Lo que la página encuentra
(Las
frases nunca tienen frío)
Signos que suelen ser del silencio,
ceden a lo indeciso unas hipótesis.
Puestos a la par de las apariencias
espías apuran el porvenir venido a
célebres brisas, turban costumbres,
cuerpo para pasar al conocimiento,
y uno entre pocos a saberse capaz.
Mira, manca imperfecta por lo que
han sido, borrones, glifos fortuitos.
(Pausa y semanas de prueba pedía
el impío en las linotipias a limpiar
su kif sobre las filas de influencia
sabiendo del haber que le vendría)
Y el significado hecho de pulcros
tamaños, letricas que encarnan el
encarame de algunas cosas, pecas
de conspiración entre el pescuezo
y un as de sol a salvar al albatros.
En la vastedad que las alaba (van
por tal voz) les toca parecerse a lo
que serán: líquidas cuando causan
con la usanza algunas cosas sólidas
muy por encima de las semejanzas
hasta ver en la velocidad lo visible
vibrando y ¡cuánto de veras verán!
Recuerdan que antes tanto fueron,
escritura, trato, caras de monstruo:
son tras lo que serían, maneras por
escapar ahora de la era sin heridas.
Maneras para agrandar las agrestes
regiones que harían de la gramática
con sus gramos camino al mensaje,
atosigan a la ingrata higuera donde
nada de repente crece más sagrado.
Un higo; la frase dice: hay un higo.
Hay esto, hay campos para un país.
Como la legua venga, sus gauchos
cincharían del poncho al escuchar
chasquidos en aquello atiborrado de
buen verdugo por la oruga derecha,
y en la mano a no ser que sea igual:
con ella empuña, cubre ubres y cría.
Un país que en la página es palabra.
Debió su atisbo de sábana abotonar
el tono viril, la burla en la carabina
cada vez que una res la haría sonar
para hacer del gaucho un sinónimo.
Gauderios o como el río los arrase,
raspan en pos del rostro distraído
(res non verba, plus ultra tan útil)
y entre estruendos dentro de atrás
secan la paciencia de los paraísos,
la comba dada al limbo voluntario.
Tiemblan como albas en el balcón
y al viento, vienen. Quién lo diría:
salientes se sienten en la realidad.
En el infierno tendrán tanto frío,
en la nieve el habeas del verano.
Resultan fotografías sin historia,
la recta que toca cualquier recato
o candor adorado por encaramar.
Un ave leal, una nación de cielos
leales para ataviar al timbó de los
bosques y la oquedad que debida
iba: por su silencio el ser hablaba
solo, el gato de Angola angora
es
al Este tan en lo que suda y queda
pensar que aquí esquilma como la
redonda roncha deshilacha estolas
o testamento, teme todo el tiempo,
la condición desconocida de oír, ¿o
qué si lo incesante fue casualidad?
Decir asombra de más en el ceibal
labrado que la vida abrió torciendo
hacia la tirana cintura con sentidos.
Sombra de abracadabras habrán de
darle alrededor todas las oraciones:
a cuáles de las más bellas en versos
sirven para el oral amor y la muerte.
Con ellas harían lo que nunca llega.
Adivinándolas en dolmen o menos
mal que metáforas y mirada común,
logran a tiempo cautivar la claridad
que diga del comienzo, es perfecto.
Perfecta la voz, la belleza siguiente.
Mansalva, 2009) Eduardo Espina (Montevideo, Uruguay, 1954)
Pueden leer la biografía en una de las entradas anteriores del autor.
IMAGEN: Tomada de la revista "Círculo de poesìa"
No hay comentarios:
Publicar un comentario