...no intentes decir que nada cambia,
nada muere, nada es nuevo.
Peter Hammill
—Una ciudad chata —dijo él mucho
antes
que entrara mi autobús en el
paisaje, lo dijo
casi al pasar —rozando— la
inconsistencia de esta
que era su ciudad. Ese resabio
guía tus ojos cuando penetran
los horizontes
preparados para aplastarnos y el
cuadro
ya es armado: él no está
de su voz
apenas podrías medir la justeza
del entonces frente al lago y
todo
lo perdido se mantiene en
nosotros: veloces
jugamos esa tarde de quinta y la
marea
de luciérnagas se interpone delicada.
* * *
Bajo el vaso retenida esa vela y
tu mano
refleja o intuye
el rojo al extinguirse: bebemos
la suave guiness también
detenidos
en esta ciudad como un pueblo.
Suave el aliento
de avena quemada se estanca en
la boca y es esta
la tarde en que más
parecemos una familia, tarde que
puede
sucederse al infinito: pistachos
restos de papeles y un jarrón
estalla en el naranja
incendiado de sus fresias.
Frente al cerebro
inaprensible se vuelve la
conversación que ya
no necesitás distinguir, y la
niña
desde su suéter maíz explica:
“esa es la causa”.
* * *
Hizo calor todo el día y la
oscuridad
se instala -fresca- sobre los
hombros. Hilos
lentos de un transcurrir
insostenible: vaciamos los bolsos
como al descuido
cuando afuera explotó la
tormenta. Sentenciaste tirará
el ramo de hortensias sobreviviente
al traqueteo del tren.
Nuestros restos
de esta tarde de campo y no dije
“no”
al ser despojada. Diferentes
latitudes del amor: el suave
caer de los pétalos y la batalla
de la lengua silenciada.
* * *
Para en la lluvia tu cabeza
se inclina hacia atrás. El valor
de dejarte ir y soltar
esto que sostuviste en tus
manos: hay la manzana
sus pedazos y la taza
todavía tibio el té. No podría
precisar
si me viste alguna vez: “Aquello
del viento
el viento lo lleve, eso que fue
agua
sea arrastrado, se derrame
entonces por canales desviados”.
Mostrarne ahora
el truco aprendido: pulpa
cáscara y restos
dulces adheridos en la tabla de
madera. El festín
que acaso compartimos. Dijiste
no deseabas poseer
demasiado poder sobre qué: un
gesto
capaz de borrarte. Recordar
esto que se instala y no intenta
permanecer -de la manzana
el giro preciso
sobre manos conocidas—.
TAIGA
Me hablabas de la lentitud del
perezoso en la rama
su extremada levedad
entre un intervalo y otro
-de la quietud al movimiento- yo
dormía imaginando
el dibujo trazado por las
garras.
tomado de “En la música vamos”,
Poesía reunida 1990-2019; Ed.
Bajo la luna, 2019)
Andi Nachon (Buenos Aires, Argentina, 1970)
-Hay un poema más de este libro
en una entrada anterior-.
IMAGEN: "The Tree", fotografía de Zdenek Sindelar
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