viernes, 8 de agosto de 2025

POCO QUE DECIR

 


Apagón


la luz de la vela proyecta sombras desmesuradas que me alejan hasta donde ella duerme (y tiembla) en la actitud de un cuadro. Muslos a los que sólo les falta el rosa porque “El Sueño” se revela sobre la pared —por la luz de la vela— en el pulso frenético de las sombras.



Se dice de lo precario

se dice de lo precario: de poca estabilidad y duración.
En otras palabras,
el final en cualquier segundo anónimo, el espasmo
de una hélice.
Fragilidad, pánico en el 152, atiborrados y transparentes contornos
de amenazas urdidas en algún tugurio de la mente 
que proyecta, a intermitencias,
una estampida de luces de tubos fluorescentes.
Voces enmudecidas inclinadas al borde de la nada.
Y por fin, el apacible bip de una línea zigzagueante.

No te apenes más de la cuenta.
Pulso un botón mientras pienso en la precariedad del yo
y el agua arremolinada arrastrará
el amarillo como ayer.



Pieza conclusa para una mañana bien temprano

fluye, pero no tanto,
como la fuente de un río,
entre las piedras y a borbotones.

Fluye de pronto.
Ni la hoja seca navega los rápidos.
Ni la tapa de una gaseosa.
En la carrera desde la panadería
contra Languidez, se revela la maravilla
de una mañana bien temprano:

rumor de cascada,
aria del agua,

felicidad
que la pendiente de la calle
precipita al sumidero.



Como Chéjov

minutos antes del canto del zorzal
o de la alarma del despertador,
empieza a lamer mi cara.
El péndulo vivace del rabo
expresa la urgencia
de visitar el árbol y las mismas baldosas,
pero, especialmente
reconocer la marca
de su propia vida indiferenciada
y aunque nunca leyó a Chéjov
sigue el consejo sobre la escritura
en cuanto a su esencia: oler
como la primera vez
a diferencia del amigo que despierta,
que rastrea la pista del error existencial,
entre las brisas y las tormentas
de los recuerdos.



El devenir

miro las estrellas y reviso los acontecimientos de ayer.
Nada extravió el Recepcionista —otrora menos desafortunado—
confinado a un rectángulo oscuro y ventanilla a la pared.
Miro las estrellas exhausto de conclusiones
antes del amanecer sobre el devenir de las cosas.
Pero algo parece definitivo:
Equis de tres años durmió en este cuarto.
Aquí el pasado lo explica el artificio,
los autoadhesivos del cielo raso brillando en la oscuridad,
el firmamento
tan cerca
que te calma.



Condena a mi figura

ese del espejo no soy exactamente yo, incluso la camisa
parece otra:
luce mejor de este lado.
En el otoño de dos mil diez
desisto del porte baudelaire,
pero reniego
de la exageración del espejo.
El tiempo devasta y un árbol escuálido
no se advierte en el fondo esfumado.
Aquí, el primer plano registra 
la curvatura de la mitad del cuerpo en expansión implacable.

Ese no soy yo sino la verdad, 
partes de resignación y de otros.
De sigilosos fracasos.  
De tu amor 
que a duras penas me refleja



Una taza

desde el otro día que la taza permanece
delante de un portarretrato,
banda de colores, genuina loza de oferta,
el borde quizás pringoso y el interior manchado,
sorbos con fruición en la dádiva de un día casi igual.
La sobreviviente a mis torpezas, con destornilladores y letras,
en particular con los utensilios de la mesa,
oculta parte de la foto de los novios
en el patio andaluz del Rosedal, unos años antes que yo,
más de un lustro antes que la taza
obstinada en colorear el gris de los últimos recuerdos.
Llevo una vida tranquila, 
pero a veces los engranajes no funcionan bien.
¿oye el chirrido la flor altiva del patio andaluz?
¿se oye en los millones de estrellas que nos separan?

Días que persisto aquí, delante de una foto sepia,
para calmar distancias, arrimado en una taza.

(Del libro homónimo,
Barnacle, 2025,
Envío de Alberto Cisnero)

Pedro Donangelo

Biografía en primera persona:

Nací en 1949, en el barrio de Floresta, Buenos Aires, pero mi barrio de adopción fue el Bajo Belgrano, en diagonal a la cancha de Excursionistas y frente al Río de la Plata, proveedor diario de éxtasis por amaneceres vistos desde un tragaluz. En un poema no escrito se aproxima un barco a fundar mi origen. Participé en el Taller Mario De Lellis y posteriormente en el taller de creatividad de Alberto Mediza. Asistí al taller del grupo Grafein, originado en la Facultad de F y L. Publiqué en algunas revistas literarias, entre ellas, “Suburbio” del inefable Eugenio Mandrini y en “Mascaró”. Integré la antología “Poesía Argentina 1980”. Algunos blogs contienen mis textos y soy responsable de “El poeta ocasional” en https://epoelpoetaocasional.blogspot.com Ahora vivo en el sur de Mendoza, entre la ficción y la realidad porque sigo esperando que aparezca un barco en el horizonte del Río de la Plata.


Pueden LEER más poemas en entradas anteriores. 



2 comentarios:

Pedro Donangelo dijo...

¡Muchas gracias, Marcelo!

Marcelo dijo...

Un gusto leerte, Pedro.