No tengo
arte. El arte de una amada
es
ocultarlo tras el cuerpo. Este poder,
decía, es un espectro. Porque amo soy,
esclava
y gozne de ilusión, insomne
que
abrirá, tras el jardín, la cerca.
Atrás
nardos, ciclámenes, violetas: se completa
la
guirnalda, y aquella falda drapeada,
cuando
era bella. ¿Aquel amado? ¿Recuerdas?
¿Tuvo
otra casa, ella? ¿Otro jardin,
y cerca?
Tantos
abrazos. ¿Gemía acaso ‘no tengo arte’
cuando
observaba, erguida en falso,
lo
fatal del lazo? Su parte era ser bella,
misteriosa
por demás, urdida sobre si
como
celdilla de un panal desalojado. Las abejas,
en otro
lado y tiempo, finito, para espiar
por la
mirilla. Esta mujer, decía,
admiraba
la traición y la insuflaba en peso.
Ese,
digo yo, sería su exceso. Cada movimiento
de su
voluntad un átomo duraba, que volvía
con
tiento a la materia irreal del tiempo.
Allí
cabía verdad, olvido, igual, ausente.
(De "Madam", 1988; tomado del libro:
El árbol de las palabras, obra reunida,
Bajo la luna, 2018)
Mirta Rosenberg (Argentina, Rosario, 1951, murió en Buenos Aires, en 2019)
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