jueves, 2 de mayo de 2019

EN UN MUNDO SIN CIELO TODO ES DESPEDIDA




















PUERTO OSCURO

XVI

Es cierto, como dijo alguien, que en
un mundo sin cielo todo es despedida.
Sin importar si vos saludás con la mano,

aun así es despedida, y si no brotan lágrimas de tus ojos,
es despedida igual, y si fingís no haberte dado cuenta,
odiando lo que pasa, también es despedida.

Es despedida de una forma u otra. Y las palmeras que se inclinan
sobre la laguna, verde y radiante, y los pelícanos
que se zambullen, y los cuerpos brillosos de los bañistas que descansan,

son etapas de una quietud final, y el movimiento
de la arena y del viento, y las secretas contorsiones del cuerpo,
son parte de lo mismo, una simplicidad que hace del ser

una ocasión para el lamento, o una ocasión
digna de celebrarse, ¿o si no qué otra cosa puede hacer uno
al percibir el peso de las alas de los pelícanos,

la densidad de las sombras de las palmeras y las células
que oscurecen la espalda de los bañistas? Estas cosas van más allá
de lo azaroso, con sus distorsiones, y de las evasiones de la música. El final

vuelve a representarse una y otra vez. Y lo sentimos
en las tentaciones del sueño, en la maduración de la luna,
en el vino y en su espera en la copa.



Mark Strand (Summerside, Isla del Príncipe Eduardo, Canadá,  1934 - Nueva York, E.E.U.U., 2014).

(Traducción: Ezequiel Zaidenwerg)

DARK HARBOR


XVI
It is true, as someone has said, that in
A world without heaven all is farewell.
Whether you wave your hand or not,

It is farewell, and if no tears come to your eyes
It is still farewell, and if you pretend not to notice,
Hating what passes, it is still farewell.
Farewell no matter what. And the palms as they lean
Over the green, bright lagoon, and the pelicans
Diving, and the glistening bodies of bathers resting,

Are stages in an ultimate stillness, and the movement
Of sand, and of wind, and the secret moves of the body
Are part of the same, a simplicity that turns being

Into an occasion for mourning, or into an occasion
Worth celebrating, for what else does one do,
Feeling the weight of the pelicans’ wings,

The density of the palms’ shadows, the cells that darken
The backs of bathers? These are beyond the distortions
Of chance, beyond the evasions of music. The end

Is enacted again and again. And we feel it
In the temptations of sleep, in the moon’s ripening,

In the wine as it waits in the glass.



IMAGEN: Pintura s/n, de Eduardo Capilla.




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