sábado, 4 de noviembre de 2023

ASTRONOMÍA PARA NICTÁLOPES (I)

 


DOCE MOMENTOS DE UN DÍA
11

Nunca supe quién era la de espaldas en la fotografía, 
tomada una noche de octubre del ‘76.
Las caderas en una cadencia de música soul,
el cabello largo sobre la desnuda piel,
la fina mano alzada para equilibrar el balanceo.
Es una instantánea de juventud,
de noche glamorosa de discoteca
al borde de todo lo permitido,
en una época de espanto y terror cotidiano,
la imagen de unos chicos que bailan, ignorantes y felices,
ajenos a la guerra a la muerte
a la subversión mortal de pensar por sí mismos.
Al centro de la imagen de olvidado monocolor, 
uno de ellos viste saco bianco 
y las solapas del cuello de su camisa 
sobresalen anchas y caen sobre el lino.
Baila con el afán de la seducción, 
con el ritmo de una conquista 
que tal vez sea la chica de espalda.
Mira la cámara en el instante en que se dispara el flash 
y la luz de los años recordarán un par de dientes quebrados 
infantiles en la sonrisa.
Así, los ojos se pierden en un tiempo de blandas noches, 
un tiempo de semanas largas donde cada jornada 
era para descubrir un mundo, 
el amor urgente la insurrecta sangre del deseo.

Nunca supe si estabas conmigo aquella noche 
en que tu pelo caía liviano en la espalda desnuda, 
siempre he sido muy torpe en esas estrategias de la seducción,
pero, querida, echabas la cabeza hacia atrás jugando
                                                             /con tu cabello,
consciente de tu silueta, 
y bailabas maravillosamente,
                                         aquella noche.



PAISAJE CON BUICK

La chica del guardabarros
tiene diecinueve, dice,
y se queda contemplando
las gotitas de lluvia en el parabrisas,
el impecable charol del auto,
el traje de satén; como
recordando viejos foxtrots
el ritmo lo siente en las nalgas,
la noche del sábado en los talones.
Entonces cuenta un sueño
de mallas provocativas,
de modelitos en la Singer,
de heladeras Siam,
un verdadero sueño americano, dice
y endereza la espalda
mientras sus manos se deslizan
de las caderas a las nalgas.

Es blanda la noche.
Como un río de claras y tibias corrientes 
vienen las cosas a su olfato, a sus labios, 
una avenida con farolas y sin neblinas, 
un tiempo de hermosos días 
para los diecinueve de la chica del auto.

Es blanda la noche.
Vi que su escote se inflamaba, 
las aletas de su nariz se abrían
como para respirar un aire más limpio
que tanto olvido avanzando hacia la foto.
Adentro, muy adentro,
andaba la sensación de unos dedos
sobre un cuaderno viejo,
una reposera blanca bajo la luna
y suave, muy suave, un bolero
empezaba ya a perderse en la radio del auto
hasta que lejos de la fotografía
volvían a pasar las máquinas
en la carretera, donde
el deseo fue un viento oscuro
que mordía, otra vez mordía las piedras.



HOLOGRAMA DE MUJER BAJO LA LLUVIA

Como una diosa en cuero negro 
que pone su pie en punta al bajar de la motocicleta, 
una noche de luna, una noche lisérgica y 
              oliendo gin tonic y deseo
en esas noches de casi tormentas, satisfecho el cuerpo, 
la piel en calma, la moto en descanso, 
ámame como a una diosa en el asiento trasero, 
cuidada la su blancura del viento de la noche, 
como en un final de carnaval 
el apuro de la gente ante la inminente lluvia, 
el aire pleno de nitrógeno y ozono en la su nariz 
y su busto frutal, hinchándose, diosa, ámame 
en esta noche que está siendo y en este amanecer
                                                            /de tormenta,
en que soy como el aura de esta motocicleta 
desprendida de su negra brillantez, toda curva 
la comba del tanque mis espaldas, 
la fina horquilla el blancor de mis brazos 
los dos cilindros mis pechos en ralenti 
que no montarás, tú, otra potra de nácar, 
sino esta ángela caída en el brillo del asfalto, 
señora de la sombra y vampira soy 
pero ámame dice en un camino entre arboles, 
y déjame en quietud los ardores 
y en descanso las venas la piel.

Soy tu holograma de mujer bajo la lluvia.



DIABLAS

Que despierten las bellas diablas, 
censuradas en el fondo del inconsciente.
Diablas con cabelleras de fuego, 
frágiles como mariposas monarca, 
sufrientes esposas de lo creativo, 
ojos sin pupilas inyectados de pasión, 
hígados ahitos de alucinógenos,
no hembras-no machos sino diablas 
sin afilados dientes, melancólicas, 
crepusculares, musas de la caída 
vengan a recoger los despojos del creador 
triturado, desguazado por las furias: 
llévense estas alas rotas, este tórax petrificado, 
abran ya las sus bocas y emitan el canto 
de las estrellas de neutrones, la plegaria 
de la radiación del fondo de microondas.

Diablas del abandono, ángelas caídas en la carne, 
en las sabanas de una metáfora, en los pliegues 
de una sinestesia invocada en sueños.

Oh bellas impuras transparentes inasibles 
diablas, diablas diablas, arrojadas desde lo eterno, 
abiertas cuando el último plenilunio 
madres exquisitas sin útero, flores de peyote, 
ya siento el temblor del aire como un aleteo sin alas, 
ya siento el beso de como savia tierna fría dulce 
y es el corazón que se me va entre los labios, 
y es un demonio gris que se eleva en la niebla.



NO SUPE LO QUE ES EL AMOR

‘Cause the smell of her perfume echoes in my head still”
Sixto Rodríguez

Yo no supe lo que es el amor.
Supe de barcos que partían, australes.
Supe de terminales aéreas, vacías a la madrugada, con olor a turbinas y desinfectantes para pisos, nunca tan bien expresado el no-lugar.
Supe de hospitales donde corrí por sus pasillos azulejados. Pero no supe lo que es el amor, nunca.

Anduve, estuve, acompañado y aturdido la mayoría de las veces, pero al cerrar la puerta de hierro negro de mi casa, la soledad me acarició el hombro izquierdo, y el zaguán fue largo inconmensurable hacia adentro.

Yo no sé lo que es el amor. Fui
como un duende cruel, un busca, que
derrapaba alegre en las curvas de la noche
con el viento en la cara y la lluvia en las costillas,
condenado a no amar esos ojos grises y tu cabello enredado
                                                                    /en luz
y en mi oído la reiterada pregunta ¿querido estás bien?

No, no supe. Y hoy el castigo no es la pérdida, 
sino el simple duro atroz conocimiento.

(del libro "Astronomía para nictálopes", 
El Suri Porfiado, 2023)


Juan Meneguín (Concordia, Entre Ríos, Argentina, 1958) 


Pueden LEER la biografía en entrada anterior del autor (N.del A.)

IMAGEN: De archivo.



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