Deus venerunt gentes, alternando,1
ora tres, ora cuatro en dulce
salmodia
las mujeres empezaron, y llorando;
y Beatriz, suspirante y pía,
a ellas escuchaba, con poco menos
que ante la cruz la mudanza de María.
Pero cuando aquellas vírgenes le dieron
lugar a decir, de pie erguida,
respondió, colorada como el fuego:
“Modicum, et non videbitis me;2
et iterum”, mis hermanas dilectas,
“modicum, et vos videbetis mé”
Luego se movió de las siete delante,
y tras de ella, con un gesto, me movió
a mí, a la dama, y al restante sabio.
Así iba, y no creo que hubiese
su décimo paso en tierra puesto,
cuando me hirió los ojos con los ojos.
“Camina pronto”, con tranquilo gesto
me dijo, “tanto que, si yo te hablo,
para escuchar te encuentres bien dispuesto”.
No bien fui, como debía, rápido, dijo:
“Hermano, ¿por qué no te atreves
a preguntarme estando ya conmigo?”
Como a aquellos que, muy reverentes,
están hablando frente a sus mayores
y no les sale viva voz de entre los dientes,
me sucedió a mí, que sin entero son,
comencé: “Señora, mi necesidad
la conoces, y qué es bueno para ella”.
Y ella a mí: “De tu miedo y vergüenza
quiero que en adelante te despojes
y que no hables como uno que suena.
“Sabe que el vaso que rompió la sierpe
fue, y no está; pero el culpable sepa
que la venganza de Dios no toma sopas.
“No estará tanto tiempo sin herencia
el águila que arrojó plumas al carro,
y que primero fríe monstruo y luego presa;
“lo veo cierto, y por lo tanto narro,
que le darán su tiempo estrellas cercanas,
ya sin barreras y sin ningún obstáculo,
“en el
que un quinientos
diez y cinco,3
por obra de Dios,
matará a la que huye,
con el
gigante junto al que delinque.
“Y quizá mi
narración oscura,
como de Ternis y Esfinge, no te persuade,
porque su
forma el intelecto obtura;
“pero serán
los hechos como las náyades4
los que
resolverán este enigma fuerte,
sin daño
para ovejas ni cereales.
“Tú anota;
y, así como se vierten,
estas palabras
lleva a los vivos
de un vivir
que es carrera hacia la muerte.
“Y ten en
mente, mientras escribes,
no ocultar
que has visto la planta
que fue
despojada aquí dos veces.
“Cualquiera
que la roba o la quebranta
con
blasfemia, de hecho ofende a Dios,
que solo
para su uso la hizo santa.
“Por
morderla, en pena o en deseo,
cinco mil
años y más el alma primera
imploró a
aquél que penó el mordisco.
“Tu ingenio
está dormido si no estima
por qué
razón tanto se eleva
y tanto se
ensancha hacia la cima.
“Y si no
hubiera sido como agua del Elsa
tu pensar vano en torno de tu mente,
y su pacer, como la morera para Píramo,5
“por esas
circunstancias solamente
la justicia
de Dios,
en lo interdicto
del árbol
conocerías moralmente.
“Pero porque
te veo en el intelecto
vuelto de
piedra, empedrado, tinto,
y porque te
deslumbra lo que digo,
“quiero
que, si no escrito al menos dibujado,
te lo
lleves contigo, por lo mismo
que el
bastón se trae con palmas adornado,”,6
Y yo: “Como
la cera del sello,
que no
cambia la figura impresa,
signado por
ti está ahora mi cerebro.
“Pero, ¿por
qué tan sobre mi vista
tu palabra
más deseada vuela,
que más la
pierde cuanto más se empeña?”.,
“Es para
que conozcas -dijo- la escuela
que
seguiste, y veas cómo su doctrina
pudieron
seguirla mis palabras,
“y veas tu
senda de la vía divina
tan lejana,
cuanto se desacuerda
la tierra
del cielo que más alto gira”.
Por lo que repuse: “No se me acuerda
que me extrañara de ti en ningún momento,
y no tengo conciencia que remuerda”.
“Si no puedes acordarte de eso”,
sonriendo
respondió, “recuerda
que bebiste
de las aguas del Leteo;
“y si del
humo el fuego se argumenta,
de este
olvido claro se concluye
culpa en tu
voluntad a otras atenta.
“Verdaderamente ya estará desnuda
mi palabra,
cuando convenga
que se
descubra ante tu vista ruda”.
Y más
corusco, y con más lentos pasos,
alcanzaba
el sol el cerco meridiano,
que aquí y
allá cambia en sus aspectos,
cuando
pararon, como se detiene
quien va
delante de gente por escolta,
si
encuentra novedad o sus señales,
las siete
mujeres ante apagada sombra,
como, bajo
ramas negras y hojas verdes,
sobre sus
fríos arroyos tiene el Alpe.
Delante de
ellas, Eufrates y Tigris
ver me
pareció manar de una fuente,
y, casi
amigos, como holgazanes irse.
“Oh luz, oh gloria de la gente humana,
¿qué agua es esta que se despliega
de un principio,
y luego
se separa?”
Por este ruego me fue dicho:
“Ruega
a Matilde
que te diga”. Y aquí repuso,
como quien
de culpa se libera,
la bella
dama: “Esta y otras cosas
dichas
fueron por mí; y estoy segura
que el agua
del Leteo no las oculta”.
Y Beatriz:
“Tal vez mayor cura,
que muchas
veces de memoria priva,
hizo su
mente en el ojo oscura.
“Pero mira
el Eunoe que allí deriva:
llévalo a
él, y como acostumbras,
su
desmayada virtud reaviva”.
Como alma
gentil que no se excusa,
pero quiere
según quieren los otros,
no bien
algún signo lo revela,
así, luego
que cerca de ella fui,
la bella
dama se movió, y a Estacio
femeninamente
dijo: “Ven con él”.
Si tuviese,
lector, más largo espacio
para escribir,
yo aún cantaría en parte
el dulce
beber que jamás me habría saciado;
pero porque llenos son todos los papeles
destinados a esta cantiga segunda,
no me deja seguir, con su freno, el arte.
Yo regresé de la santísima onda
rehecho, como plantas nuevas,
renovadas con una nueva fronda,
puro y dispuesto a subir a las estrellas.
Purgatorio,
de la Divina Comedia – Canto XXXIII
de la Divina Comedia – Canto XXXIII
Dante Alighieri (Italia; Florencia, 1265
-Id.Ravena1321)
(Traducción y notas: Jorge Aulicino)
’Deus, venerunt gentes’, alternando
or tre or quattro dolce
salmodia,
le donne incominciaro, e lagrimando;
e Beatrice, sospirosa e pia,
quelle ascoltava sì
fatta, che poco
più a la croce si cambiò
Maria.
Ma poi che l’altre
vergini dier loco
a lei di dir, levata
dritta in pè,
rispuose, colorata come
foco:
’Modicum, et non videbitis me;
et iterum, sorelle mie dilette,
modicum, et vos videbitis me’.
Poi le si mise innanzi
tutte e sette,
e dopo sé, solo
accennando, mosse
me e la donna e l’ savio
che ristette.
Così sen giva; e non credo che
fosse
lo decimo suo passo in
terra posto,
quando con li occhi li
occhi mi percosse;
e con tranquillo aspetto «Vien più tosto»,
mi disse, «tanto che, s’io parlo teco,
ad ascoltarmi tu sie ben disposto».
Sì com’ io fui, com’ io dovëa, seco,
dissemi: «Frate, perché non t’attenti
a domandarmi omai venendo meco?».
Come a color che troppo reverenti
dinanzi a suo maggior parlando sono,
che non traggon la voce viva ai denti,
avvenne a me, che sanza intero suono
incominciai: «Madonna, mia bisogna
voi conoscete, e ciò ch’ad essa è buono».
Ed ella a me: «Da tema e da vergogna
voglio che tu omai ti disviluppe,
sì che non parli più com’ om che sogna.
Sappi che ‘l vaso che ’l serpente ruppe,
fu e non è; ma chi n’ha colpa, creda
che vendetta di Dio non teme suppe.
Non sarà tutto tempo sanza reda
l’agugha che lasciò le penne al carro,
per che divenne mostro e poscia preda;
ch’io veggio certamente, e però il narro,
a-darne tempo già stelle propinque,
secure d’ogn’intoppo e d’ogne sbarro,
nel
quale un cinquecento diece e cinque,
messo
di Dio, anciderà la fina
con
quel gigante che con lei delinque.
E
forse che la mia narrazion buia,
qual
Temi e Sfinge, men ti persuade,
perch’ a lor modo
lo ’ntelletto attuia;
ma
tosto fier li fatti le Naiade,
che
solveranno questo enigma forte
sanza
danno di pecore o di biade.
Tu
nota; e sì come da me son porte,
così
queste parole segna a’ vivi
del
viver ch’è un correre a la morte.
E
aggi a mente, quando tu le scrivi,
di
non celar qual hai vista la pianta
ch’è
or due volte dirubata quivi.
Qualunque
ruba quella o quella schianta,
con
bestemmia di fatto offende a Dio,
che
solo a l’uso suo la creò santa.
Per
morder quella, in pena e in disio
cinquemilia
armi e più l’anima prima
bramò
colui che ’l morso in sé punio.
Dorme
lo ’ngegno tuo, se non estima
per singular cagione
essere eccelsa
lei
tanto e sì travolta ne la cima.
E se
stati, non fossero acqua d’Elsa
li
pensier vani intorno a la tua mente,
e ’l
piacer loro un Piramo a la gelsa,
per
tante circostanze solamente
la
giustizia di Dio, ne l’interdetto,
conosceresti
a l’arbor moralmente.
Ma perch’ io veggio te
ne lo ’ntelletto
fatto
di pietra e, impetrato, tìnto,
sì
che t’abbaglia il lume del mio detto,
voglio
anco, e se non scritto, almen dipinto,
che
’l te ne porti dentro a te per quello
che
si reca il bordon di palma cinto».
E
io: «Sì come cera da suggello,
che
la figura impressa non trasmuta,
segnato
è or da voi lo mio cervello.
Ma
perché tanto sovra mia veduta
vostra
parola disïata vola,
che
più la perde quanto più s’aiuta?».
«Perché
conoschi», disse, «quella scuola
c’hai
seguitata, e veggi sua dottrina
come
può seguitar la mia parola; '
e
veggi vostra via da la divina
distar
cotanto, quanto si discorda
da
terra il ciel che più alto festina».
Ond’
io rispuosi lei: «Non mi ricorda
ch’i’
stranïasse me già mai da voi,
né
honne coscIïenza che rimorda».
«E
se tu ricordar non te ne puoi»,
sorridendo
rispuose, «or ti rammenta
come
bevesti di Letè ancoi;
e se
dal fummo foco s’argomenta,
cotesta oblivïon chiaro
conchiude
colpa
ne la tua voglia altrove attenta.
Veramente
oramai saranno nude
le
mie parole, quanto converrassi
quelle
scovrire a là tua vista rude».
E
più corusco e con più lenti passi
teneva
il sole il cerchio di merigge,
che
qua e là, come li aspetti, fassi,
quando
s’affisser, sì come s’affigge
chi
va dinanzi a gente per iscorta
se
trova novitate o sue vestigge,
le
sette donne al fin d’un’ombra smorta,
qual
sotto foglie verdi e rami nigri
sovra
suoi freddi rivi l’alpe porta.
Dinanzi
ad esse Ëufratès e Tigri
veder
mi parve uscir d’una fontana,
e,
quasi amici, dipartirsi pigri.
«O luce, o
gloria de la gente umana,
che acqua è questa che qui si dispiega
da un principio e sé da sé lontana?»:
Per cotal priego detto mi fu: «Priega
Matelda che ’l ti dica». E qui rispuose,
come fa chi da colpa si dislega,
la bella donna: «Questo e altre cose
dette li son per me; e son sicura
che l’acqua di Letè non gliel nascose».
E Beatrice: «Forse maggior cura,
che spesse volte la memoria priva,
fatt’ ha la mente sua ne li occhi oscura.
Ma vedi Eünoë che là diriva:
menalo ad esso, e come tu se’ usa,
la tramortita sua virtù ravviva».
Come animai gentil, che non fa scusa,
ma fa sua voglia de la voglia altrui
tosto che è per segno fuor dischiusa;
così, poi che da essa preso fui,
la bella donna mossesi, e a Stazio
donnescamente disse: «Vien con lui».
S’io avessi, lettor, più lungo spazio
da scrivere, i’ pur cantere’ in parte
lo dolce ber che mai non m’avria sazio;
ma perché piene son tutte le carte
ordite a questa cantica seconda,
non mi lascia più ir lo fren de l’arte.
Io ritornai da la
santissima onda
rifatto sì come piante
novelle
rinovellate di novella
fronda,
puro e disposto a salire
a le stelle.
Notas al Canto XXXHI
1
Oh
Dios, vinieron las naciones a tu heredad;/ Han profanado tu santo templo (Salmos, 79:1, versión Reina Valera). El salmista se duele de que Jerusalén ha
sido invadida por los paganos, el templo destruido por las infidelidades de los
hebreos.
2
Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis;
porque yo voy al Padre (Juan,
16:16). Cristo alude a su muerte y resurrección.
3
Uno
de los llamados “enigmas” de la Comedia.
Parece que aquí sí, expresamente, Dante ha puesto un mensaje cifrado. El
consenso actual, al cabo de una extensa bibliografía sobre esta cifra, es que
Dante quiso aludir a un nuevo guía, un duca, palabra que surge de pasar este “quinientos y
diez y cinco” a números romanos, lo que da DXV; letras que en un simple cambio
de orden se convierten en “dux”, siendo la v y la u equivalentes en latín.
Algunos han señalado aquí a Uguccione della FaggioUa,
que sería el Lebrel del Canto Primero del Infierno, aquél nacido “entre Feltro y
Feltro”. De esta suerte, el redentor político que
efectivamente sí parecía esperar Dante, daría cuenta de dos figuras que
también, en esta ocasión, representan a seres y entes temporales: la prostituta (la corte papal), que
huye con el gigante (Felipe el Hermoso), junto al cual delinque.
4
Un
error de Dante salvado en todas las ediciones: no se trataría de las Náyades, sino de Edipo, hijo de Layo y por lo tanto “el Láyades”. Se
supone que Dante, lector de Ovidio, en el que parece haberse basado, tenía una
copia de la Metamorfosis con esa
errata del copista. Nadie se atrevió a suponer que Dante se equivocó en cuanto
a la función de las Náyades, que no eran adivinas.
5
El
agua del río Elsa, tributario del
Arno, deja
incrustaciones de carbonato de calcio en piedras y barcas. Píramo es el
personaje mitológico mencionado ya en el Canto Vigesimoseptimo, quien se
suicida al creer muerta a su amante por un león. Ella se suicida a su vez y la
morera cambia sus frutos del blanco al rojo.
6
Los
peregrinos a Jerusalén volvían con hojas de palma sujetas a su bastón, como
testimonio del viaje a los Santos Lugares. Con palmas agitadas fue saludado
Cristo durante su entrada a la ciudad santa, la semana que terminó con su
martirio.
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