lunes, 6 de mayo de 2019

ME VA A ENCANTAR EL SIGLO XXI




La cena se enfriaba. Los invitados, con la expectativa de que los encuentros fuesen de la manera acostumbrada —rápidos, impersonales, azarosos—, estaban tirados por los cuartos. Las papas estaban duras y las chauchas, blandas. La carne... No había carne.

El sol de invierno había teñido de amarillo los olmos y las casas; los ciervos iban calle abajo como refugiados; y en la entrada, los gatos se estaban calentando sobre el capot de un auto. Un hombre, entonces, vino y me dijo: “Aunque el pasado me encantaba, su oscuridad, su peso que nada nos enseña, su pérdida, su todo que no nos pide nada, me va a encantar aun más el siglo veintiuno, porque en él veo a alguien en pantuflas y bata, pobre y de ojos marrones que marcha por la nieve sin dejar detrás suyo ni siquiera una huella”.

                         “Ah”, dije yo, poniéndome el sombrero. “Ah”.

Mark Strand
(Traducción: Ezequiel Zaidenwerg)


I WILL LOVE THE TWENTY-FIRST CENTURY

Dinner was getting cold. The guest, hoping for quick,
Impersonal, random encounters of the usual sort, were sprawled
In the bedrooms. The potatoes were hard, the beans soft, the meat—
there was no meat.

The winter sun had turned the elms and houses yellow
Deer were moving down the road like refugees; and in the driveway cats
Were warming themselves on the hood of a car . Then a man turned.
And said to me:” Although I love the past, the dark of it,
The weight of it teaching us nothing, the loss of it, the all
Of it asking for nothing, I will love the twenty-first century more,
for in it I see someone in bathrobe and slippers, brown-eyed and poor,
walking throught snow without leaving so much as footprint behind”.

                           “Oh,” I said, putting my hat on, “Oh