por más
que me pidas
que no me
ilusione
con mis fantasías
y me prevengas
que sos brava y
de hielo
y que sentís algo
similar
pero no igual al
amor
y abjures de los
psicoanalistas
tan cuadrados
por más
que no nos
conocemos
y estamos lejos
que nuestros
proyectos
ni se tocan de la
mano
y nieve no es
asfalto
que allí todo es
mediocre
y aquí todo es
cultura
por más
que me pidas que
te rapte
y al instante
me rechaces
me digas que no
te crea
y a la vez no te
abandone
por más
que no reconozcas
que soy el autor de tu excitación
y digas que si no hubieras querido
no habría podido estimularte
por más
que no averigües
qué hice en mi
cama
la noche pasada
para evitar que
te pregunte
quien compartió
tu almohada
por más
que me implores
que te cuide
mucho
aunque no seamos
más que viento en
fuga
por más
que me seduzcas
con el vacío
de tus
meditaciones
y tu alma
levitando
en la montaña
y pretendas revelarme
que ya te cuidaba
desde antes de encontrarte
y así me hagas
sentir
el hombre más
tonto
de este
mundo
por más
que mientras crecen
tus hijas
y su padre tiene
otro hijo en
camino
te torture la
idea
de estar sola
y ser destituida
de esa nueva
familia
numerosa
por más
que me recuerdes
tus otras
historias
que te arrastran
el ala
y te miran las
piernas
y me cuentes del
poliladron
y de algunos
rufianes
que rondan tus
dominios
por más
que me hagas notar
como muta tu sexo
y quieras acercarme
y al mismísimo
tiempo
intentes alejarme
y me acaricies
en el último
viaje
la entrepierna en
el taxi
para que después
me apene
no haberte
poseído
y a la vez me
aplauda
por haberme
contenido
y por más
que hagas
lo imposible
para que te
abandone
y desista
ya nadie
me podrá sacar
esos últimos
minutos
de sofá y de
escalera
en que los que
sentí de nuevo
lo ancho del amor
ni me podrá
quitar
el dolor de no
escucharte
llamarme de tan
lejos
ya nadie
me arrebatará
la dulzura de tu
voz
tu impostación
teatral
ni tu mirada fija
contra mis ojos
mudos
el guiño de la
sutil arruga
de tu párpado
izquierdo
ni podrán robarme
una letra de tu
aliento
ni los bellos poemas
que un día me
regalaste
y no sé si acaso
fueron
dedicados a otros
antes
nadie podrá
hacerme olvidar
el éxtasis de tus
labios
el contorno de
tus dientes
la textura de tu
lengua
nunca podré ya ignorar
el terror a la
traición
que llevás bajo
la piel
como un tatuaje
eterno
aunque nada pueda
herirte
más de lo que ya
te hirieron
nunca me podré
olvidar
de tu instinto
salvaje
de escaparte de
todo
aunque no te
persigan
con esa onda rea
y ese ácido
sarcasmo
en el que yo no
creo
por eso
abrazo la espuma
de tu rabia
te regalo la
cuerda
para que tu
lágrima ahogue
el ventarrón que
empuje
tu cicatriz de
vela
aun cuando te
asuste
y te asombre este
hombre
que sólo a vos te
escribe
a corazón
desierto
a corazón abierto
a puro pelo en
pecho
al viento y sin
sombrero
(Del libro inédito: Cartas
entre nieve y asfalto)
Silvio Katz
Katz, en primera persona:
Nací en 1955 en la Paternal, Bs.As., Argentina, donde viví hasta los seis años al fondo del pasillo, entre malvones y mosaicos. A los seis años me mudé a uno de los primeros edificios de Caballito, a la vuelta del Parque Rivadavia, hice la primaria en el Antonio Schettino. Después adolecí en el Nacional Buenos Aires. Desde los trece años ya había empezado a componer canciones y escribir poemas que nunca fueron editados pero me sirvieron para desahogarme por la muerte de mi abuelo. Tuve mis primeras novias con las que compartí largas horas diletantes en El Foro, La Paz y La Giralda y en el Cine Ritz mientras veía Woodstock casi religiosamente durante 25 sábados seguidos. Después empecé a estudiar Medicina, sólo medio año hasta que largué con la toma, y seguí con Derecho, mientras tocaba mi primer Fender Rodhes por los bares con Supertrapo y mis amigos de los colegios ingleses de Adrogué. Viajé después por primera de tantas veces al carnaval de Bahía, fume porro, volví loco y empecé a fabricar ropa, para continuar seguidamente cambiando cheques cuando descubrí que la bicicleta financiera era mejor negocio que la industria. Finalmente, al cabo de veintitrés meses de estudiar duro y parejo, me recibí de abogado para volcarme de lleno al negocio inmobiliario. Me dedique a muchas diferentes cosas pero durante todos esos años seguí escribiendo como una obligación conmigo mismo, sin pretensiones, sólo para mí y para algunos pocos y generosos amigos que toleraron leerme de vez en cuando.
IMAGEN: The kiss, pintura de Gustav Klimt.
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