Al pie de la
muralla, junto al fuego, los ancianos callaban.
Miraban a lo
lejos las negras nubes y callaban.
Escudriñaban
noche y día el mar y callaban.
La arena
empezaba a enfriarse, el alma empezaba a enfriarse,
los pájaros
huían hacia el porvenir.
Pero los
ancianos callaban, buscaban
el surco de
la quilla en el agua y callaban,
miraban
llorar la sombra de la encina y callaban.
Se oyó un
grito. ¿Qué dicen esas hojas?
Se oyeron
alas. ¿Adónde vuelan esas piedras?
Pero los
ancianos callaban, oían el lamento
que viene
del futuro y callaban,
miraban la
bañera ensangrentada entre la maleza y callaban.
Se oyó un
ladrido. ¿A quién llama ese perro?
Se oyeron carros.
¿Adónde llevan esos muertos?
Pero los
ancianos callaban, recordaban
el lenguaje
bárbaro de la golondrina y callaban,
espantaban
el lagarto entre las breñas y callaban,
pensaban en
el destino del ruiseñor y callaban, callaban.
MUJER PEINÁNDOSE
ANTE EL ESPEJO
El peine va
y viene por un campo de azafrán,
mientras la
mirada recorre el óvalo del rostro,
las líneas
de las cejas,
el lóbulo
casi transparente de la oreja,
los ojos
donde una sustancia viscosa
la adhiere a
pensamientos antiguos,
hasta que
una ráfaga la arroja hacia atrás,
lejos, como
un pájaro marino,
al jardín
donde espera el paso del rey,
pero el rey
no ha pasado, o ella no lo vio,
y se sienta
con el ramo sobre la falda
a escuchar
la música de las rosas,
mientras
todo se detiene a su alrededor,
el viento
entre las hojas, las palomas en el tejado,
la sombra
del mundo sobre sus párpados,
y sube los
escalones del Primer Sueño
donde se
sienta nuevamente en el jardín
a esperar el
paso del rey,
pero el rey
no ha pasado, o ella no lo vio,
y subiendo
los escalones del Segundo Sueño
se siente
con el ramo sobre la falda
a escuchar
la música de las rosas,
pero el rey
no ha pasado, o ella no lo vio,
y sube los
escalones del Tercer Sueño,
siempre con
el ramo junto a la falda
y la mirada
detenida en el seto,
pero el rey
no ha pasado, o ella no lo vio,
y se pierde
en los caminos de lo Desconocido,
se extravía
hacia Nunca o Ninguna Parte,
en el confín
de los sueños, allí donde nace la realidad,
y de pronto
se mueven o parece que se mueven las ramas,
alguien ha
pasado el umbral de las rosas
y está
despierta, viva otra vez.
después del
sueño de quinientos años,
y todo se
pone otra vez en movimiento,
el viento
entre las hojas, las palomas en el tejado,
la sombra
del mundo sobre los párpados,
esos labios
que ahora se pliegan en una sonrisa
mientras la
mano se detiene en el aire
y una manda
de soles corre por su espalda hacia la libertad.
(De: Los
gatos de la Acrópolis, 1998)
Horacio Castillo
Horacio Castillo nació en Ensenada, Provincia de Buenos
Aires, en 1934. Desde muy joven se radicó en La Plata, ciudad donde falleció en
2010. Fue poeta, crítico, ensayista, traductor, abogado, periodista y miembro
de número de la Academia Argentina de Letras y correspondiente de la Real
Academia Española. Publicó los siguientes libros de poesía: Descripción (1971);
Materia acre (1974); Tuerto rey (1982); Alaska (1993); Los gatos de la
Acrópolis (1998); Cendra (2000); Música de la víctima y otros poemas (2003) y
Mandala (2005). Como traductor de poesía
griega publicó: Epigramas de Calímaco (1979); Poemas de Odysseas Elytis (1982);
María la Nube de Odysseas Elytis, en colaboración con Nina Alghelidis (1986);
Romiosini y otros poemas, de Yannis
Ritsos (1988); Poesía griega moderna (1997);
Elegías de Oxópetra de Odysseas Elytis, en colaboración con Nina
Anghelidis (1999); Seis poetas griegos (2000); Poesía de Takis Varvitsiotis
(2001) y Raíces en el tiempo, de Spiros Vergos (2001). Algunos de sus ensayos
publicados son: Darío y Rojas / Una relación fraternal (2002), La luz cicládica
y otros temas griegos (2004) y Sarmiento poeta (2007). Casi en coincidencia con
su muerte, apareció Colectánea (2010), libro que reúne textos de diversa
índole. Entre los premios recibidos figuran: Premio de la Subsecretaría de
Cultura de la Nación (1972); Premio Nacional
–Región Buenos Aires– (1978); Primer Premio Fondo Nacional de las Artes
por traducción literaria (1988); Premio Konex - Diploma al Mérito (1993) y
Premio Municipal de la Municipalidad de La Plata (1995). En 2001 fue designado
Ciudadano Ilustre de la Ciudad de La Plata. La poesía de Horacio Castillo ha
sido objeto de valiosos estudios y ha recibido unánimes elogios de la crítica.