Madre se inclina, pide por favor que me aquiete, dice que
existe enlazada a los pájaros y los caballos del cielo y encuentra
allí cercanía con su Dios. ¿Madre, dónde te detenés, cómo,
cómo te acercás?
Una pluma cae delicada y en tiempo real a mis pies. Y madre se
ilumina, ríe ante esa constatación de su presencia en mi mundo.
Una permanencia sin remedio. Ese amor.
Antes de saber si ya es el día, de abrir los ojos, pensar: voy a
salir con madre, a caminar, a mirar las nubes, los espejos de
agua salpicados de aves blancas, los tonos alterados del otoño.
Antes, detrás de mis ojos, en la órbita. Antes madre dónde.
Estoy escribiendo los poemas de mi madre.
El desafío: acercarme a otro modo de existencia.
Ella no existe en la cronología.
Hoy pienso en lo escaso, en la materialidad disminuida del
lenguaje. El vocabulario no es accesible. El hueso se cortó.
Y con él vasos, nervios, filamentos. Lo que hacía luminoso
el atardecer que vivo. Tengo una edad que no comprendo
del todo eso fue ambicioso, comprender. Madre decía que
hasta los ochenta años fue bueno y ahora ¿cómo vivir
este tiempo de cielos excesivamente abiertos?
Vivo otra vez esta mañana entre las cosas del mundo. La olla
hierve detrás del chillido de un insecto, un grito a lo lejos,
las hojas del fresno se demoran, flotan, un vaivén por unos
segundos antes de caer.
De esa imperturbable manera existo. Mi vida se ha vuelto
casi representable más diáfana y solitaria.
Estás aquí, como los hilos de luz que ahora filtra la persiana
o el sonido de los pájaros, entreverada mi tristeza con
una serenidad que lo aplasta todo hasta decir: las vidas no
dejarán de ser así.
La música crece y crece sobre la epidemia de información
de este siglo en el que no estás. Un siglo brutal, inabarcable,
¿escuchás? suena Bach, suena Jacqueline Du Pre, una música
que no es de este mundo ¿escuchás? esto va a chorrear
sentimiento. Eliminar. Sí, eliminar los sentimientos
imperiosos ¿habrá que morir así? ¿escuchar sin descanso
una música que desprecia la materia, la carne pesada?
¿encontrar la sal mientras se alcanza la velocidad? Eliminar
los sentimientos imperiosos entonces. Una vertical atraviesa
como un Rayo tu órbita y la mía. En esa intersección
escribo ahora.
En el sueño se puso el sol sobre nosotras
junto al río Ibicuy
y era brillante
los peces saltaban con insistencia
- o no ¿eran gallaretas? -
y el reflejo del sol cortaba el río en dos
un corte limpio
como de geometrías afiladas
separó de pronto el paisaje
una divisoria que dejó de un tajo mi respiración en una orilla
y la tuya lejos río abajo corriendo con los peces y las aguas
¿Y si no hay nadie allí afuera?
¿si el espíritu de los objetos es el espíritu de los objetos y
el espíritu de la niebla sobre el río -que parece hablarme-
sólo esa niebla sobre el río?
¿y si el alma de los árboles que resplandecen en la noche
-incluso la de tu árbol-
es sólo la del árbol en la noche
y simplemente no estás aquí
ya no estás entre nosotros?
6 de mayo de 2021 hoy tres años de su muerte
esta mañana caminábamos por la playa resplandeciente una
orilla de gaviotas en suspensión rasante sobre la espuma
dijiste ¡qué belleza hija!¡cuánto para agradecer!
Escuchar ¡mamá! ¡mamá!
un susurro que es un grito en medio de la soledad de la noche
en una ciudad vacía
que de nuestras bocas emerja un susurro que ruega: mamá
mamita a los diez años, como a los treinta, a los cincuenta
o a los ochenta, no importa, como si algo no hubiera crecido
como si esa palabra agazapada no se hubiera separado y
pudiera aún mecernos en cada noche atribulada del alma
pero nombrar me cansa
sí, las cosas han cambiado
los tiempos que nos tocan, mamá, son difíciles de transitar,
arduos de este lado de la existencia
tu muerte quedó atrapada, subsumida en los rastros
de la ciudad los lazos sueltos, los lazos fuertes, respiran
a la deriva la incertidumbre se ha salido de su cauce,
ahora, indiferenciada, avanza,
devora fe, devora voluntades
vamos sueltos, mamá, en el océano humano
y entonces ya no madre ya no hija
(del libro homónimo,
hilos editora,2024)
María Mascheroni
María Mascheroni nació en Buenos Aires en 1958. Poeta, editora, psicoanalista. Publicó en poesía: La inevitable curva (Botella al Mar, 1997); impaciencia de la sed (tsé-tsé, 200l); Jardín (tsé-tsé, 2004);El cansancio de los hijos (Hilos Editora, 20Il); Hierba sobre el mundo castigado -Colectivo poético involuntario (Hilos Editora, 2017) en coautoría con Teresa Arijón; Blues de las almas inquietas (Hilos Editora, 202l). En 2015 recibió el Segundo Premio Municipal por su libro El cansancio de los hijos.Estuvo a su cuidado la investigación de archivo y posterior edición de la Obra poética de Celia Gourinski En ocasión de la aparición de un cometa (Hilos Editora, 2022). Integra el Consejo editor de Hilos Editora desde su fundación en 2010, y están a su cuidado el arte de tapa y la imagen editorial.Ha publicado poemas y ensayos breves en distintos blogs, revistas y antologías.Fundó el Colectivo de Acción Poética El pez que habla junto a otras artistas. Coordina los talleres de pensamiento, investigación y acción poética Martes intenso.

1 comentario:
Leo…siento…tiemblo…y no paro de leer, sentir, temblar y llorarte madre…
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