viernes, 27 de noviembre de 2015

CARTAS ENTRE NIEVE Y ASFALTO




por más
que me pidas
que no me ilusione
con mis fantasías
y me prevengas
que sos brava y de hielo
y que sentís algo similar
pero no igual al amor
y abjures de los psicoanalistas
tan cuadrados

por más
que no nos conocemos
y estamos lejos
que nuestros proyectos
ni se tocan de la mano
y nieve no es asfalto
que allí todo es mediocre
y aquí todo es cultura 

por más
que me pidas que te rapte
y al instante
me rechaces
me digas que no te crea
y a la vez no te abandone

por más
que no reconozcas
que soy el autor de tu excitación
y digas que si no hubieras querido
no habría podido estimularte

por más
que no averigües
qué hice en mi cama
la noche pasada
para evitar que te pregunte
quien compartió tu almohada

por más
que me implores
que te cuide mucho
aunque no seamos
más que viento en fuga



por más
que me seduzcas
con el vacío
de tus meditaciones
y tu alma levitando
en la montaña
y pretendas revelarme
que ya te cuidaba
desde antes de encontrarte
y así me hagas sentir
el hombre más tonto
de este mundo  

por más
que mientras crecen tus hijas
y su padre tiene
otro hijo en camino
te torture la idea
de estar sola
y ser destituida
de esa nueva familia
numerosa

por más
que me recuerdes
tus otras historias
que te arrastran el ala
y te miran las piernas
y me cuentes del poliladron
y de algunos rufianes
que rondan tus dominios

por más
que me hagas notar
como muta tu sexo
y quieras acercarme
y al mismísimo tiempo
intentes alejarme
y me acaricies
en el último viaje
la entrepierna en el taxi
para que después me apene
no haberte poseído
y a la vez me aplauda
por haberme contenido



y por más
que hagas
lo imposible
para que te abandone
y desista





ya nadie
me podrá sacar
esos últimos minutos
de sofá y de escalera
en que los que sentí de nuevo
lo ancho del amor
ni me podrá quitar
el dolor de no escucharte
llamarme de tan lejos

ya nadie
me arrebatará
la dulzura de tu voz
tu impostación teatral
ni tu mirada fija
contra mis ojos mudos
el guiño de la sutil arruga
de tu párpado izquierdo

ni podrán robarme
una letra de tu aliento
ni los bellos poemas
que un día me regalaste
y no sé si acaso fueron
dedicados a otros antes

nadie podrá hacerme olvidar
el éxtasis de tus labios
el contorno de tus dientes
la textura de tu lengua

nunca podré ya ignorar
el terror a la traición
que llevás bajo la piel
como un tatuaje eterno
aunque nada pueda herirte
más de lo que ya te hirieron

nunca me podré olvidar
de tu instinto salvaje
de escaparte de todo
aunque no te persigan
con esa onda rea
y ese ácido sarcasmo
en el que yo no creo



por eso
abrazo la espuma de tu rabia
te regalo la cuerda
para que tu lágrima ahogue
el ventarrón que empuje
tu cicatriz de vela

aun cuando te asuste
y te asombre este hombre
que sólo a vos te escribe 
a corazón desierto

a corazón abierto

a puro pelo en pecho

al viento y sin sombrero
  

(Del libro inédito: Cartas 
entre nieve y asfalto)
Silvio Katz




Katz, en primera persona:

Nací en 1955 en la Paternal, Bs.As., Argentina,  donde viví hasta los seis años al fondo del pasillo, entre malvones y mosaicos. A los seis años me mudé a uno de los primeros edificios de Caballito, a la vuelta del Parque Rivadavia, hice la primaria en el Antonio Schettino. Después adolecí en el Nacional Buenos Aires. Desde los trece años ya había empezado a componer canciones y escribir poemas que nunca fueron editados pero me sirvieron para desahogarme por la muerte de mi abuelo. Tuve mis primeras novias con las que compartí largas horas diletantes en El Foro, La Paz y La Giralda y en el Cine Ritz mientras veía Woodstock casi religiosamente durante 25 sábados seguidos. Después empecé a estudiar Medicina, sólo medio año hasta que largué con la toma, y seguí con Derecho, mientras tocaba mi primer Fender Rodhes por los bares con Supertrapo y mis amigos de los colegios ingleses de Adrogué. Viajé después por primera de tantas veces al carnaval de Bahía, fume porro, volví loco y empecé a fabricar ropa, para continuar seguidamente cambiando cheques cuando descubrí que la bicicleta financiera era mejor negocio que la industria. Finalmente, al cabo de veintitrés meses de estudiar duro y parejo, me recibí de abogado para volcarme de lleno al negocio inmobiliario. Me dedique a muchas diferentes cosas pero durante todos esos años seguí escribiendo como una obligación conmigo mismo, sin pretensiones, sólo para mí y para algunos pocos y generosos amigos que toleraron leerme de vez en cuando.



IMAGEN: The kiss, pintura de Gustav Klimt.


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