Cuando te toca el agua (los dedos o los labios) te convertís en agua.
Cuando te toca la sopa (los labios o el pecho, con su talón al rojo)
te convertís en pan (un pan negro
lleno de hormigas
que van hacia el desierto...).
*
Pisá el agua y andá en patas por su ribera,
recogiendo flores para los demás.
*
Mirá la piedra de donde fuiste cortado.
Mirá la caverna de la fosa de donde fuiste arrancado.
El desierto como paraíso,
y la soledad como huerto.
Bailando en las brasas,
bailando en las brasas,
pero pisando el agua,
apoyando la planta entera
para grabar su orden líquido
en la raíz.
*
El silencio de un mundo sin crear.
Nuestra vida es humilde porque existe el azar.
El dolor es puro,
para el lado de las cosas sagradas.
APARICIÓN
(Fragmentos)
La música abollada de la campana.
Una sombra de laurel en cada plato, Ceferino.
¡Ceferino! Tu madre es un cordero en un pozo a la que dejaste agonizar
en el parto.
¡Ceferino! Tu madre tiene un cuello de cristal en el útero.
La hoja de laurel que dejo junto al plato tiene el peso de un bosque, frío, la luz. Es una huella donde apoyar la mirada para que no te quedes mirando el plato vacío. Eso es lo que había para vos. Un pan viejo, un vaso de agua. Un poco de miel. Té en la noche. Y el peso del olvido sobre lo que queda de tus huesos. El arca rota de la memoria con una deriva perfecta: la de hundirse...
Yo tengo el duro ejercicio de recordar tu nombre. De soplarlo al oído, en la noche. La brisa del sueño es áspera, tiene murmullos de viejas antiguas que te desearon con ardor silencioso. Esa brisa también recoge de mi boca tu nombre y lo esparce. Te encontré en el centro del silencio, en
un ayuno.
Tenías el peso de unas plumas apenas. Descansabas hacía mucho. Tus
huevos se habían ahuecado, y habían formado dos colmenas de miel. ¡Eso! ¡Llenas de abejas!
*
Esta es la historia
de la aparición
de un Cristo loco,
(sueño y horror!!)
eran las navidades,
las navidades en San Miguel,
apareció una sombra
por los platos,
bajo el agua tibia
de los caldos y del vino,
del agua (Ceferino)
y de los huesos.
*
Una mala memoria está escrita con alaridos.
*
Este Cristo,
cuando mi padre lo entraba,
dijo: poneme un nombre nuevo.
Y se desplomó.
De sueño.
De agonía.
Y le puso Ceferino.
Y ya era Ceferino.
Pero esa noche alcanzó a soñar unos segundos. Y fue muy leve.
Soñó que era una pluma...
Cayendo
por un hueco.
Una pluma
de pichón
por el hueco del ascensor.
El hueco de un ascensor soñado en la casa del campo, en el eco de una lejanía: las civilizaciones chocando en el aire. El rugido de dos leones chocando en el aire. Los cristianos contra el muro. El rugido contra el muro. Dijo: “si todo explota yo salvo las campanas”.
¿Quién lava su pelo en el río?
(¿O lava al río con sus pies?)
Aguas mansas
que llegan secas a sus pies,
y se mojan en la tarde,
al pie de un sauce, recobran el agua
del llorón. Así son las aguas
del diluvio, preservan el calor, el vapor amargo
en la superficie, un bracito
del Paraná por el curso del arroyo
hasta San Miguel,
donde está extendido su callo
de mortaja. En una casa blanca.
*
La fuerza
del roble que no pueden voltear
La fe de un paraíso talado, de un sauce llorón talado,
de un quebracho talado,
las raíces rotas:
las alas rotas del hornero,
la tierra en su ancho talón
*
A los tres días todo parecía natural, Ceferino. Apareciste.
Ningún nombre se sostiene en el tiempo, pronto te llamarán Sixto, Juan, pensé.
Rozarse los bordes hacia el imán de la boca que Nombra.
La respiración de Ceferino proviene de su mirada: vio todo.
Vio bajo el agua.
Vio entre el fuego.
Oyó también los gemidos, los llantos y el placer.
*
Porque todo se imantó,
y las colillas mismas del sueño
rajaron hacia La Fuerza.
Estaba soñando, y la cola del sueño espantaba las moscas. Y mi hermano Pedro esa noche se transformaba en mesa. Porque la llegada de Ceferino produjo una secuencia de cambios, algunos casi imperceptibles. ¿Cómo se transforma en mesa? Primero se transforma su carne en pan, en la misma cama donde duerme. Ahí mismo se va llenando de moscas. Lo llevan a la mesa. Y el espíritu de mi hermano queda en la mesa. En la mesa donde Ceferino parte y multiplica los panes para el resto queda fundido su espíritu. Y ponen una Biblia sobre esa mesa.
(Del libro: Poesía mundial,
1998-2018-.Edic.Neutrinos,
2025)
Martín Rodríguez
Martín Rodríguez nació en Buenos Aires en 1978. Publicó los libros de poesía Agua negra (Siesta, 1998; Gog y Magog, 2008), Natatorio (Siesta, 2001), El conejo (Del Diego, 2001), Lampiño (Siesta, 2004; Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes, 2003), Maternidad Sardá (Vox, 2005), Paniagua (Gog y Magog, 2005), Vapor (Vox, 2007),Para el lado de las cosas sagradas (El niño Stanton, 2009), Paraguay (Vox, 2012), Ministerio de Desarrollo Social (Determinado Rumor, 2012; Mansalva, 2018) y Balada para una prisionera (Caleta Olivia, 2023). Publicó el libro de ensayos políticos Orden y progresismo: Los años kirchneristas (Siglo XXI, 2014). Es coautor de La grieta desnuda: El macrismo y su época (Capital Intelectual, 2019) y compilador de ¿Qué hacemos con Menem? Los noventa veinte años después (Siglo XXI, 2021), ambos junto a Pablo Touzon, con quien también fundó la revista Panamá en el año 2013. Poesía mundial reúne veinte años de poemas publicados entre 1998 y 2018.
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