martes, 14 de mayo de 2019

TRABAJAR CANSA
















ENCUENTRO

Estas duras colinas que han hecho mi cuerpo
y lo agitan con tantos recuerdos, me han abierto el prodigio
de ella, que no sabe que la vivo y no llego a comprenderla.

La encontré una noche: una mancha muy clara
bajo las estrellas ambiguas, en la neblina de verano.
Había alrededor el olor de estas colinas
más profundo que la sombra, y de repente sonó
como salida de estas colinas, una voz más limpia
y áspera a la vez, una voz de tiempos perdidos.

Alguna vez la veo, vívida delante,
definida, inmutable, como un recuerdo.
Nunca pude aferrarla: su realidad
cada vez se me escapa y me lleva lejos.
Si es bella no lo sé. Entre las mujeres es joven:
me sorprende al pensarla un recuerdo remoto
de la infancia vivida entre aquellas colinas,
tan joven es. Es como la mañana. Me anuncia en los ojos
todos los cielos lejanos de aquellas mañanas remotas.
Y tiene en los ojos un propósito firme: la luz más limpia
que haya tenido jamás el alba sobre esas colinas.

La he creado desde el fondo de todas las cosas
que me son más queridas y no llego a comprenderla.



VERANO

Hay un jardín claro, entre muros bajos,
de hierba seca y de luz, que reseca despacio
su propia tierra. Es una luz que sabe a mar.
Tú respiras esa hierba. Te tocas los cabellos
y sacudes el recuerdo.

He visto caer
muchos frutos, dulces, sobre una hierba que sé,
como un golpe en el agua. Así te sobresaltas
con el temblor de la sangre. Mueves la cabeza
como si alrededor ocurriese un prodigio de aire
y el prodigio eres tú. Tienen el mismo sabor
tus ojos y el cálido recuerdo.

Escuchas.
Las palabras que escuchas te tocan apenas.
Tienes en el rostro calmo un pensamiento claro
que parece en los hombros la luz del mar.
Tienes en el rostro un silencio que cierra el corazón,
como un golpe en el agua, y destila una pena antigua,
como el jugo de los frutos caídos entonces.



UN RECUERDO

No hay hombre que llegue a dejar una marca
sobre ella. Cuanto ha sido, se disipa en un sueño,
como la calle en una mañana, y sólo queda ella.
Si no fuese rozada la frente por un instante,
parecería perpleja. Sonríen las mejillas, cada vez.

Ni siquiera se acumulan los días
sobre su mirada para cambiar la sonrisa ligera
que irradia hacia las cosas. Con dura firmeza
hace cada cosa, pero parece siempre la primera vez;
sin embargo vive hasta el último instante. Se entreabre
su sólido cuerpo, su mirada ensimismada,
a una voz acallada y un poco ronca: una voz
de hombre cansado. Y ningún cansancio la toca.

Al mirarle la boca, entorna la mirada
esperando: ninguno osaría un arrebato.
Muchos hombres saben de su ambigua sonrisa
o de la arruga imprevista. Si hubo ese hombre
que la supo gimiente, humillada de amor,
paga día tras día, ignorando por quién
ella vive este presente.

Sonríe a solas
la sonrisa más ambigua caminando por la calle.





Cesare Pavese (Italia, San Stefano Belbo, 1908-Turín, 1950)


(Traducción: Jorge Aulicino, 
-Edición no bilingüe-)



IMAGEN: Lauren Bacall, actriz estadounidense de los años 40'.






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