Nada de todo esto se parece al miedo,
el miedo es un agujero donde uno se resguarda
antes de la acción.
Este vacío se parece al hambre, a una tierra quemada.
Veo, desde la ruta, un último hurón apresurarse
a escapar, ningún pájaro queda.
Soy una mujer al borde de un camino, todos
mis gestos son los de partir.
Una vez bailé un vals en un hotel de lujo,
el mundo era rojo entonces, me sabía heroína,
ahora escribo sobre la heroicidad después de
lavarme la cara: alguna historia con buenos fracasados
en las márgenes del papel.
Con suavidad, empiezo a ajustar las señas bajo el humo.
Hay un saludo a nadie, o a un pájaro irreal
posado otra vez en lo que queda de una rama.
Inconsistente y neutra,
alzo los párpados desde una luminosidad que recuerdo,
como una actriz, antes de la representación,
en un teatro de provincia.
(De: "El vino del atardecer",
Ed. El Suri porfiado, 2008)
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