jueves, 3 de diciembre de 2020

EL IRIS SALVAJE


 








MAÑANA CLARA


Os  he mirado suficiente,
ahora puedo hablaros como quiera.
 
Me he sometido a vuestros deseos, observando
con paciencia lo que amáis, hablando
 
a través de otras vías, en detalles
terrestres, como lo preferís vosotros;
 
zarcillos
de la enredadera azul, el brillo
 
del temprano atardecer.
Jamás aceptaréis una voz
 
como la mía. indiferente a los objetos
que tan prestamente reclaman
 
vuestras bocas,
pequeños círculos de miedo.
 
Todo este tiempo
disculpé vuestras limitaciones, pensando
 
que tarde o temprano las dejaríais de lado, pensando
que la materia no absorbería jamás vuestra mirada:
 
estorbo de la enredadera que dibuja
flores azules en la ventana del portal.
 
No puedo continuar
limitándome a imágenes
 
porque os creáis con derecho
a discutir mis intenciones:
 
ahora estoy preparada
para imponer claridad sobre vosotros.
 
 

EL ESPINO


Al lado tuvo, pero no
de lu mano: así te miro
andar por el jardín
de verano: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar. No necesito
perseguirte a través
del jardín: en cualquier parte
los humanos dejan
señal de lo que sienten, llores
esparcidas en el polvo del camino, todas
blancas y doradas, algunas
levemente alzadas
por el viento de la tarde. No necesito
seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo,
para saber la causa de tu huida, de tu humana
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello
que has acumulado?
 
 


VÍSPERAS


Y A nunca me pregunto dónde estás.
Estás en el jardín; estás donde está John,
abstraído, en el polvo, con su pala verde en la mano.
Así trabaja: quince minutos de intensa labor,
otros  quince de contemplación extática. A veces
trabajo a su lado, en la tarea que me toca,
deshierbando, limpiando las lechugas; a veces
lo miro desde el portal de la parte alta del jardín
hasta el crepúsculo, que transforma en linternas
los primeros lirios: en todo ese tiempo
la paz no lo ha dejado. Pero eso me recorre
no como el sustento de la flor, sino
como la luz brillante (pie atraviesa el árbol desnudo.
 


(del libro: El iris salvaje,
Ed.Pre-textos, 2006)
 
Louise Glück
 
(Traducción: Eduardo Chirinos)
 
 
 
CLEAR MORNING
 
I’VE watched you long enough,
I can speak to you any way I like—
 
I’ve submitted to your preferences, observing patiently
the things you love, speaking
 
through vehicles only, in
details of earth, as you prefer.
 
tendrils
of blue clematis, light
 
of early evening-
you would never accept
 
a voice like mine, indifferent
to the objects you busily name,
 
your mouths
small circles of awe-
 
And all this time
I indulged your limitation, thinking
 
you would cast it aside yourselves sooner or later,
thinking matter could not absorb your gaze lorever—
 
obstacle of the clematis painting
blue flowers on the porch window-
 
I cannot go on
restricting myself to images
 
because von think it is your right
to dispute my meaning:
 
I am prepared now to force
clarity upon you.
 
 
THE HAWTHORN TREE
 
SIDE by side, not
band in hand: I watch you
walking in the summer garden- things
that can’t move
learn to see; I do not need
to chase you through
the garden: human beings leave
signs of feeling
everywhere, flowers
scattered on the dirt path, all
white and gold, some
lifted a little by
the evening wind: I do not need
to follow where you are now,
deep in the poisonous field, to know
the cause of your flight, human
passion or rage: for what else
would you let drop
all you have gathered?
 
 
VESPERS
I DON’T wonder where you are anymore.
You’ re in the garden; you're where John is,
in the diri, abstracted, holding his green trowel.
I his is how he gardens: fifteen minutes of intense effort.
fifteen minutes of ecstatic contemplation. Sometimes
I work beside him, doing the shade chores,
weeding, thinning the lettuces; sometimes I watch
from the porch near (he upper garden until twilight makes
lamps of the first lilies: all this time,
peace never leaves him. But it rushes through me,
not as sustenance the flower holds
but like bright, light through the bare tree.


 
 Louise Elisabeth Glück (Nueva York, E.E.U.U., 1943), es una poeta estadounidense en lengua inglesa. Pasó gran parte de su vida en Long Island. Sus abuelos paternos eran una pareja de húngaros que emigraron a Estados Unidos de jóvenes; el padre de Louise fue el primer integrante de la familia nacido en suelo americano. El deseo de convertirse en escritora, Louise lo absorbió de su padre. Él siempre había soñado con convertirse en escritor, pero nunca supo encontrar el camino para hacerlo realidad y se decantó por el mundo empresarial. No obstante, educó a su hija desde la sensibilidad al territorio de las letras. Louise recibió una gran influencia de él y esto la llevó a escribir sus primeros poemas siendo todavía niña. Fue la duodécima poeta laureada (2003-2004) por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. Gluck nació en la ciudad de Nueva York y creció en Long Island. Se licenció en 1961 por la George W. Hewlett en la ciudad de Hewlett, Nueva York. Posteriormente asistió al Sarah Lawrence College en Yonkers y a la Universidad de Columbia.  Ejerció como docente en el Departamento de Lengua Inglesa del Williams College (Massachusetts) y en la actualidad, imparte clases en la Universidad de Yale. Ganó el Premio Pulitzer de poesía en 1993 por su poemario The Wild Iris (El Iris Salvaje). Ha recibido también el National Book Crtics Circle Award por Triumph of Achilles, el Premio de la Academia Americana de Poetas por Firstborn, así como numerosas becas Guggenheim. En este momento vive en Cambridge, Massachussets, y desarrolla actividades de docencia en el departamento de lengua inglesa del Williams Colleges. Es autora de once libros de poesía, entre ellos,  Averno (2006);  The Seven Ages (2001) y El Iris salvaje (2006), los tres traducidos al español en la Editorial Pre-textos. Este año le fue otorgado el Premio Nobel de literatura.  Respecto al Nobel, cabe mencionar que Glück se suma a una cortísima lista de poetas mujeres que han sido reconocidas con este premio. En palabras del jurado, se lo han otorgado debido a que «con su austera belleza hace de la existencia individual algo universal». 


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