martes, 11 de octubre de 2022

SI HOY FUERA SIEMPRE(Antología 1978-2002)


 












PLAZA DE PUEBLO


Hierro de hamacas viejas
chirría como en otras siestas de julio,
como en otras fiestas
que tuvo mi vida -las campanas
y calesitas tristes y cadenas
que simplemente sostenían el vuelo.
Luz de rodillas lastimadas, 
¿qué pasa con nosotros? 
¿No puedo ser yo y subirme 
como me subía siempre 
a las hamacas de la siesta?
Algún ciprés insiste
en señalar el cielo azul del pueblo.
Las veredas, tan quietas.
Y lo perdido,
lo único verdadero, el tiempo nuestro, 
en la otra orilla de la paz, mirándonos.



NOCTURNO

El oro de la luna sobre el agua.
Imagino este verso y tal vez no sea cierto 
en este atardecer sobre el agua 
el oro de la luna.
La tarde muere entre los árboles
-los viejos eucaliptos cuya familia cubre
las orillas crespas del lago-
y el viento nos promete
lo que no nos hubiéramos atrevido a pedir.
Cómo se extiende el horizonte si nos sentarnos junto
                                       [al agua
y cómo se amoneda
visto de cerca el oro de la luna.
¿Por qué ha de ser más raro decir oro que decir luz o
                                       [esplendor?
Igualmente no hay modo de decirlo 
que pueda de verdad retener esta imagen.
Si nos sentamos junto al agua 
podrás verla. A lo lejos
-cada vez más lejos- los viejos bosques de eucaliptos 
se entenebrecen tocados por una mano inmóvil 
y la noche es azul
más allá de toda palabra. La noche es azul.
El oro de la luna en el agua.



ELLA SE DESNUDABA...

ELLA se desnudaba en su secreto 
anterior a la luz del nacimiento, 
ella se despeinaba en el vacío 
del mar feroz, febril como la luna 
cuando despunta informe y a lo lejos, 
ella se descalzaba en una arena 
fría de larga noche encanecida 
por espumas de amor, de amor y viento. 
Ella se desvelaba entre mis dedos 
como una cuerda tensa entre dos islas 
o como un horizonte silencioso, 
ella se descolgaba como un ancla 
echada hacia los astros desde el cielo. 
Ella tenía cómo perdonarme 
y doblando la voz como una página 
escalar las ventanas del deseo, 
¡Ella se desvivía para verse 
difundida en la luz como un velero! 
¡Rota, rota de música, 
aromada de fuego!
Y en el desastre de la madrugada 
ella se deshacía, como un débil 
amo sobre la tumba de su perro.
(Del libro "Si hoy fuera siempre",
Ed. Pre-textos, 2006,
Gentileza del autor)

Alejandro Bekes (Santa Fe, Argentina, 1959-Vive en Concordia  desde 1969-.
Pueden LEER la biografía en una entrada anterior del autor (Nota del administrador).





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