AUTOBIOGRAFÍA DE UN RETRATO
18.
Soy un holograma de mí mismo.
Me veo como parado entre la pantalla y el proyector
donde hay una película pasada en cámara lenta
donde las épocas mueren cuando mueren las personas.
Las imágenes me atraviesan, el mundo pasa a través de mí
como una niebla de luces y de sombras.
Otros mundos me traspasan otros mundos me trascienden.
No era un río que me pasaba, era todo una época,
salvaje y hermosa. Era una mera formación
cuya sustancia estaba hecha de tiempo.
Me mira aquella mirada.
La tarde declina más temprano.
Las imágenes pasan. Son como fotogramas de un
/ mundo cambiante.
Un fragmento del Samsara en una cinta continua
donde pasan rostros, pasan acontecimientos,
caras recordadas y caras desconocidas,
retazos de conversaciones, días que amanecen
con vientos del sur, y hacia ese cuadrante dirijo la mirada:
calzo un pesado saco de lana cruda
y salgo a caminar el día.
Soy también ese mundo que me rodea
y me atraviesa
como un holograma de mí mismo.
7.
Pero la mirada se mantiene cuando
los días pasan, las estaciones pasan,
el verano que una vez fue también se hace viejo,
y ya no quedan amores frenéticos de carnaval
- pantalones acampanados y bailarines mocasines-
aquella muchacha desconocida que ame una madruga
a la salida de un baile.
Ahora, las pupilas que se adaptan a la oscuridad
siguen mirando una noche de otro siglo
donde hay sábados de paga y unos pesos en los bolsillos
/ del mediodía,
el salario de una semana en la carpintería.
El polvillo de la caoba pesa una tonelada pera.también
pesan esos billetes que hay en el bolsillo al mediodía del sabado.
Ahora los olores vuelven en sueños.
El carbón de hulla quemándose en una fragua
de la herrería de Perull cuando el día estaba naciendo,
el olor a petróleo de las locomotoras cuando
el día estaba naciendo,
alcanfor y citrus de los inviernos
cuando todavía había inviernos.
Las vías del ferrocarril separaban el mundo de arriba
del mundo de abajo. El mundo del sur del mundo del
norte.
El sitio de juegos en el campito
al costado de las vías y los largos trenes cargueros,
al costado del atellier de pintura donde nacían
mundos fabulosos como un libro de aventuras
escribiéndose cada dia cada carde cada noche
con el aceite de lino crudo y el aguarrás y d cedro de los
/lápices
que munda las fosas nasales y sentimos y decimos
"éste es el olor de un lápiz, éste es el olor de un color"
pero antes, mucho antes de este retrato
que ahora sigue pintándose
en ei mentón que se perfila,
los bordes de la nariz, los ojos rjue miran más allá
más allá de toda posible mirada.
(del libro "Astronomía para nictálopes",
El Suri Porfiado, 2023)
Juan Meneguín (Concordia, Entre Ríos, Argentina, 1958)
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