lunes, 27 de mayo de 2019

BEATRICE y DANTE




Deus venerunt gentes, alternando,1
ora tres, ora cuatro en dulce salmodia
las mujeres empezaron, y llorando;

y Beatriz, suspirante y pía,
a ellas escuchaba, con poco menos
que ante la cruz la mudanza de María.

Pero cuando aquellas vírgenes le dieron
lugar a decir, de pie erguida,
respondió, colorada como el fuego:

“Modicum, et non videbitis me;2   
et iterum”, mis hermanas dilectas,
“modicum, et vos videbetis mé”

Luego se movió de las siete delante,
y tras de ella, con un gesto, me movió
a mí, a la dama, y al restante sabio.

Así iba, y no creo que hubiese
su décimo paso en tierra puesto,
cuando me hirió los ojos con los ojos.

“Camina pronto”, con tranquilo gesto
me dijo, “tanto que, si yo te hablo,
para escuchar te encuentres bien dispuesto”.

No bien fui, como debía, rápido, dijo:
“Hermano, ¿por qué no te atreves
a preguntarme estando ya conmigo?”

Como a aquellos que, muy reverentes,
están hablando frente a sus mayores
y no les sale viva voz de entre los dientes,

me sucedió a mí, que sin entero son,
comencé: “Señora, mi necesidad
la conoces, y qué es bueno para ella”.

Y ella a mí: “De tu miedo y vergüenza
quiero que en adelante te despojes
y que no hables como uno que suena.

“Sabe que el vaso que rompió la sierpe
fue, y no está; pero el culpable sepa
que la venganza de Dios no toma sopas.

“No estará tanto tiempo sin herencia
el águila que arrojó plumas al carro,
y que primero fríe monstruo y luego presa;

“lo veo cierto, y por lo tanto narro,
que le darán su tiempo estrellas cercanas,
ya sin barreras y sin ningún obstáculo,

“en el que un quinientos diez y cinco,3
por obra de Dios, matará a la que huye,
con el gigante junto al que delinque.

“Y quizá mi narración oscura,
como de Ternis y Esfinge, no te persuade,
porque su forma el intelecto obtura;

“pero serán los hechos como las náyades4
los que resolverán este enigma fuerte,
sin daño para ovejas ni cereales.

“Tú anota; y, así como se vierten,
estas palabras lleva a los vivos
de un vivir que es carrera hacia la muerte.

“Y ten en mente, mientras escribes,
no ocultar que has visto la planta
que fue despojada aquí dos veces.

“Cualquiera que la roba o la quebranta
con blasfemia, de hecho ofende a Dios,
que solo para su uso la hizo santa.

“Por morderla, en pena o en deseo,
cinco mil años y más el alma primera
imploró a aquél que penó el mordisco.

“Tu ingenio está dormido si no estima
por qué razón tanto se eleva
y tanto se ensancha hacia la cima.

“Y si no hubiera sido como agua del Elsa
tu pensar vano en torno de tu mente,
y su pacer, como la morera para Píramo,5
“por esas circunstancias solamente
la justicia de Dios, en lo interdicto
del árbol conocerías moralmente.

“Pero porque te veo en el intelecto
vuelto de piedra, empedrado, tinto,
y porque te deslumbra lo que digo,

“quiero que, si no escrito al menos dibujado,
te lo lleves contigo, por lo mismo
que el bastón se trae con palmas adornado,”,6

Y yo: “Como la cera del sello,
que no cambia la figura impresa,
signado por ti está ahora mi cerebro.

“Pero, ¿por qué tan sobre mi vista
tu palabra más deseada vuela,
que más la pierde cuanto más se empeña?”.,

“Es para que conozcas -dijo- la escuela
que seguiste, y veas cómo su doctrina
pudieron seguirla mis palabras,

“y veas tu senda de la vía divina
tan lejana, cuanto se desacuerda
la tierra del cielo que más alto gira”.

Por lo que repuse: “No se me acuerda
que me extrañara de ti en ningún momento,
y no tengo conciencia que remuerda”.

“Si no puedes acordarte de eso”,
sonriendo respondió, “recuerda
que bebiste de las aguas del Leteo;

“y si del humo el fuego se argumenta,
de este olvido claro se concluye
culpa en tu voluntad a otras atenta.

“Verdaderamente ya estará desnuda
mi palabra, cuando convenga
que se descubra ante tu vista ruda”.

Y más corusco, y con más lentos pasos,  
alcanzaba el sol el cerco meridiano,
que aquí y allá cambia en sus aspectos,

cuando pararon, como se detiene
quien va delante de gente por escolta,
si encuentra novedad o sus señales,

las siete mujeres ante apagada sombra,
como, bajo ramas negras y hojas verdes,
sobre sus fríos arroyos tiene el Alpe.

Delante de ellas, Eufrates y Tigris
ver me pareció manar de una fuente,
y, casi amigos, como holgazanes irse.

“Oh luz, oh gloria de la gente humana,
¿qué agua es esta que se despliega
de un principio, y luego se separa?”

Por este ruego me fue dicho: “Ruega
a Matilde que te diga”. Y aquí repuso,
como quien de culpa se libera,

la bella dama: “Esta y otras cosas
dichas fueron por mí; y estoy segura
que el agua del Leteo no las oculta”.

Y Beatriz: “Tal vez mayor cura,
que muchas veces de memoria priva,
hizo su mente en el ojo oscura.

“Pero mira el Eunoe que allí deriva:
llévalo a él, y como acostumbras,
su desmayada virtud reaviva”.

Como alma gentil que no se excusa,
pero quiere según quieren los otros,
no bien algún signo lo revela,

así, luego que cerca de ella fui,
la bella dama se movió, y a Estacio
femeninamente dijo: “Ven con él”.

Si tuviese, lector, más largo espacio
para escribir, yo aún cantaría en parte
el dulce beber que jamás me habría saciado;

pero porque llenos son todos los papeles
destinados a esta cantiga segunda,
no me deja seguir, con su freno, el arte.

Yo regresé de la santísima onda
rehecho, como plantas nuevas,
renovadas con una nueva fronda,

puro y dispuesto a subir a las estrellas.


Purgatorio
de la Divina Comedia – Canto XXXIII


Dante Alighieri (Italia; Florencia, 1265 -Id.Ravena1321)

(Traducción y notas: Jorge Aulicino)




’Deus, venerunt gentes’, alternando
or tre or quattro dolce salmodia,
le donne incominciaro, e lagrimando;

e Beatrice, sospirosa e pia,
quelle ascoltava sì fatta, che poco
più a la croce si cambiò Maria.

Ma poi che l’altre vergini dier loco
a lei di dir, levata dritta in pè,
rispuose, colorata come foco:

’Modicum, et non videbitis me;
et iterum, sorelle mie dilette,
modicum, et vos videbitis me’.

Poi le si mise innanzi tutte e sette,
e dopo sé, solo accennando, mosse
me e la donna e l’ savio che ristette.

Così sen giva; e non credo che fosse
lo decimo suo passo in terra posto,
quando con li occhi li occhi mi percosse;

e con tranquillo aspetto «Vien più tosto»,
mi disse, «tanto che, s’io parlo teco,
ad ascoltarmi tu sie ben disposto».

com’ io fui, com’ io dovëa, seco,
dissemi: «Frate, perché non t’attenti
a domandarmi omai venendo meco?».

Come a color che troppo reverenti
dinanzi a suo maggior parlando sono,
che non traggon la voce viva ai denti,

avvenne a me, che sanza intero suono
incominciai: «Madonna, mia bisogna
voi conoscete, e ciò ch’ad essa è buono».

Ed ella a me: «Da tema e da vergogna
voglio che tu omai ti disviluppe,
sì che non parli più com’ om che sogna.

Sappi che ‘l vaso che ’l serpente ruppe,
fu e non è; ma chi n’ha colpa, creda
che vendetta di Dio non teme suppe.

Non sarà tutto tempo sanza reda
l’agugha che lasciò le penne al carro,
per che divenne mostro e poscia preda;

ch’io veggio certamente, e però il narro,
a-darne tempo già stelle propinque,
secure d’ogn’intoppo e d’ogne sbarro,

nel quale un cinquecento diece e cinque,
messo di Dio, anciderà la fina
con quel gigante che con lei delinque.

E forse che la mia narrazion buia,
qual Temi e Sfinge, men ti persuade,
perch’ a lor modo lo ’ntelletto attuia;

ma tosto fier li fatti le Naiade,
che solveranno questo enigma forte
sanza danno di pecore o di biade.

Tu nota; e sì come da me son porte,
così queste parole segna a’ vivi
del viver ch’è un correre a la morte.

E aggi a mente, quando tu le scrivi,
di non celar qual hai vista la pianta
ch’è or due volte dirubata quivi.

Qualunque ruba quella o quella schianta,
con bestemmia di fatto offende a Dio,
che solo a l’uso suo la creò santa.

Per morder quella, in pena e in disio
cinquemilia armi e più l’anima prima
bramò colui che ’l morso in sé punio.

Dorme lo ’ngegno tuo, se non estima
per singular cagione essere eccelsa
lei tanto e sì travolta ne la cima.

E se stati, non fossero acqua d’Elsa
li pensier vani intorno a la tua mente,
e ’l piacer loro un Piramo a la gelsa,

per tante circostanze solamente
la giustizia di Dio, ne l’interdetto,
conosceresti a l’arbor moralmente.

Ma perch’ io veggio te ne lo ’ntelletto
fatto di pietra e, impetrato, tìnto,
sì che t’abbaglia il lume del mio detto,

voglio anco, e se non scritto, almen dipinto,
che ’l te ne porti dentro a te per quello
che si reca il bordon di palma cinto».

E io: «Sì come cera da suggello,
che la figura impressa non trasmuta,
segnato è or da voi lo mio cervello.

Ma perché tanto sovra mia veduta
vostra parola disïata vola,
che più la perde quanto più s’aiuta?».

«Perché conoschi», disse, «quella scuola
c’hai seguitata, e veggi sua dottrina
come può seguitar la mia parola; '

e veggi vostra via da la divina
distar cotanto, quanto si discorda
da terra il ciel che più alto festina».

Ond’ io rispuosi lei: «Non mi ricorda
ch’i’ stranïasse me già mai da voi,
né honne coscIïenza che rimorda».

«E se tu ricordar non te ne puoi»,
sorridendo rispuose, «or ti rammenta
come bevesti di Letè ancoi;

e se dal fummo foco s’argomenta,
cotesta oblivïon chiaro conchiude
colpa ne la tua voglia altrove attenta.
Veramente oramai saranno nude
le mie parole, quanto converrassi
quelle scovrire a là tua vista rude».

E più corusco e con più lenti passi
teneva il sole il cerchio di merigge,
che qua e là, come li aspetti, fassi,

quando s’affisser, sì come s’affigge
chi va dinanzi a gente per iscorta
se trova novitate o sue vestigge,

le sette donne al fin d’un’ombra smorta,
qual sotto foglie verdi e rami nigri
sovra suoi freddi rivi l’alpe porta.

Dinanzi ad esse Ëufratès e Tigri
veder mi parve uscir duna fontana,
e, quasi amici, dipartirsi pigri.

«O luce, o gloria de la gente umana,
che acqua è questa che qui si dispiega
da un principio e sé da sé lontana?»:

Per cotal priego detto mi fu: «Priega
Matelda che ’l ti dica». E qui rispuose,
come fa chi da colpa si dislega,

la bella donna: «Questo e altre cose
dette li son per me; e son sicura
che l’acqua di Letè non gliel nascose».

E Beatrice: «Forse maggior cura,
che spesse volte la memoria priva,
fatt’ ha la mente sua ne li occhi oscura.

Ma vedi Eünoë che là diriva:
menalo ad esso, e come tu se’ usa,
la tramortita sua virtù ravviva».

Come animai gentil, che non fa scusa,
ma fa sua voglia de la voglia altrui
tosto che è per segno fuor dischiusa;

così, poi che da essa preso fui,
la bella donna mossesi, e a Stazio
donnescamente disse: «Vien con lui».

S’io avessi, lettor, più lungo spazio
da scrivere, i’ pur cantere’ in parte
lo dolce ber che mai non m’avria sazio;

ma perché piene son tutte le carte
ordite a questa cantica seconda,
non mi lascia più ir lo fren de l’arte.

Io ritornai da la santissima onda
rifatto sì come piante novelle
rinovellate di novella fronda,

puro e disposto a salire a le stelle.



Notas al Canto XXXHI


1                                           Oh Dios, vinieron las naciones a tu heredad;/ Han profanado tu santo tem­plo (Salmos, 79:1, versión Reina Valera). El salmista se duele de que Jerusalén ha sido invadida por los paganos, el templo destruido por las infidelidades de los hebreos.
2                                           Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre (Juan, 16:16). Cristo alude a su muerte y resurrección.
3                                           Uno de los llamados “enigmas” de la Comedia. Parece que aquí sí, ex­presamente, Dante ha puesto un mensaje cifrado. El consenso actual, al cabo de una extensa bibliografía sobre esta cifra, es que Dante quiso aludir a un nuevo guía, un duca, palabra que surge de pasar este “quinientos y diez y cinco” a números romanos, lo que da DXV; letras que en un simple cambio de orden se convierten en “dux”, siendo la v y la u equivalentes en latín. Algunos han señalado aquí a Uguccione della FaggioUa, que sería el Lebrel del Canto Primero del Infierno, aquél nacido “entre Feltro y Feltro”. De esta suerte, el redentor político que efectivamente sí parecía esperar Dante, daría cuenta de dos figuras que también, en esta ocasión, representan a seres y entes  temporales: la prostituta (la corte papal), que huye con el gigante (Felipe el Hermoso), junto al cual delinque.
4                                           Un error de Dante salvado en todas las ediciones: no se trataría de las Náyades, sino de Edipo, hijo de Layo y por lo tanto “el Láyades”. Se supone que Dante, lector de Ovidio, en el que parece haberse basado, tenía una copia de la Metamorfosis con esa errata del copista. Nadie se atrevió a suponer que Dante se equivocó en cuanto a la función de las Náyades, que no eran adivinas.
5                                           El agua del río Elsa, tributario del Arno, deja incrustaciones de carbo­nato de calcio en piedras y barcas. Píramo es el personaje mitológico men­cionado ya en el Canto Vigesimoseptimo, quien se suicida al creer muerta a su amante por un león. Ella se suicida a su vez y la morera cambia sus frutos del blanco al rojo.
6                                           Los peregrinos a Jerusalén volvían con hojas de palma sujetas a su bas­tón, como testimonio del viaje a los Santos Lugares. Con palmas agitadas fue saludado Cristo durante su entrada a la ciudad santa, la semana que terminó con su martirio.





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