1
Detrás
de las cortinas,
la
luna.
Silban
dos
pájaros nocturnos
y
el silencio.
Han
llamado a la puerta.
Dijeron:
tiene
los ojos tristes,
se
nota
que
no ha comido
en
días,
su
ropa está manchada.
Trae
el olor del jume,
dice
la madre,
el
olor de mi pueblo
cuando
soplaban los vientos del sur.
Puede quedarse.
2
Como
si fuera una paloma
voló
Lucía
entre
álamos y siempreverdes.
Mirábamos
su vuelo
sobre
la mano del viajero
al
final del largo brazo oscuro
extendido
hacia el amanecer.
El
temor de la madre
había
cerrado las ventanas,
la
tos de la niña era más fuerte
y
la casa era de humo,
de
vapor y eucalipto.
Pero
el viajero dijo
que
el aire le haría bien.
Y
lo aprobaba el padre.
Entonces,
los dos meses de Lucía
iniciaron
el
juego de los pájaros.
Seguíamos
el
movimiento de su mantilla blanca
que
cruzaba las azucenas,
el
aljibe, los cardos,
y
corríamos a su lado
gritando:
ahora Lucía estará bien,
el aire le
hará bien,
el aire le hará bien.
6
El
día de lavado
era
día de fiesta.
Madre
y Abuela
bajaban
las cortinas,
desnudaban
las camas
y
el jabón
invadía
la casa.
Nosotros,
sobre
parvas de ropa,
acariciábamos
la espuma
y
hacíamos pompas
soplando
entre los dedos.
Después
cuando
las sábanas
colgaban
de los alambres
corríamos
bajo
las gotas
que
caían
y
jugábamos
al
toro y al torero
chocando
las cabezas
en
las telas mojadas.
El
viajero
se
sentaba bajo la higuera
y
desde allí reía.
Su
fiesta
era mirarnos.
7
Sobre
el aparador
estaba
la bandeja del pescado.
Era
un enorme pez
distinto
a los del río,
a
los del arroyo.
De
mar,
dijo
el viajero.
El
mar, tan lejano...
Nunca
habíamos hablado de él
y
ahora lo nombraba
con
esos ojos de tristezas,
como
quien nombra lo imposible.
Para
nosotros
el
viajero y el mar
se parecían.
8
Por
las mañanas
la
casa era
aquella
madre
de
ágiles movimientos,
el
ruido de las tazas
y
el olor del café.
El
viajero prefería
beberlo
sentado
sobre un grueso leño
detrás
del aljibe.
Pero
los días de lluvia
aceptaba
entrar
en la cocina
y
compartir la mesa.
No
hablaba.
Nosotros
no
hacíamos otra cosa
que escuchar su
silencio
14
El
viajero
ayuda
a la madre
en
la cocina
y
al padre
en
la carpintería.
Cuando
los dos trabajan la madera
hablan
de ir a pescar
el
próximo verano.
Y
aunque todos creemos
que
para aquellas fechas
nuestro
amigo se irá,
es
una alegría ver al padre
reír
y
gesticular
mostrando
cómo
serán de grandes
los
peces
que traerán para la
cena.
21
Cuando
dejaba de llover
buscábamos
charquitos.
Ahí
estaban
repetidos
el
cielo, los árboles,
algún
pájaro en vuelo,
nuestros
rostros.
El
viajero nos contó
una
historia de agua
y
con ternura dijo:
cuando
sean grandes
no
dejen
de
buscar espejos
al
final de la lluvia.
Obedecemos.
Aún hoy
obedecemos.
23
Una
tarde le mostré al viajero
mi
cuaderno de versos.
Algunas
líneas,
imágenes
sencillas sobre la primavera,
mi
perro, los muertos, el río,
y
poemas copiados de diarios del domingo.
Sonrió
y me acarició la cabeza.
Niña –dijo– has nacido herida.
A
cada golpe de la vida,
a
cada palabra que escribo,
a
cada dolor que resisto,
lo recuerdo.
24
Los
padres solían caminar en los atardeceres
alrededor
de la casa. Hacia el río,
hasta
los manzanos.
Una
vez, mirándolos, el viajero nos dijo:
¿De
qué hablarán?
De
qué hablarán, pensamos.
Y
supimos que nuestros padres
eran
también un hombre y una mujer
sosteniendo
nuestras
vidas
y el mundo.
25
El
viajero
se
ha ido.
Sabíamos
que se iría,
hasta
esperábamos que lo hiciera
porque
para nosotros
más
que un hombre
era
un viaje.
Ha
dejado flores
sobre
la mesa de todos
y
la cadena
con
su amuleto de madera oscura,
colgada
en el respaldo de
mi cama.
(Del libro: “El
viajero”,
Ed. Viento de fondo,
2018;tomado del face:
"Biblioteca virtual",
de Selva Dipasquale)
Ed. Viento de fondo,
2018;tomado del face:
"Biblioteca virtual",
de Selva Dipasquale)
Susana Cabuchi
Susana Cabuchi. Poeta argentina, nació en Jesús María, Córdoba,
en 1948. Se ha dedicado al dictado de cursos, seminarios y talleres de
escritura y de lectura para docentes, niños, jóvenes y adultos en diversas
provincias de la Argentina, así como en los países limítrofes. Actualmente
colabora en revistas especializadas, coordina talleres de escritura y brinda
asesoramiento en instituciones públicas y privadas sobre temas de su
especialidad. Su obra incluye El corazón de las manzanas (Córdoba, E. y G.
López Editores, 1978), Patio solo (Córdoba, Alción Editora, 1986), Álbum
familiar (Córdoba, Alción Editora, 2000) y El dulce país y otros poemas (Buenos
Aires, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación, 2004);,
Detrás de las máscaras (Ediciones El Copista, 2008), Poética-1965-2010 (El
taller del Escritor, 2010) y Album de famille – Livre CD (París, Francia,
2015). . Textos de su autoría han sido
incluidos en numerosas antologías, ensayos y estudios críticos de poesía
hispanoamericana y de literatura escrita por mujeres. Fue traducida
parcialmente al francés, italiano, portugués y árabe. Obtuvo por su escritura
distinciones nacionales e internacionales. Dictó cursos, seminarios y talleres
de escritura y de lectura para docentes, niños, jóvenes y adultos en diversas
provincias de la Argentina y en países limítrofes. Organizó ferias del libro,
semanas de cultura, concursos literarios, coordinó debates y otras actividades
de difusión de la Literatura Argentina. Actuó como miembro de jurado en
numerosos concursos literarios de Poesía y Narrativa, entre ellos del Premio
Consagración Letras de Oro”, Córdoba, 2003. Ha participado como panelista y
conferencista en congresos, encuentros, y jornadas en su país y en el exterior.
Actualmente colabora en revistas especializadas, coordina talleres de escritura
y brinda asesoramiento en instituciones públicas y privadas sobre temas de su
especialidad.
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