sábado, 30 de enero de 2016

LA PASTILLA DEL VERANO





















EL RUIDO DE LA LUZ

I

Azul, la capa de las vírgenes en sus cajas de vidrio
en las esquinas de un país del que vimos tres manzanas
y en cada cuadra una monja,
la puta y el soldado.

Azul, el cielo sin nombres, sin banderas,
atrás del aire de gusanos transparentes
venidos de mirar la pantalla de universo.

Azul, el humo que salía de tu boca
y subía
por el azul de tus ojos
por las pequeñas noches de tus pupilas,
pozos de fuego y agua puros.

II

Al lado del río pusieron manteles.
El sol se sirvió ahí,
entero y blanco.
Todos nos sentamos cerca suyo,
junto a la carne trinchada,
las verduras rozagantes.

En el espejo de las mesas
no vimos el futuro;
había un coro de tontos más allá
aplaudido compasivamente por el miedo
entre gaviotas o seres parecidos
a la felicidad.

III

Tomar agua con las manos,
tomar de esa luz del agua,
como besando las fuentes
en un cuarto de hotel;
el ruido de la luz ‒te acordás?
Era un tubo redondo,
había tanta, se achicaban las pupilas
hasta el punto más mudo ‒apagás?
Y sin embargo, veía todo tanto
que hasta hoy lo sigo viendo:
tu boca, tus ojos abiertos,
¿guardaron hasta hoy
mi cara o algo, mis tetas,
cuando las puse bien cerca de tu cara?



EL HILO

Todo pende de un hilo, 
dijo mi padre en su cumpleaños. 
Estaba hablando de la fragilidad, pero 
más allá de esa afirmación algo dramática,
no se explayó en el origen 
griego ‒tal vez egipcio‒ de la expresión,
más bien habló 
de los ácidos ribonucleicos, 
los homínidos, los protozoos,
los millones de años 
en que la vida se gestó.

Todo pende de un hilo u otro, 
pensé mientras perdía
el hilo de la conversación:
una víscera, un tallo, el fino 
rayo de sol.

Todo pende de un hilo raro,
umbilical, atravesado 
por un hueso limpio,
una recta de agua.

Todo pende de un hilo de agua
incluso las rocas 
que a su paso el río araña.

De un hilo el anzuelo 
y el ojo aterido,
el pez gordo, la presa fácil. 

Todo pende de un hilo:
un hilo de nada
un hilo de voz.



(Del libro "Toro" (2015)



Carla Sagulo (Buenos Aires, 1977)




IMAGEN: Delta del Paraná (Tigre).



jueves, 28 de enero de 2016

EL NOMBRE DE LA REALIDAD




Lo que hay de común en las sensaciones
es que todas dan forma a la realidad.
Fernando Pessoa, Libro del desasosiego


En nuestro lenguaje de todos los días, mi amor,
le vamos dando nombre a la realidad.
Pero le hacemos creer que es
lo que dice que es.



EL TOMATE

Corto el tomate en la tabla de un tajo,
lo parto en mitades sucesivas,
y para no demorar lo inevitable
sigo cercenando esos pedazos indefensos
hasta hacerlos papilla, y salvo el color
rojo como una mancha de sangre
en el pecho del herido ya no podemos saber
lo que fue alguna vez, bajo nuestro pies,
su raíz hablando una lengua desconocida,
ni lo que será, después de condimentar
a gusto, sentarnos a la mesa familiar
y comenzar a comer sin culpa,
mientras conversamos animados
sobre los temas impiadosos del día.



NO SÉ PENSAR CON LA CABEZA

Del otro lado de las varillas del alambre
vemos gaviotas revolotear sin escándalo
detrás de un tractor que ara la tierra.
Esas imágenes se recortan del resto
y la verdad es que no sabemos
quién elige a quién, ni por qué.
De este lado están las palabras.

Sin salirse de línea la reja rortura la tierra.
Pudiera ser esta lapicera que rasga 
el papel hasta el margen de la hoja,
el límite donde el tractor quiebra el sentido,
gira ciento ochenta grados y vuelve
con la misma parsimonia en otra línea
paralela y sucesiva, mientras van a la siga,
confiadas, a levantar lombrices con el pico
las gaviotas, que con decir gaviotas
basta sin necesidad de adjetivar.

Así es como pienso que pienso mientras
escribo, pero no pienso, porque pienso
como siempre pienso, que no sé pensar
con la cabeza. Pienso como nuestros cuerpos
piensan, como piensan el aire y las gaviotas,
la tierra arada y el tractor en marcha,
y nuestros ojos que miran todo eso.



UN PAPEL EN BLANCO

Hace varios días que no te escribo.
Estamos tan cerca, en la misma casa, 
comemos en la misma mesa,
con los mismos cubiertos, dormimos
bajo el mismo techo y en la misma
cama, que a veces, por la fuerza de
la costumbre, aparte de mensajes
de texto utilitarios, me resulta muy
natural, y hasta gracioso, escribirte
lo que la convención puede llamar
carta o nota que dejo sobre la mesa
con algún tema de la rutina del día,
donde las palabras se cocinan con otro
hervor. Tal vez por eso mismo lo hago,
para tentar a los hechos con la risa y a
la risa con la versatilidad de las formas.
Pero la escritura hecha para vos no tiene
obligaciones formales ni el sentimiento 
explícito es su patrimonio. Se diría
que tampoco los derechos exclusivos
sobre lo que hacemos o dejamos de
hacer son hijos de la premeditación.
Hablar no es sacarse lastre de encima.
Desoír no es taparse los oídos.
A veces tomo un papel en blanco,
lo doblo en dos mitades y lo dejo
sobre tu almohada para que,
cuando llegues rendida de dar clases
a los mocosos despabilados de la escuela,
puedas leer en él todo lo que no son
capaces de decirte mis palabras.



LA PRIMERA INOCENCIA

Estallará la isla del recuerdo
La vida será un acto de candor.
A. Pizarnik, La última inocencia

Entre las inocencias afortunadas
que sucedieron en mi vida
hasta el momento de escribir este poema,
incluido el poema, la primera
de la que tengo memoria me pasó
muy temprano, después de comenzar
a presarle atención a las voces
de la radio eléctrica prendida
sobre el aparador de la cocina.
Creía que locutores de noticieros
y protagonistas de radionovelas
estaban en miniatura en el interior
de la caja de madera y que al final
del día saldrían caminando, callados,
desde atrás, para volverse, como nosotros,
del tamaño natural, pero no salían;
fue así que un día, al sacar con maña
los tornillos de la tapa y mirar, curioso,
dentro de la caja y no ver a nadie, me avivé.

                                                    (a Jorge Curinao)



EL FRACASO

Se puede saber como nadie lo que es el fracaso,
se puede ser un acróbata del fracaso y asegurar
que lo peor está por venir, y que sea lo que sea
aquello que venga, no hará olvidar lo malo
que ya pasó o acaba de pasar.

También , en un acto de piedad, hay quienes
se ofrecen para desalentarnos con el triunfo
sin hacernos desistir de nuestro tonto orgullo.
Pero si el fracaso es el pozo, mientras haya
vida del pozo se sale hacie arriba y de esto
se puede hacer algo más que una especulación.
A veces interviene la abuela, que nos conoce
mejor que ninguno, y con todos y cada uno
de los años encima pone la nota apropiada:
-Mientras no se enamoren del dolor en vano...

                                                (a Concha García)


UN HOMBRE CAMINA SOLO EN EL PAISAJE

Ahora y siempre, según el punto de vista,
el cielo se toca un momento con la tierra.
¿El cielo está en nosotros quiere decirnos?
¿Quiere decir, significar, poner a prueba?
Un hombre camina solo en el paisaje.
Un paisaje con vacas, árboles, nubes, lluvia.
Es una compañía inadvertida pero presente.
Un paisaje que alguien ha visto no puede morir.
Tampoco un paisaje soñado debería morir.
El hombre se acerca a una obra en refacción,
busca, revuelve entre los escombros antes
de que una máquina los cargue en la caja
volcadora de un camión y los deseche
en el relleno de alguna tierra baldía.
El hombre se decepciona de las cosas
inútiles que encuentra, y reniega cuando,
de mala gana, le piden que se aleje de la obra.
Da vueltas como el perro, sin irse ni quedarse.
Oímos lo que dice o intenta decir: a los obreros,
a sí mismo, a nadie, o es posible que a nosotros,
que pasamos caminando en el callejón desierto
y miramos como si fuéramos parte del hecho.
¿El paisaje somos nosotros quiere decirnos?
¿Quiere decir, significar, poner a prueba?
Porque una persona también es una voz.
Y una voz no es un desecho, si es sincera.

                                                   (a Marcelo Leites)



Juan Carlos Moisés (Sarmiento, Chubut, 1954)




martes, 26 de enero de 2016

ESTA MAÑANA ESCRIBÍ DOS POEMAS














Esta mañana escribí dos poemas
No me pregunto ya por el sentido
que tiene o no tiene este oficio oscuro.
Simplemente es otra manera, posible, de estar vivo.
Me pregunto por el origen 
de esas dos cosas que ahora están sobre la mesa,
no exactamente hechas de papel y de pigmentos.
Por los hombres que lo han dicho mejor
y hoy están muertos.
Por los siglos de guerras y de paces
que entre las palabras han corrido.
Me pregunto por los hombres y el semblante
del que en otra parte del globo ha dejado
sobre su mesa otras dos cosas iguales
y que duda también de mi existencia.
Me pregunto por los miles de días y de noches
que han debido transcurrir para que hiciéramos esto.
Por los cientos de personas
que han donado sus versos.
Me pregunto por qué, hace un rato,
se ha modificado dos veces este mundo.



(De: "La yegua de la noche", 2001)


DE LAS TANTAS COSAS QUE NO PUEDE

De las tantas cosas que no puede
mostrar ciertamente la palabra,
la primera imposible es el olor
tan propio y exacto de las cosas.

La poesía también es como el aroma.

Así quedan sin nombre
el olor definitivo de la lluvia
y el efímero matiz que se respira
al asomarse a las sombras de un aljibe;
el olor del primer mar, a los seis años,
la fragancia, que nos asustaba, de los cielos nublados,
y el olor a comida de una casa
que nos fue querida.
La memoria tal vez sea
sólo visión de olores olvidados,
como este papel a donde llamo
a la presencia ardiente de unas hojas quemadas
y a la clave del enigma de la rosa;
al olor de las sangres
que no vi derramarse,
al olor del incienso y el alcanfor,
un olor que resplandece; 
al de las jóvenes mujeres en los baños públicos,
al de las monedas, que abandonan la mano
y que retornan, al de la tierra de Pinzón
una mañana de octubre, al de los gatos,
al olor milagroso de las cosas vulgares, 
de las que apenas se comprende
que emanan la noche poderosa,
al de un río que corre lejos
y al que sin razón evoco,
al de la palabra marisma, al de retablo,
a los de esta mañana
que partieron a un país sin dónde,
al de una muchacha que se fue,
el 2 de noviembre de 1982,
para que mis palabras
pidieran el perfume de unos versos
y me quedaran la flecha y la balada,
el de las ballenas que tiñen
la espuma de aceite y de tamaño,
el de un hombre que hablaba del origen del día,
al de tantas cosas
a las que no pude acercarme y que me esperan.
Son otro mundo más sobre este mundo,
ve el bosque y entre el bosque
la selva del aroma.
Yo me voy de los hombres y las cosas
como un salvaje que marcha a las ciudades
y dice adiós a su mundo de olores;
también a mí ellos vuelven
bellos y pesados como un remordimiento.
Serán desde estos versos mi memoria,
seguirán sobre el mundo
cuando me haya muerto.


(De: "Behering y otros poemas, 1985)


Luis Benitez  (Buenos Aires, Argentina, 1956)






domingo, 24 de enero de 2016

CHARLA DE CAFÉ

















Abrió su libro
y dijo algo sobre el karma.
No lo escuché
justo tomaba nota
de una idea inquietante:

el mantel estaba impecable, pero,
apenas perceptible,
noté una leve rasgadura
tres o cuatro hebras deshilachadas.
Átomo a átomo, pensé, 
con cada roce, sacudida o lavado
el mantel se volverá trapo
los átomos de las hebras no lo saben
serán apenas polvillo visible al trasluz.

El del libro, frente al resto,
me pregunto qué pensaba.
Para tener karma, respondí, 
debes permanecer entero por siempre
pero la vida te va deshilachando.

Por supuesto
no entendieron.
Tampoco dijeron nada.



GÉNESIS 1: 1-5

El cielo desgrana en brillos
universos de arena y musgo.
Cada día es periodo
pero asumo este lunes
en su rostro de metáfora.

Limpio vestigios de la noche,
su linaje de muerte.
Apelo al maquillaje amable
camuflo la biología del temor.
Me cuelgo al frente
        la esperanza más anaranjada.
Acomodo mis muertos
        en las penas inminentes del olvido.
Junto fe del piso, en la vereda;
otros barren
        para ver mejor los reflejos.

Es lunes, como siempre, 
comienza el inventario:
        el pulso, las manos, piernas ancladas,
        la sed, oro por exprimir.

Los caminos se alinean
         sin huellas ni horizonte,

como versos.

Logran roces de vislumbre
de conjuro
de luz.    


(Inéditos)

Pablo J. Gullo




Pablo J. Gullo (Mendoza). Escritor, profesor y licenciado en letras. Ex presidente de la Asociación de Escritores Mendocinos. Aún permanece inédito en formato libro.





viernes, 22 de enero de 2016

KLIMT


























EL ÁRBOL DE MANZANAS

Quisiera ver los árboles de Klimt.

Quisiera oírlos,
incluso,
hoja por hoja.

Son muchas hojas.

Tal vez más
que los días iguales de una vida.



MI VECINA HA LAVADO ropa oscura
y la ha extendido en una cuerda al sol.

Admiro la coherencia del conjunto.

Me regocija
la pulcritud de mi vecina:
la economía con que ordenó el tendido
y dispuso los broches de madera
sin encimar las prendas
ni estirarlas.

Solía tender cuando tenía un patio,
un hijo pequeño, un compañero.

Fui dulce y cuidadosa con sus ropas.



LA RAMA DE UNA HIGUERA

Es invierno todavía.
El ruido de la estufa 
funcionando
es el amor.
El ruido del agua
que se templa
es el amor.
El ruido del agua
sacudiendo 
la ropa que se lava
es el amor.
Nos desvelamos
para escucharlo todo
la gata y yo.



Carina Sedevich 






Carina Sedevich nació en 1972 en la ciudad Santa Fe y reside en Villa María, Córdoba. Ha publicado en 1998 la plaqueta “Una nube decapitada y grave” (Plaquetas Del Herrero, Editorial Radamanto, Villa María) y el libro “La violencia de los nombres” (Ediciones Fe de Ratas, Santa Fe). En 2000 publicó los libros “Nosotros No” y “Cosas dentro de otra cosa” (Ediciones Lítote, Santa Fe) y en 2012 el libro "Como segando un cariño oscuro" (Llanto de Mudo Ediciones, Córdoba), también editado en España y en Chile; “Incombustible” (Alción Editora, 2013 Córdoba);  "Escribió Dickinson" (Alción, 2014) Y "Klimt", Ed. Club Hem, 2015. Parte de su obra ha sido incluida en diversas antologías del país y del exterior y traducida al portugués y al mallorquín. Es Licenciada en comunicación y especialista en semiótica.  



IMAGEN: Manzano, pintura de Gustav Klimt.




miércoles, 20 de enero de 2016

PERNOCTE

















Le hablo
a un intercomunicador
pido una habitación
me pregunto
si los anónimos somos nosotros
o los que están del otro lado
por un buzón
aparece una llave con un número
caminamos por pasillos alfombrados
desodorante de ambiente
puertas blancas numeradas
todo parece estéril
quizás
la entrada a cualquier mundo
sea de esta manera
abro la puerta
con un pequeño empujón
las luces rojas
bañan cada mueble
la cama parece
una bolsa de cuero
rellena de agua
con cada movimiento
hace un sonido
como si también
tratara de devorarnos
los espejos partidos
divididos en lugares
que nunca hubiese imaginado
me siento como si fuera
Conan el Bárbaro
solo
encerrado en una cueva
con un monstruo intocable
que se desvanece
al querer atravesarlo con la espada
a lo mejor
debería romper los espejos
para que esta noche
no haya monstruos.



(De: "Días perfectos", 
Ediciones del Dock, 2015, 
Colección "La verdad se mueve", 
dirigida por Griselda García.
Envío de Martina Benitez). 


Hugo Zonáglez





Hugo Zonáglez nació el 27 de febrero de 1985 en Buenos Aires. Administra el blog de poesía Huellas en la Ciénaga   (huellasenlacienaga.blogspot.com.ar) ,  donde difunde libros y colabora con traducciones al inglés. Publicó Días perfectos (Ediciones Del Dock, 2015).






lunes, 18 de enero de 2016

EL AMOR NADA COMO UN HOMBRE A PUNTO DE HUNDIRSE


                           
una miga filosa en la cama nos muerde
algo peligroso flota en el té
el calefactor golpea a las arañas pacíficas

dejé un texto sobre la mesa,
junto al pan y los remedios
hay algo en él, a fuerza de ajustar
con austeridad y encanto
el centímetro de ruedo que cortar
a la manga de un saco luminoso
pero ¿qué no corté aquí
qué vísceras no ajusté
qué terquedad de telas te vistieron
o qué sobró en este traje?
¿qué palabras malditas dijiste anoche
que en mi estómago la huella de tu pie está ardiendo?

mi corazón se enciende ante los vientos de agosto
los vientos de agosto conducen
a cien kilómetros por hora
arrastran los incendios
nadie se da cuenta hasta que el fuego
llega hasta su casa
llega hasta el ganado
despierta a quien dormía

dormía cuando llegaste

intenté frenarte con austeridad y encanto
golpearte como el aire del calefactor
a las arañas pacíficas
intenté que te dieras cuenta

pero todo será igual
yo saldré y tú habrás vuelto y así estaremos
nadando de punta a punta en el mismo estanque
hundiéndonos en la mitad de las conversaciones
sin poder descansar
ni secarnos al sol de alguna tregua
sin poder contemplar la luna ni las costas
ni la balsa color turquesa
ni el tiburón aterrado por nuestras disputas
nos perderemos erráticos y cabizbajos
en esa última burbuja que escapa
de lo que al fin acaba
por ahogarse


(De: "Los demonios del mar", 
Ediciones del Dock, 2015, 
Colección "La verdad se mueve", 
dirigida por Griselda García.
Envío de Martina Benitez). 



Laura García del Castaño (Córdoba, Argentina, 1979)










sábado, 16 de enero de 2016

CASA DE VIENTO


ESCRITURAS


Toda charla es un oficio estéril,
una escritura sobre la pared del viento.
Joseph Brodsky
Según el adagio del poeta ruso
la biblioteca es un desierto
duna de papel toda escritura
página errante
que no volvemos a encontrar.

Suma al anaquel
mi casa de viento:

escribo.



HAY QUE IRSE DE LOS LUGARES PARA DESPUÉS VOLVER

-la frase replicaba la cadencia de un mantra-

Imaginó un paisaje blanco
nieve                    papel frío
espuma donde cavar huellas.

Lo por venir promete vuelos alucinados
-lo dijo un poco a tontas y a locas-

A veces
-debió aclarar-
el paisaje blanco promete cadáveres.

Una página de donde no se vuelve.



PENSABA QUE EL DETERIORO

en la piel encrespada de mi madre
era ajeno a mí
como si yo no fuese
una astilla de tal o cual madera
que también cruje
se ablanda y un día se pudre

como el tronco exhausto
del viejo paraíso
ha dado ramitos de flores violetas

parece mentira
una vez más
su estela fragante



FRASES DESIERTAS

Dije,
entre otras frases desiertas:
no permitas que tu jardín se seque

(Recuperar las rositas rococó
la mata de lavandas
los agapantos
el malvón)

Una picardía el abandono:
pasto crecido
hormigas al rayo del sol.

Abrí la canilla
conectada a la manguera

en realidad
yo quería reverdecer tu historia
regar tus manías
tu inapetencia
tu desgano.

Que se escurrieran con el agua.



LA CASA DE LOS RELOJES

¿quién
en la casa
de los relojes
leyó
el naipe fatídico
detuvo
el tiempo
decretó 
el límite?




Marta Ortiz







Marta Ortiz (Rosario, Argentina), narradora y poeta, es Profesora y Licenciada en Letras graduada en la UNR. Publicó “El vuelo de la noche”, cuentos,2006;“Diario de la plaza y otros desvíos” (poesía, 2009). En antologías, entre otras: “Los cuentos” (Ed. Fundación V. Ocampo, Bs As, 2007); “Los poemas” (Ed. Fundación V. Ocampo, Bs As, 2009); “Poetas del tercer Mundo” (Ciudad Gótica, Rosario, 2008) y  Casa de viento (Alción Ed., 2015). Sus poemas se incluyen en publicaciones en soporte papel y en la Red, en diversos sitios.Es miembro del Consejo Consultivo Editorial de la revista Étimos (http://www.revistaetimos.com.ar/) Desde 2003 coordina en su ciudad talleres de Lectura y Escritura. Edita el blog “Vuelo de noche” (http://www.marta-ortiz.blogspot.com/). Co-dirige la colección Narrativas Contemporáneas para Editorial Ross (Rosario).







jueves, 14 de enero de 2016

MATERIA OSCURA



























Lo frágil, infinito.
Lo indestructible, el olvido,
cae
por su propio peso.



La gente exageradamente agradecida 
oculta un monstruo.



GATA FLORA

Desgajate, sacate ese traje
a la medida del tedio.

Poné tu cuerpo de cara al mundo, poeta.



RAÍCES EN EL CLARO 

Todo lo que veo, son pájaros.

La liebre de fuego guía la búsqueda.
Huye, escurridiza, flamea amarilla roja
naranja en la llanura.

Pájaros atontados, adobados en hollín.
Ya no vuelan, trepan mesetas, 
encandilan lo claro.

Están los solitarios, recluidos mudos, 
no pueden con el mundo.

Algunos pocos, son pájaros de luz.



A LA SOMBRA DEL TILO

Viene del monte un aroma a casuarina 
y lujuria recién lavada
                                         que me envuelve

Arrojo los dados minerales:
números tallados por la constancia del viento
                                         astillan mi suerte
Ella gotea hacia arriba y cae
                                                   desnuda
      pero dispuesta

No hay dádivas para este corazón 
                        señor de la mañana

Altagracia en derredor, no tengo más verdad
que un salvaje palmar
                                     y el éxtasis en puntas de pie
de saber que este amor
                                        se come
con las manos.



SAUCE PARA MI FIEBRE

Remonto el río azul de los pájaros
La vieja embarcación deja su estela 
Mientras el agua replica su huella 
en mi alma  
                   me inclino
                                      rodilla blanca sobre arena 
Río quimera 
                     Estrella perpendicular en la tierra
Sueño una cabaña en tu orilla y los maderos 
                                                      ardientes 
                               cada noche

Ese retoño de humo sobre humo que se dispersa 
me revela historias de otros que vivieron
y empeñaron su locura 
a tu vera

En tus islas vírgenes de verdades 
secretear una plegaria húmeda 
a ese sauce criollo que no lagrimea 
                                                         pero que sana 
                    esta fiebre verde




Lucio Madariaga 





Lucio Madariaga. Nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en 1985. Estudió la carrera de Sociología en la Universidad de Buenos Aires, que dejó inconclusa. Recibido de la carrera de Periodismo General en TEA (Taller Escuela Agencia). Trabaja en el Fondo Nacional de las Artes. Escribe colaboraciones para publicaciones nacionales y del exterior, y ha trabajado en radio y televisión. En 2015 compiló y prologó el libro de ensayos, crónicas periodísticas y ponencias “No soy ni la sombra de un crítico” del poeta Francisco Madariaga, que pubicará Ediciones Espacio Hudson. Los poemas que presentamos pertenecen a su primer libro de poemas “Materia Oscura” editado en La Pulga Renga de Rosario (2015). Se encuentra trabajando en “Baraiba”, su segundo libros de poemas.