable
y las casas no tienen ningún sentido.
 
La soledad de la vaca en el campo.
El buque fantasma pasa
en silencio por la calle repleta.
Si cayera una tempestad de amor.
Las manos juntas, la vida a salvo…
Pero el tiempo está firme. La vaca está sola.
En el campo inmenso la torre de petróleo.
 
 
  
Vida menor
 
La fuga de lo real,
más lejos todavía, la fuga de lo fantástico,
lo más lejos de todo, la fuga de uno mismo,
la fuga de la fuga, el exilio
sin agua ni palabra, la pérdida
voluntaria del amor y la memoria,
el eco
que ya no corresponde al llamado, y éste que se hunde,
la mano que se vuelve enorme y que desaparece
desfigurada, todos los gestos al fin imposibles,
si no inútiles,
la innecesariedad del canto, la limpieza
del color, sin brazo que se mueva ni uña que crezca.
Aun así, no la muerte.
 
Sino la vida: captada en su forma irreductible,
ya sin ornamento ni comentario melódico,
vida a la que aspiramos como paz en el cansancio
(no la muerte),
vida mínima, esencial; un comienzo; un sueño;
menos que tierra, sin calor; sin ciencia ni ironía;
lo que se pueda desear que sea menos cruel: vida
en que yo no respire el aire, sino que me envuelva;
sin gasto de tejidos; ausencia de ellos;
confusión entre la mañana y la tarde, sin dolor,
porque el tiempo ya no se divide en secciones; el tiempo
eludido, domado.
No lo muerto ni lo eterno ni lo divino,
sólo lo vivo, lo chiquito, callado, indiferente
y solitario vivo.
Eso busco yo.


Carlos Drummond de Andrade (Itabira, Minas Gerais, Brasil, 1902-Id. Río de Janeiro,1987)

 (*) Antología y traducción: Ezequiel Zaidenwerg)


Pueden LEER su biografía en una entrada anterior del autor (Nota del administrador).



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